A lo largo de 33 años seguidos me malacostumbré a pescar solo con un anzuelo: el de la estabilidad laboral, pero desde julio del año pasado la pandemia me ha enseñado que es mejor lanzar varios garfios a la vez en las agitadas e inciertas aguas del trabajo y el crecimiento profesional.

De ejercer el periodismo solo en una empresa pasé brindar servicios de comunicación para distintos clientes y en muy diversas modalidades.

En los últimos 18 meses he escrito tres capítulos de un libro para una ONG que vela por el bienestar animal en América Latina, publicado mi propio libro: En busca de Sancho, realizado un video para una organización del sector financiero y moderado dos paneles virtuales y participado en dos conversatorios en materia de desarrollo.

Asimismo, lancé dos sitios en Internet, gente-divergente.com, abierto a la publicación de artículos de opinión que brinden diversas perspectivas en torno a múltiples temas, y donlibrote.com, basado en mi pasión por la lectura, así como brindado una mentoría en redacción de artículos para un ejecutivo empresarial que desea divulgar ideas y puntos de vista en las secciones de opinión de diversos medios en papel y digitales.

Sí, he efectuado labores en las que nunca antes había incursionado. Me he visto obligado y desafiado a arrojar varios anzuelos al mismo tiempo en procura de pescar diversas oportunidades en las cuales contribuir con mi experiencia en comunicación. Algunos peces se han escapado o reventado la cuerda, pero lo sigo intentando; la pesca es un deporte que demanda paciencia y perseverancia.

Una y otra vez he recordado las palabras de un viejo y querido pescador colombiano que conocí en la década de los años setenta: don Manuel Valenzuela.

Ese anciano de piel nocturna y cabello canoso, y quien residía en un pequeño cuarto en San Pedro de Montes de Oca, me contó en una ocasión que cuando él era joven su familia vivía cerca de un río caudaloso a cuyas aguas él lanzaba cada noche una cuerda de nailon que tenía amarrados cien garfios con carnada, cada uno de ellos a dos o tres cuartas de distancia del que lo precedía y el que seguía.

La destreza del pescador es más importante que la apariencia de la embarcación y el mar está lleno de sorpresas y oportunidades.

“A la mañana siguiente recogía la cuerda y teníamos por lo menos diez pescados para comer durante el día. Si hubiera lanzado la cuerda solo con un anzuelo, las posibilidades de pescar habrían sido muy bajas, casi nulas”, me dijo don Manuel, quien viajó a Costa Rica como polizón a bordo de un barco que atracó en Puntarenas.

Cinco décadas después constato la sabiduría y pertinencia de las artes de pesca de aquel abuelo de baja estatura que falleció un lejano domingo en el Hogar de Ancianos Santiago Crespo, en Alajuela, solo que yo estoy arrojando anzuelos de otro tipo en otros cauces.

Tengo claro que los aprendizajes personales no son leyes de la vida que aplican para todos por igual, pero me gusta compartir las lecciones que estoy aprendiendo porque puede que sean de utilidad para algunas personas.

En este contexto, ya estoy preparando los aparejos de pesca para el 2022, un año en el que pienso tener presentes también algunas enseñanzas que he recibido de Santiago, el protagonista del relato El viejo y el mar, de Ernest Hemingway; entre otras: la vida no es fácil, cada día es una lucha y no hay que fiarse de los tiburones.

Además, la destreza del pescador es más importante que la apariencia de la embarcación, el mar está lleno de sorpresas y oportunidades, y la actitud es más relevante que el cebo.

Sin embargo, mi modelo primordial seguirá siendo don Manuel Valenzuela quien me explicó, muchos años antes de que lo hiciera la pandemia, que las oportunidades laborales y de crecimiento profesional se pescan con varios anzuelos a la vez.

En otras palabras, hay que transformarse, estar atento a nuevos desafíos, echarse al agua, abrir el abanico de las posibilidades, ser flexibles, ejercitar la visión periférica, ampliar horizontes, practicar la profundidad de campo y, muy importante, no malacostumbrarse a pescar solo con un anzuelo.

Otros artículos relacionado con este tema:
No estoy pensionado ni soy carero
La razón número uno por la que admiro a mi hermano mayor

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector de El Financiero
Consultor en Comunicación