La revuelta de los vocablos en el artículo recién escrito comenzó cuando “reforma” quiso obligar a “coyuntura” a intercambiar las posiciones que el escritor les había asignado.

El primero de esos términos sostenía que él merecía una mejor ubicación pues su sola presencia en el título atraía a más lectores. 

Pretendía entonces que “coyuntura” descendiera al cuarto párrafo del texto y él ascendiera a la pretendida posición de privilegio.

El choque entre ambas palabras fue la chispa que encendió un fuego en aquel escrito de tres mil caracteres con espacios. En cuestión de pocos segundos, “déficit” se enfrascó en un agrio altercado con “impuestos”, en tanto que “inequidad” se fue a los golpes con “desempleo”.

Sin embargo, el alboroto no terminó ahí.

La policía encargada de velar por el orden en los renglones tuvo que intervenir a toda prisa y de manera contundente cuando “oposición” intentó borrar a “presidente”.

“Negociación” terminó con las dos oes moradas debido a la paliza que le propinaron los hermanos “diálogo” y “respetuoso”.

Al igual que en el verso dos del primer capítulo del Génesis, todo era caos, desorden.

“Huelga” y “presupuesto” se insultaron. “Proteccionismo” y “consumidor” intercambiaron disparos. Y “neoliberal” y “socialista” se gritaron a más no poder.

Fue eso lo que despertó al autor del artículo, quien se negaba a creer lo que veía y oía: una ola de violencia en el artículo que recién había salvado y guardado.

Al cabo de dos horas de conversaciones con las palabras el escritor comprendió la verdadera razón del conflicto: todos los vocablos exigían figurar en las primerísimas líneas pues sabían que muchos lectores se conforman con leer títulos y unos cuantos renglones, lo cual les basta para sacar conclusiones apresuradas, despotricar e insultar sin tener el panorama completo.

Ninguno de los términos quería formar parte del batallón de las palabras que pocos leen.

Jotade