Estamos hablando de seres humanos, personas, semejantes que necesitan de nuestra bondad, solidaridad y generosidad, no ser expuestos con fines de “autobombo” o publicitarios

Uno de mis estimados contactos en LinkedIn me escribió la semana pasada para compartir conmigo una experiencia de bondad y solidaridad que me recuerda que no es cierto que todo esté perdido en este mundo.

Me dijo que una vecina de su comunidad alertó a varias familias sobre el estado de miseria en que vivían los miembros de un hogar cercano.

De inmediato, varias personas generosas se pusieron de acuerdo para ayudar a quienes necesitaban apoyo con ropa, alimentación y otras necesidades básicas.

Sí, se activó una red de cuido espontánea y humana.

Lo que más me gusta de los reportes que me ha enviado este contacto de LinkedIn es que en ninguno de ellos se expone de manera innecesaria a quienes padecen una situación de pobreza.

No he recibido fotos ni videos que exhiban o conviertan en “espectáculo” a quienes han sufrido hambre, frío, enfermedades y otros problemas. Ni siquiera conozco los nombres de esos seres humanos.

Tampoco he visto imágenes tipo autobombo que muestren y exalten a quienes están socorriendo a los necesitados. Quien me ha mantenido informado está conmovido y comprometido en ayudar, hacer algo por otros, compartir; no pretende figurar, robarse el “show” o inflar el ego.

El arte de ayudar en silencio.

Vivimos en el mundo del espectáculo, pero nadie merece ser exhibido con todas sus miserias.

Lo contrario es hacer circo con la miseria para alimentar la vanidad, buscar aplausos, tratar de ganar fama, cosechar clics o algunos puntos del rating.

Ilustro esta última actitud con lo que me contó un colega periodista que trabajó en la televisión nacional y a quien su jefe le pedía que lograra hacer llorar a los entrevistados cuando se trataba de noticias sobre la pobreza “pues las lágrimas venden”.

Es lo que se llama “la pornografía de la indigencia” en el libro Elogiemos ahora a hombres famosos, de los estadounidenses James Agee (1909-1955), periodista, y Walker Evans (1903-1975), fotógrafo. Editorial Ariel.

Se trata de un libro que nació en 1936, como un reportaje encargado por la revista Fortune con la idea de documentar las paupérrimas condiciones de vida de los aparceros de la Alabama de la Gran Depresión.

El reportaje no fue publicado, pero se transformó en una obra editorial cuyos textos y fotos no caen en las tentaciones del morbo a la hora de hablar sobre la miseria. Se mantiene intacta la dignidad de los protagonistas, productores de algodón que cosechaban más deudas y pobreza que calidad de vida.

Dignidad, palabra clave en el arte de ayudar en silencio, porque estamos hablando de seres humanos, personas, semejantes que necesitan de nuestra bondad, solidaridad y generosidad, no ser expuestos con su pobreza al desnudo con fines de “autobombo” o publicitarios.

Cierto, vivimos en el mundo del espectáculo, pero nadie merece ser exhibido con todas sus miserias.

Prefiero el arte de ayudar en silencio que la pornografía de la indigencia.

Primero de cinco artículos inspirados en el libro Elogiemos ahora a hombres famosos, de James Agee, periodista, y Walker Evans, fotógrafo.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector de El Financiero
Consultor en Comunicación