Me negué a ser torturado por un periodista sin sentido de la síntesis y un editor que al parecer no conoce esta máxima del periodismo escrito: “Escribir es humano, pero cortar es divino”

José David Guevara Muñoz

Tropecé la semana pasada, en el mundo del periodismo digital, con una información que tenía 178 párrafos, 1.103 líneas, 4.737 palabras y 31.506 caracteres con espacios.

Sin tener la menor idea de su extensión, la abrí en la pantalla de mi teléfono móvil y empecé a leerla atraído por el tema: medidas que están tomando los bancos para reforzar la seguridad de sus clientes en línea.

De pronto caí en la cuenta de que la lectura comenzaba a resultarme pesada. La nota parecía no tener fin.

Impaciente, deslicé el dedo índice de mi mano derecha a toda prisa sobre la pantalla en aras de averigüar cuán cerca o lejos estaba del final del artículo.

¡Estaba muy lejos!

Decidí medir aquella noticia en mi computadora. Los resultados son los que compartí en el primer párrafo de este texto.

Como ustedes comprenderán, renuncié a leer hasta el último punto. Me negué a ser torturado por un periodista sin sentido de la síntesis y un editor que al parecer no conoce esta máxima del periodismo escrito: “Escribir es humano, pero cortar es divino”.

Aún me pregunto cómo es posible que en plena era digital, en la que se sabe que las audiencias tienen cada vez menos tiempo para consumir las montañas de información que se le sirven en Internet, haya medios de comunicación que padezcan incontinencia verbal.

¿Habrá alguien, aparte del redactor-verdugo, que haya tenido la paciencia de leer ese artículo de principio a fin? ¡Lo dudo! Pero si lo hubiera, sin duda hay que declararlo Santo de los lectores atormentados.

Comunicar no es castigar, torturar ni martirizar a los receptores del mensaje, y una de las mejores maneras de no hacerlo es haciendo un esfuerzo verdaderamente consciente por resumir, abreviar, compendiar.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista