Felicidad y simpleza
“Descubro lo simple y hermosa que puede ser la vida, y lo mucho que la complicamos nosotros mismos”
Jorge A. Rodríguez Soto
Cada día me cuestiono más si ser feliz es realmente difícil, pues encuentro que las cosas que más me traen felicidad son las más simples. Desde un saludo, una conversación, algún chiste o una taza de café, en cada una de estas cosas y en otras cotidianidades encuentro la felicidad.
Me parece que en muchas ocasiones las personas esperan los grandes eventos, pensando que la felicidad está en los giros radicales, dejando de ver el tesoro que tienen por delante.
Tras reflexionar un poco, me doy cuenta de que la felicidad está en el sentido y significado que damos a las cosas y personas, en el nivel de conciencia que tenemos de ellas y lo afortunados que somos por poder disfrutar esas pacíficas cotidianidades.
Generalmente, nos habituamos tanto a lo que nos rodea que no lo apreciamos como se debe, y, al no darle significado, pierde su capacidad para satisfacernos. Llevándonos a una búsqueda sin fin, de algo que tan solo podemos encontrar al dejar de buscar.
Es importante notar la diferencia entre estos conceptos, pues la búsqueda implica un objeto ideal, un algo que no se tiene, pero se piensa como objeto de deseo; mientras que encontrar es un hecho más allá de las ideas. Lo que muchas veces nos lleva a confundir las cosas y personas con las ideas que tenemos de ellas.
Esto me hace recordar la frase de Horacio que dice: “grata superveniet quae non sperabitur hora”, que se traduce como la hora más grata es aquella no esperada, y se translitera en algo como lo más grato llega cuando no lo esperas.
Y, aún más, no se trata de que algo llegue y nos traiga felicidad, se trata de darnos cuenta del gran valor de lo que está a simple vista, de quienes nos rodean y de nuestras actividades usuales.
En este sentido, es un redescubrir lo que había sido cubierto por la banalidad, dejar de perseguir la idea abstracta, para revalorizar la vida. El solo hecho de llegar a esta conciencia a tiempo es una gran fortuna, pues suele encontrarse al perder.

Materializándose como gratitud, se vuelve una fuente de felicidad, y, tal vez, la base del amor. Al considerar el amor, no hay que pensar en un ideal de posesión, eso es deseo.
El deseo convierte a lo amado en un objeto, despojándole de su individualidad, y transfigurándolo en una imagen mental.
El amor, por otro lado, es una actitud a la vida, las personas y las cosas. Este se manifiesta en pequeños actos que pueden tomar mil formas diferentes, como una conversación, un chiste, obsequios, detalles; en el fondo, atención e interés.
De esta forma retomo mi tesis inicial, la felicidad está en poder dedicar atención e interés a nuestras actividades y las personas que nos rodean, por qué eso en el fondo es amor y gratitud. Si nuestra vida son nuestras cotidianidades e interacciones diarias, dedicar atención a esas pequeñas cosas y personas es amarlas; y el amor, la base de nuestra felicidad.
Con ello descubro lo simple y hermosa que puede ser la vida, y lo mucho que la complicamos nosotros mismos.
Podemos ser felices, y más que eso, hacer felices a los demás con un poco de interés, cariño y conciencia.
Todo lo que hacemos tiene un significado, que conocemos de alguna forma a nivel personal, pero no tenemos ni idea de la enorme diferencia que podemos hacer en la vida de otros.
La felicidad puede estar a la vuelta de la esquina, incluso ya estar allí, solo debemos recibirla y compartirla.
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Jorge A. Rodríguez Soto.
Investigador científico, economista y escritor independiente.
jorgeandresrodriguezsoto@gmail.com