¿Cómo no estimar a ese número ovalado que es el único dígito distinto en la cifra con que expresamos al año nuevo: 2022?

Me gusta y celebro el hecho de que haya al menos un signo diferente en esa cantidad, pues siempre debe haber espacio para lo divergente.

En este caso, el cero no tiene un valor nulo. Todo lo contrario, es quien le da valía al conjunto. Así sucede cada vez que en la vida incorporamos lo diverso, variado, desigual. ¡Valemos más!

Afortunadamente, aún faltaban 850 años para que yo naciera cuando tuvo lugar el 1111 en el calendario gregoriano y faltan exactamente dos siglos para arribar al 2222. Es que no me gusta lo uniforme, lo homogéneo, lo idéntico; me siento mucho más a gusto con lo heterogéneo.

No me gusta que todo el mundo piense igual, luzca igual, viva igual, tenga los mismos gustos, las mismas predilecciones e inclinaciones. ¡Benditas sean las discrepancias!

¡Qué aburrido un mundo de un solo color, una sola voz, un solo tamaño, una sola cultura, un solo dios, una sola perspectiva, un solo modelo de desarrollo, una sola razón!

Bienvenido lo diverso, disidente, incompatible, disconforme, contrario, dispar, desavenido, desconcertante, que equivale a recibir con los brazos abiertos los contrastes, tonos, matices, esa rica paleta de colores de la realidad que es mucho más que blanco y negro.

Lo desigual contribuye a enriquecer nuestra visión del entorno, la vida, el mundo. Amplía nuestro campo de observación, ensancha el panorama, aumenta el conocimiento y la comprensión.

Gracias, cero, por recordarnos el valor de la pluralidad y la multiplicidad.

El próximo año, 2023, será aún más divergente, pues tendrá dos dígitos que se saldrán del saco. El valiente cero será uno de ellos.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector de El Financiero
Consultor en Comunicación