Desarrollar la capacidad de percibir el estado mental y anímico de la otra persona para ponerse en su lugar e interpretar sus acciones es el primer paso para mejorar los procesos de comunicación

Eugenia Rodríguez Ugalde

Las neuronas espejo fueron descubiertas por un equipo de profesionales italianos en el área de la neurobiología, en 1996.

Las neuronas espejo forman parte de una red neuronal y se activan no solo cuando una persona ejecuta una acción, sino cuando alguien realiza algo similar y esta persona la observa atentamente.

Así, en el cerebro de quien está observando ocurre la acción equivalente, es decir, con solo que se manifiesta la intención de la persona observadora de realizar una acción, aunque no la ejecute, ocurre una equivalencia a nivel cerebral como si la estuviera ejecutando.

Lo anterior implica que las neuronas motoras de una persona se activan simplemente al observar a alguien ejecutando una acción, aunque no realice ningún movimiento.

¿Y cómo se activan las neuronas espejo?

Pondremos un ejemplo: si una persona observa a alguien batear una pelota, oye el sonido del bateo o simplemente escucha la palabra batear, hay un subconjunto de células cerebrales que se activan de una manera equivalente a si estuviera realizando la acción de batear una pelota. De esta forma, las neuronas espejo conforman un sistema de circuitos o redes neuronales que posibilitan la percepción, la ejecución y la intención de una persona.

En el área de Broca (corteza cerebral motora primaria), se han identificado sistemas de neuronas espejo. También se han encontrado este tipo de neuronas en el área parietal inferior, el lóbulo de la ínsula y el cuerpo calloso.

¿Por qué es importante este descubrimiento para los seres humanos?

Porque claramente a través de la imitación y la emulación se pueden modelar diversas conductas, principalmente cuando la persona se encuentra en formación durante la niñez y la adolescencia, periodos en los que se establecen nuevas conexiones neuronales.

“… estos circuitos neuronales nos permiten profundizar en las relaciones sociales, potenciar el desarrollo de habilidades sociales”.

Pero quizá lo más relevante es que quien observa debe comprender el comportamiento de la persona observada y las razones que tiene para que actúe de esa forma y es allí cuando las neuronas espejo actúan. Por esta razón se les conoce como las neuronas de la empatía.

Si bien es cierto, la imitación o emulación se da principalmente a nivel motor (de movimiento), las emociones y sensaciones que acompañan esos movimientos también son parte de las conexiones que se establecen a través de las neuronas espejo.

Así, cuando una persona está triste, alegre, temerosa o cansada, a través de sus acciones lo podemos percibir y empatizamos con quien lo experimenta.

Inicialmente se pensaba que las neuronas espejo constituían una serie de conexiones neuronales que realizaban la mímica motora entre lo que se observaba y ejecutaba.

Hoy en día hay suficientes demostraciones que evidencian que las neuronas espejo no tienen la función única de copiar conductas motoras, sino que actúan desde una función dual: la primera es automática y actúa de una forma incidental y la segunda es intencionada.

Por otro lado, se han obtenido evidencias de que la persona tiene la capacidad de responder o no a la intencionalidad de imitar una conducta determinada. Así, la modulación automática de las neuronas espejo se puede realizar a través de la activación de un sistema de control que se denomina “top down”.

Si bien es cierto que la empatía implica un proceso mucho más complejo que el que se obtiene a través del funcionamiento de las neuronas espejo (o neuronas Cubelli), desarrollar la capacidad de percibir el estado mental y anímico de la otra persona para ponerse en su lugar e interpretar sus acciones es el primer paso para mejorar los procesos de comunicación y establecer relaciones empáticas y eso lo podemos desarrollar a través de las conexiones que este tipo de neuronas.

A la vez, estos circuitos neuronales nos permiten profundizar en las relaciones sociales, potenciar el desarrollo de habilidades sociales, establecer vínculos más fuertes, desarrollar la sensibilidad humana, potenciar las relaciones colaborativas y de trabajo en equipo, poner en práctica los valores sociales (respeto, amistad, solidaridad, justicia, gratitud, paciencia y otros) en fin, desarrollar el aprendizaje social tan necesario en todos los ambientes educativos.

Desde tiempos de Platón, hasta los actuales descubrimientos de la neuropsicología, se parte de que todo aprendizaje tiene una base emocional, por lo que el papel de las neuronas espejo en el proceso de aprendizaje cobra una gran relevancia y esto se mantiene a lo largo de la vida, a través de los vínculos en las relaciones significativas y empáticas que se establecen a través en la interacción humana.

Eugenia Rodríguez Ugalde es una profesional con formación académica en el campo de la psicología, psicopedagogía, administración educativa y pedagogía. Cuenta con más de 25 años de experiencia docente universitaria e investigación. Actualmente se desempeña como Vicerrectora de Bienestar Estudiantil y Extensión Universitaria en la Universidad Castro Carazo y es consultora nacional e internacional en temas educativos y de bienestar.