La vida nos dio un pedazo de paraíso por el que vale la pena pelear. Pero para atacar un problema, primero hay que aceptarlo y no mentirnos a nosotros mismos

Por Alejandro Abarca (*)

“Pura vida”.

No sólo es una frase hermosa, también nos identifica como ticos y describe nuestra manera de ser. Tanto así que, prácticamente, se ha convertido en una marca país más que un simple dicho.

Sin embargo, el 2020 no ha sido un año “Pura vida” ni para Costa Rica ni para el planeta. Esto es algo que para todos es claro, pero sobre lo que quiero reflexionar hoy es sobre el hecho de que ya no somos tan pura vida.

Antes de la Covid-19, nuestro país ya tenía muchos problemas. La pobreza rondaba el 20%, indicador que se ha mantenido constante desde mediados de los noventa.

El desempleo pasó de poco menos del 9% en el 2010 a más del 12% en 2019, cuando cerca de 1 de cada 4 de los costarricenses más pobres estaba desempleado.

Esta problemática se ha mantenido desde hace una década. Agreguemos el déficit fiscal que veíamos venir desde el gobierno de Laura Chinchilla. Y, por si fuera poco, sabíamos cuál era su solución desde la administración de Abel Pacheco.

Sumado a todo esto, menos del 40% de la fuerza laboral ha terminado el colegio, algo que no ha cambiado en los últimos 10 años.

Con la pandemia la situación ha empeorado.  Además de la crisis en salud pública y económica, también estamos atravesando por una crisis política.

Pesca de arrastre

La fallida aprobación del proyecto de ley de pesca de arrastre es el ejemplo perfecto. Esta iniciativa, afortunadamente vetada por el Presidente, era nefasta para nuestras costas, pues rompía cadenas alimenticias y, en consecuencia, reducía toda la vida marina. Una pésima idea para un país que se vende como un destino verde y donde el turismo es una actividad económica trascendental.

De haber prevalecido el argumento a favor de proteger a los pescadores, era obvio lo que iba a ocurrir. Los grandes barcos, de las corporaciones con más dinero, habrían usado enormes redes un par de veces y después no nos hubiera quedado nada.

“El precedente (del Movimiento Rescate Nacional) es claro: hay gente a la que no le importa la institucionalidad democrática de Costa Rica”.

Alejandro Abarca

Claro, no había nada de qué preocuparse… pues como dijo uno de los diputados (“padre de la Patria”, dirían algunos), quien votó a favor de este proyecto -y que una vez dijo sobre su partido “somos estúpidos, pero no idiotas”-: “podemos usar la fauna capturada como croquetas para gatos”.

Esas deplorables declaraciones muestran con toda claridad que no es necesario ir a un precario para ver el subdesarrollo del país, basta con escuchar a algunos diputados hablar.

Vernos en el espejo

Otro ejemplo claro son los bloqueos recientes, coordinados por el Movimiento Rescate Nacional, contra la ahora difunta propuesta del gobierno al Fondo Monetario Internacional (FMI).

Dicho Movimiento carece absolutamente de representación democrática, pero sus actos fueron legitimados por la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado (UCCAEP), que negoció con un grupo que, expresamente, ha pedido varias veces la salida del presidente Carlos Alvarado.

Si tuviéramos ejército, estas acciones nos hubieran llevado casi a la antesala de un golpe de Estado. Afortunadamente, estos actos han sido ampliamente reprochados.

No obstante, el precedente es claro: hay gente a la que no le importa la institucionalidad democrática de Costa Rica.

Todo esto es un resumen muy breve de lo que estamos viviendo. Es como ponerse frente a un espejo y darse cuenta de que no somos una “Suiza centroamericana” (siempre he odiado este término).  

Es una realidad triste, pero debo decir que no siempre ha sido así. Recordemos que somos el país que hace 70 años decidió abolir su ejército, y que por décadas se jactaba de su “ejército de maestros” y de sus logros en varios indicadores de desarrollo con respecto a los demás países latinoamericanos.  

También seguimos siendo una nación con envidiables bellezas naturales que debemos cuidar, no convertirlas en alimento para mascotas.

A pesar de todos los problemas estructurales y las falencias del Gobierno actual, hay que tener presente que la vida nos dio un pedazo de paraíso por el que vale la pena pelear. Pero para atacar un problema, primero hay que aceptarlo y no mentirnos a nosotros mismos.

Lamentablemente, la realidad es que ya no somos tan pura vida.

(*) Alejandro Abarca es estudiante de Doctorado en Economía Aplicada en EE. UU. Trabajó como economista en la Dirección de Asignaciones Familiares de Costa Rica por tres años. También ha sido profesor a nivel de grado y postgrado en la UCR, y profesor de grado en ULead. Ha trabajado como consultor para el BID y para el Estado de la Nación.