Los aires de grandeza son un pésimo consejero a la hora de comunicar en Costa Rica, pues suelen poner a la audiencia a la defensiva

Hace pocas semanas observé, en las redes sociales, un video cuya única imagen era el rostro de un profesional costarricense que quería compartir un punto de vista sobre un tema polémico. Sin embargo, ese especialista invirtió los minutos iniciales de la grabación en hacer una pormenorizada presentación de su currículo, incluyendo títulos, universidades extranjeras y cargos desempeñados.

Luego entró en materia, pero las dosis iniciales de vanidad generaron ruido en el tema de fondo, empañaron el mensaje, distrajeron la atención.

Para expresarlo en buen tico, me pregunté: “¿Está rajando o está opinando?”

Comparto esta experiencia porque con alguna frecuencia escuchamos conferencias, conversatorios, podcast y entrevistas en las que al parecer nos encontramos frente a alguien más interesado en darle rienda suelta al ego que en transmitir un conocimiento útil y sustancioso.

Los aires de grandeza son un pésimo consejero a la hora de comunicar en Costa Rica, pues suelen poner a la audiencia a la defensiva, en actitud de chota más que de escucha, en posición de rechazo a la soberbia más que de apertura.

El tico tiene un agudo y exquisito detector de pavos reales, esos personajes adictos a ostentar su abundante y colorido plumaje académico, profesional, económico, religioso o del tipo que sea. Los costarricenses somos expertos en bajarle el piso a los pedigrí sociales y a los pomposos títulos nobiliarios.

Sí, en este país somos igualiticos, por lo que estirar el cuello como el avestruz es un pésimo hábito de comunicación. Aquí, presumir es pecado.

Después de todo, ¿para qué hacerlo? ¿Qué necesidad hay de lucir o fanfarronear? ¿Para qué actuar como el jefe inseguro que tiene que andar restregándole su cargo a los subalternos? Lo mejor es enfocarse en el mensaje de fondo y dejar que las palabras (la calidad de la presentación) hablen por sí solas acerca de la sólida formación o situación de quien comparte un mensaje.

Sí, lo realmente importante, primordial y vital es el mensaje, la información, el anuncio, la aclaración, la enseñanza, no el pedigrí del mensajero.

No permita que el EGO eche a perder lo que puede ser una valiosa experiencia de comunicación.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista con 35 años de experiencia
Asesor en comunicación