En un mundo en el que casi todo se exhibe, muestra, ostenta, presume, luce, presenta, despliega, publicita, alardea, enseña…

… donde casi toda actividad humana va a parar a los enormes escaparates de las redes sociales, las vitrinas de la pompa, los anaqueles de los influencer

… en el que cada día ganan más terreno los “posteo, luego existo”, “Facebook o Instagram, he ahí el dilema”, “no dejes para mañana lo que puedes publicar hoy”…

… donde pierden brillo las palabras intimidad, privacidad, secreto, reserva, sigilo, discreción, silencio, confidencial, recato, comedimiento…

… en el que está desaforado el sentido del espectáculo, show, función, comedia, drama, gala, festival, acto, escena, circo, representación, escenario…

… donde se exponen el amor, la ternura, la comida, los paseos, el odio, los prejuicios, los autos, los miedos, los nietos, las mascotas, el vino, heridas y cicatrices, hospitalizaciones, conflictos familiares, divorcios, deudas sin pagar…

… en el que las pantallas de teléfonos, tabletas, computadoras portátiles y de escritorio son más efectivas que las bolas de cristal para verlo casi todo…

… ¡qué bueno contar aún con ese maravilloso instante de intimidad electoral en el que emitimos el voto sin cámaras, miradas ajenas ni afán de exhibicionismo!

Afortunadamente aún quedan reductos, rincones, cavernas, bóvedas y refugios para lo íntimo, lo privado.

Intimidad electoral. Privacidad ciudadana. Discreción democrática.

A solas con la papeleta.

La mesa de votación es una red social que bien podría llamarse Pudor.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector de El Financiero
Consultor en Comunicación