En este relato no sucede algo similar a lo que ocurre en El extraño caso del  Dr. Jekyll y Mr. Hyde, del escritor escocés Robert Louis Stevenson, en donde una persona bondadosa, educada y respetada habita el mismo cuerpo de un ser ruin, malvado y despreciado.

Aquí la historia es diferente…

Si bien es cierto que se da la circunstancia de un mismo cuerpo ocupado por dos personajes, resulta que ambos no son distintos.

En efecto, tanto el Dr. Torque como Mr. Mada son inquisidores. Están convencidos de que su misión en este mundo es dictar qué es bueno y qué es malo, qué conviene y qué no, cuáles son las formas correctas de pensar y actuar, y cuáles las equivocadas.

La vocación de Santo Oficio recrudece cada vez que coinciden cien por ciento -sin ningún margen de discrepancia- en materia de gustos, opiniones, interpretaciones, prejuicios y condenas.

Es entonces cuando se funden en uno solo: Torquemada.

¡Sálvese quien pueda! Porque a partir de esa perfecta unión exigen que se corten cabezas, se persiga a sus enemigos, se prohíba todo lo que no les gusta, se señale y discrimine a los “pobres ignorantes” que no entienden la realidad, se juzgue sin el debido proceso y sin respetar la presunción de inocencia, se aprueben votos de censura a la ligera y ojalá se evite que acudan a las urnas electorales todos aquellos que votan erróneamente cada cuatros.

Este inquisidor es un pirómano empedernido. Uno de sus pasatiempos favoritos es encender hogueras en las redes sociales para quemar a los impuros ideológicamente hablando, los apóstatas del statu quo, los herejes del desarrollo, los hijos pródigos de la madre Patria.

Es tanto el humo que producen que resulta difícil ver lo verdaderamente esencial

Jotade