“… porque la ignorancia en estado de vigilia o en sueño, respecto de la justicia y la injusticia, el mal y el bien, no puede menos que ser verdaderamente censurable, aunque toda la muchedumbre la alabe…” . Sócrates

Por Pedro Rafael Gutiérrez Doña

A solo unas cuantas horas de que se realicen las elecciones presidenciales en nuestro país, el espíritu político de la nación se pone tenso.  Una veintena de candidatos a la presidencia de la República, acompañados por una jugosa cantidad de pretendientes a las curules de la Asamblea Legislativa, se frotan ansiosamente las manos, presos de la incertidumbre por saber quién será el próximo ganador.

Discursos van y vienen, todos dispuestos a convencer con sus programas de gobierno, al siempre grueso e imprescindible poder de la población. 

Los vivos recuerdos de un pasado de corrupción, los casos que masticamos a diario y la cansina incapacidad para gobernar al país, convierten a los comicios en una caja de pandora llena de promesas. 

Por otro lado, nos alertan los dardos que lanzan los aspirantes a través de la prensa en contra de sus oponentes, como parte del menú que nos quieren recetar, estableciendo a priori, su modelo político de gobierno. 

El ‘qué’ como fundamento filosófico al desarrollo de todas sus políticas de gobierno, abundan en la mayor parte de los programas, pero desafortunadamente no se atreven a decir abiertamente el ‘cómo’,  ante los cerrojos legislativos consuetudinarios y que para nosotros es una realidad ya conocida. 

Por su parte, la figura del presidente Alvarado pronto se desvanecerá y sobre su conciencia caerá por el resto de sus años el resultado de la balanza de la justicia:  si pesó más lo bueno que lo malo de su gobierno. No creo que a estas horas que va de salida logre mejorar su popularidad y tampoco creo que le preocupe, sino que se llevará por siempre el precario apoyo en las encuestas de opinión pública durante todo su gobierno, precedidas en su mayoría por el signo negativo.

Y si de ganadores hablamos, ya tenemos uno: la Democracia costarricense, con sus defectos y sus virtudes, pero siempre atenta y orgullosa de poder celebrar unas nuevas elecciones en paz  y democracia convertida en un digno ejemplo para América. Porque la esencia de la democracia es esta: que el poder reside en el pueblo, por el pueblo y para el pueblo y para que estos principios se cumplan a cabalidad, tenemos que salir a votar. 

Vale señalar que como parte importante del electorado que somos, que lo menos que esperamos y deberíamos exigir es que después de todos esos melosos discursos abundantes en promesas, logremos obtener del futuro presidente la mayoría de sus propuestas plasmadas a la  realidad y no caer nuevamente en el engaño que por muchos años hemos sufrido. 

A estas alturas de los comicios, pienso yo, ya conocemos el currículum vitae de la mayoría de candidatos a la presidencia, pues el voto será la suma de todas sus cualidades y esto lo llevará directo a Zapote.

Por mi parte, sigo valorando el voto y daré mi confianza al candidato que me dicte la razón, esperanzado en que hará lo mejor para todos los costarricenses porque gane quien gane estas elecciones, en este barco que se llama Costa Rica, vamos todos. 

El tiempo de los debates llegará a su fin esta noche, por lo que a estas horas del viernes 4 de febrero los candidatos afilan sus herramientas para terminar de convencer al electorado.

Sepamos escoger a nuestro candidato echando mano a la libertad que nos acoge, hagamos uso de la justa razón y evitemos a cualquier costo convertirnos en siervos menguados, condición necesaria para atar la libertad y el progreso de la nación que tantos años nos ha costado. 

Pedro Rafael Gutiérrez Doña es periodista.