Evocar una experiencia del pasado para hablar de valores humanos vigentes en el presente, eso hace el autor de este artículo

Alejandro Guevara Muñoz

Me detuve en una gasolinera para llenar el tanque del vehículo, abrí el compartimento de acceso al tanque de gasolina y bajé del vehículo. El pistero o vendedor de combustible de la gasolinera se acercó y preguntó: “¿Qué le sirvo?”. “Lleno de super”, respondí.

Mientras el tanque se llenaba, el joven pistero se me acercó y vio el logotipo bordado en mi camisa “¿Usted trabaja ahí?” mi respuesta fue afirmativa. De inmediato, preguntó si podía abrazarme y antes de responderle me regaló un abrazo, corto pero muy sentido.

De inmediato contó: “Cuando era niño nunca había recibido nada nuevo. En casa había mucha estrechez de recursos. Nuestra ropa, calzado o juguetes habían pertenecido a otras personas, eran de segunda, incluso, algunas cosas no estaban en muy buen estado…


… “pero un día llegó un regalo de cumpleaños. Era de un donante de esa organización en
donde usted trabaja (World Vision Costa Rica). En cuanto recibí el paquete rompí el papel regalo. Era un conejo de peluche muy lindo, lo acerqué a mi nariz para olerlo… era nuevo… olía tan rico… nunca me habían regalado algo con ese olor tan rico… era nuevo…

“… dormí con ese conejo durante más de diez años; lo tuve como hasta los 18 años, cuando mi mamá me dijo que había que botarlo pues ya no podíamos repararlo más”.


Hace unos días llegó una frase a mi Facebook que decía: “La compasión significa sentir como nuestras las miserias y las necesidades de los demás. La misericordia es lo que nos lleva a hacer algo al respecto (ayudarlos, auxiliarlos) movidos por esa compasión.”

Cuando conjugamos compasión con misericordia huele a nuevo, huele a respeto, huele a esperanza…

Conjugar compasión con misericordia, es tiempo perfecto.

Alejandro Guevara Muñoz, consultor en temas de niñez.