¿Qué significa leer de esa manera?

Lamer los textos.
Chupar las palabras con la lengua de lija de esos félidos para saborear cada consonante y cada vocal, sacarle el jugo incluso a los signos de puntuación, percibir las salsas y jugos de las tildes, puntos y virgulillas.

Ronronear con las buenas historias.
Producir una especie de ronquido que delate la alegría que nos embarga cada vez que descubrimos un relato que nos seduce, embruja y atrapa, una de esas narraciones que no podemos soltar hasta terminar de devorarlas.

Mantenernos al acecho de los roedores literarios.
Me refiero a los únicos ratones que me gustan: episodios clave que transcurren y pasan tan rápido ante nuestros ojos que hay prestarles verdadera atención, enfocarse y concentrarse en ellos de modo que no se tornen tan fugaces que nos perdamos elementos importantes de la obra.

Afinar los bigotes de la lectura.
Es decir, no leer por leer, sino hacer uso de los radares de la experiencia y la intuición para determinar si podemos pasar con éxito por entre las paredes de una novela, un cuento o un poema.

Aruñar los grandes personajes.
Esos protagonistas que dejan huella, nos hablan, sacuden e invitan a reflexionar. Así como ellos nos dejan surcos, nosotros también podemos dejarles marcas de tinta que faciliten futuros reencuentros.

Beber hasta la última gota de un ejemplar.
En el caso de que tropecemos con una buena taza de párrafos nutritivos, no incurrir en el desperdicio de beber a medias. ¡Prohibido conformarse con un poco! Tenemos que saciarnos.

Retozar en los techos del idioma.
Sí, correr, saltar, rodar, dar volteretas, revolcarnos sobre las láminas de zinc de la industria editorial. ¡Qué resuenen nuestros pasos sobre los clavos de la retórica! ¡Que crujan las canoas de la narrativa! No se vale pasar por pasar por un libro, ¡hay que gozarlo en grande!

Defender nuestro territorio a capa y espada.
El territorio del silencio o intimidad que buscamos para leer con tranquilidad. Hay ocasiones en las que tenemos que defender ese espacio con maullidos, garras y colmillos.

Restregarse contra las piernas de papel de Miguel de Cervantes…
… William Shakespeare, Elena Poniatowska, Ana Istarú, Pablo Neruda, Alice Munro, Fernando Pessoa, Laura Restrepo, Laura Esquivel, Fabián Dobles, Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias, Gioconda Belli, Rosario Castellanos, Franz Kafka. Un buen lector queda manchado de tinta.

Caer siempre sobre las cuatro patas.
Los libros pueden revolcarnos, sacudirnos, golpearnos, patearnos, lanzarnos, cornearnos, embestirnos, ¡lo que sea!, pero tenemos que salir de ellos con la frente en alto y listos para cualquier otra aventura literaria.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote