No estoy hablando de aperitivos, entremeses ni postres, sino del manjar principal, la visión de conjunto, la transformación de peso, la sustancia del desarrollo

Expresado en términos simplistas y trasnochados, pero muy gráficos, está claro que a algunos aspirantes a la presidencia de la República les gusta cocinar con la aromática albahaca de la izquierda, en tanto que otros prefieren utilizar el florido romero de la derecha, y no faltan aquellos que rocían el romero del centro, mientras unos cuantos nos confunden con el perejil de las ocurrencias, la pimienta del oportunismo y el culantro de los rodeos.

La canela del mercado, el clavo de olor estatal y el jengibre de los puntos intermedios hirviendo en la misma cazuela.

Abundancia de ingredientes en la cocina político-electoral que se apresta a recibir en sus mesas a millones de comensales el 6 de febrero y el 3 de abril del presente año.

Especias, aceites, cereales, harinas, setas, carnes, lácteos, salsas, licores, hortalizas, legumbres, verduras, frutas y granos han sido utilizados -en diversas porciones y variedades- por los veinticinco chefs que sueñan con guisar los alimentos del progreso y el desarrollo en la estufa de Zapote.

Los hemos visto, leído u oído explicar cuántas cucharadas de sal o de azúcar le echarían al ICE, con qué tipo de leche alimentarían la reactivación económica, cuál polvo utilizarían para empanizar la banca de desarrollo, qué levadura usarían para fermentar el sector vivienda y con el jugo de cuál cítrico atacarían el déficit fiscal.

Coinciden en licuar la corrupción hasta hacerla polvo y no batir los huevos de nuevos impuestos. Está por verse si a como recetan, cocinan…

En sus discursos se percibe el olor del consomé del diálogo, la masa del despilfarro, el chimuchurri de la obra pública, el guacamole tecnológico, el caldo del desempleo, la chilera picante de la educación, el manoseado encurtido de la pobreza, la resbalosa margarina del sistema de pensiones.

Algunas ideas y propuestas huelen rico, abren el apetito, invitan a levantar tapas y meter la cuchara para probar; otras iniciativas despiden el inconfundible perfume del disparate y la improvisación.

Sin embargo, en medio de este panorama culinario, no tengo plena claridad sobre el plato fuerte que piensa cocinar cada uno de los candidatos.

Veo mucho picadillo temático, queso rallado ideológico y carne molida retórica, así como menudos de pollo, pan desmenuzado y arroz con mango, pero no vislumbro cuál es el manjar de fondo que planean servirnos a los costarricenses.

Dicho con otras palabras, ¿cuál sabor conservaremos en el gusto luego de los próximos cuatro años? ¿Cuán nutritivo será el plato fuerte que nos pondrán ante los ojos a partir del próximo 8 de mayo? ¿Nos hará sentirnos satisfechos y fuertes, o será tan solo un taco bañado en salsas y que nos provocará náuseas?

Más allá del catálogo de especias o la antología de verduras que nos recetan a diario en la actual campaña electoral, ¿cuál será el plato fuerte de cada candidato? ¿Con cuál manjar planea lucirse? ¿Está en el menú o será obra de la improvisación?

No estoy hablando de aperitivos, entremeses ni postres, sino del plato fuerte, la visión de conjunto, la transformación de peso, la sustancia del desarrollo.

¿Lo tiene claro usted? La pregunta es relevante, pues la contienda electoral aún no está cocinada.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector de El Financiero
Consultor en Comunicación