MOSAICO HUMANO
Por María Antonieta Chaverri Suárez

La duda es inherente al ser humano, es indispensable para la toma de decisiones.

En el libro Liderazgo energético: transformando su lugar de trabajo y a sí mismo desde la esencia, Bruce D. Schneider (2011) presenta el modelo de Autopercepción energética, en que el nivel 3 es el de la duda a partir de la cual se da la bifurcación entre las energías catabólicas (destructivas) que están asociadas al enojo y la apatía y las energías anabólicas (constructivas o proactivas), asociadas a sentimientos de paz, alegría, compasión y pasión absoluta.

Para que en ese nivel se activan las energías anabólicas, la emoción primaria es el perdón en alineamiento con la decisión de hacerse responsable y la disposición de cooperar con uno mismo y los demás. 

Hay circunstancias en las que nuestras dudas se incrementan. Aún así, excepto en tiempos de guerra, es poco probable que hayamos experimentado una época como este 2020, en el que todos dudamos en simultáneo. Dudamos por mucho tiempo y en múltiples aspectos.

¿Me iré a infectar? ¿Me irán de despedir? ¿Será que mi negocio aguanta la crisis? ¿Y si muere mi familia? ¿Y si muero yo? ¿Irán a encontrar la cura? ¿Será que encontrarán la vacuna? ¿Podré realizar el viaje que tenía planeado? ¿Podré encontrar trabajo? ¿Y si el que trae servicio a domicilio me contagia? ¿Qué le daré a mis hijos de comer mañana?

¿A quién infecté? ¿Cuál será la próxima pandemia? ¿Podrá el Gobierno con todo esto? ¿Aguantará el sistema de salud? ¿Será mejor que haya apertura para no morir de hambre o que sigamos confinados para no morir enfermos? ¿Servirá la vacuna? ¿Cuáles serán los efectos secundarios de la vacuna? ¿Cuándo llegará la vacuna … alcanzará para mí?

¿Podrá reponerse el país? ¿Podrán los niños regresar a clases? ¿Aguantaremos la violencia intrafamiliar? Qué tan grande será la brecha por los niños que no han podido estudiar? ¿Irá a mejorar el medio ambiente? ¿Aprenderemos de todo esto a volveremos a lo mismo de siempre? ¿Habrá nueva normalidad? ¿Dónde está Dios? ¿Será la pandemia un castigo… una advertencia? ¿Volveré a ver a mi familia y amigos?…

Probablemente podamos agregar cientos de preguntas.

Sí, en el 2020 todos dudamos.

Mientras escribo este texto, y probablemente mientras usted lo lee, queda en evidencia que la mayoría de las dudas no se podían responder en ese momento. Habérnoslas planteado, sin embargo, ha de ser aleccionador en aspectos como el control, el presente, la confianza y el amor.

“El control es freno; el presente es abrazar la vulnerabilidad mas no dejarse atrapar por ella, la confianza es convicción e inspiración para construir; y, el amor combustible y razón para vivir”.

María Antonieta Chaverri, Coach en liderazgo trascendente

A conituación breves reflexiones al respecto:

Control: El cambio impuesto, en este caso por la pandemia, nos causa ansiedad derivada de la sensaciòn de pérdida de control. La primera lección de la duda,es el recordarorio de que no podemos controlar nada más que nuestros pensamientos y la forma en que enfrentamos las circunstancias: como víctimas o como gestores.

Presente: En el 2020 miles de personas comprendimos el famoso llamado a vivir en el presente. Las dudas y asimilar que no tenemos el control pueden llevarnos a una afectación emocional y hasta de salud mental o a comprender la cita de Mateo 6:34 “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.” Lo que implica, a mi criterio, vivir a plenitud, hacer lo mejor que se pueda y no desenfocarse por lo incierto, menos por lo superfluo.

Confianza: Reconocer que no se tiene el control y que sólo está el hoy, el cual es manejable si se tiene confianza. Para los creyentes, esto implica la fe y descansar en Dios. Para todos ponerse en ese estado mental de la sabiduría popular: “siempre hay opciones, “no hay mal que dure 100 años” o “después de la tormenta viene la calma”.

Amor: La cuarta lección ante la duda es que a ésta se sobrevive con el amor. Para los creyentes, saberse amado por Dios. Para muchos, el amor por padres e hijos nos hace hallar fuerzas y luchar contra viento y marea. El amor nos hace reconocer que no estamos solos, tener con quien compartir inquietudes y esperanzas es sostén. Amor al prójimo, enfocarse en servir, escuchar y dar alivio al otro nos hace sentirnos vivos, útiles y valiosos. Cuando no hay claridad, dar y recibir amor es certeza.

En resumen, el control es freno; el presente es abrazar la vulnerabilidad mas no dejarse atrapar por ella, la confianza es convicción e inspiración para construir; y, el amor combustible y razón para vivir.

En el modelo de siete niveles de conciencia desarrollado por Richard Barrett, el nivel cuatro, denominado Evolución, también es un nivel transitorio y transformador en que se despliega el coraje para asumir la responsabilidad de evolucionar, pasando de un enfoque de escasez (atención en necesidades personales) a uno de abundancia en que se valora y expresa la autenticidad del ser, el propósito de vida y un sentido de interdependencia con los demás y el mundo.

El enfoque en esos niveles superiores despliega creatividad, innovación, confianza, honestidad, alianzas y servicio.

En otras palabras, necesitamos salud, seguridad, techo y alimento, relacionarnos y que se nos valore, pero la realización viene cuando asumimos el compromiso de vivir en comunión con los demás de manera profunda, desprendida y de contribuir con la humanidad y el planeta. Esto nos permite y llama a acompañar y a abrazara quienes aún no han tenido la posibilidad de ver laluz al otro lado de la duda.

En el 2020 todos dudamos y eso está bien, muy bien, porque esas dudas son puertas para vivir el 2021 y en adelante desde la apreciación, el agradecimiento y el servicio.

(*) María Antonieta Chaverri es Coach de liderazgo trascendente, formadora de mentores y asesora para empresas y organizaciones de diferentes sectores en temas como alineamiento estratégico, liderazgo, transformación cultural y diversidad e inclusión.