Pandemia e inclusión
Es tiempo de dar paso a la comprensión, a la empatía, a ponernos en los zapatos de las demás personas
y aprender a convivir. No convirtamos la
convivencia en una fuente
más de estrés
Por Arianna Ortiz Solano (*)
La calidad en los procesos de aprender y convivir se relaciona con otras dimensiones como la inclusión la equidad y el respeto a la diversidad,
La traducción de estos principios a la práctica constituye un desafío para cada comunidad de aprendizaje. Lo es aún más en tiempos de pandemia cuando el aprendizaje se promueve y desarrolla en entornos virtuales ya sea bajo la modalidad sincrónica (al mismo tiempo) o asincrónica (en diferido), y físicamente, las personas estamos en el hogar, en familia.
Específicamente en relación con el principio de inclusión el objetivo es buscar un grupo familiar, una sociedad y un sistema educativo que se adapten a las condiciones y necesidades del todos sus miembros.
Esto quiere decir, que las familias, las escuelas, los colegios, las universidades y cualquier otra comunidad de aprendizaje deben tener bien definida su capacidad de respuesta ante las diferencias y ante la diversidad.
Y esto no es fácil. Además de los retos que trae una crisis sanitaria por sí misma, la necesidad de adaptarse para poder enfrentarlos, es un desafío en sí mismo. Significa que los retos en las familias, en las comunidades y en el sistema educativo, se multiplican.
Es necesario, además, ofrecer los mejores escenarios posibles para que las personas continúen sus experiencias de vida y de aprendizaje, y que se tomen en cuenta sus diversidades; sus diferencias y la difícil situación en la que nos encontramos. Este compromiso constituye el cumplimiento de los derechos humanos.
“Fomentemos la convivencia que valora la heterogeneidad. Seamos autocríticos con nuestro comportamiento”.
Arianna Ortiz Solano, psicóloga
Las prácticas para respetar e incluir son vitales para poder enfrentar la situación que vivimos a nivel nacional y mundial.
En ese sentido, quisiera compartir tres prácticas inclusivas que podemos considerar en el contexto de la pandemia:
Pensar y actuar desde la empatía y la esperanza. Consideremos espacios alentadores que motiven a las personas a continuar con sus experiencias de vida y aprendizaje a pesar de las dificultades.
Quienes tomen ese liderazgo de pensamiento y acción (en las familias, en las comunidades, en el contexto de la educación) sentirá la satisfacción de apoyar a otras personas en estas circunstancias tan inciertas; permitirá a todas las personas encontrar un sentido a lo que están haciendo; permitirá ver que, aunque todo parezca oscuro, hay luces que ayudan a atravesar los momentos más difíciles para avanzar a un horizonte más positivo.
Seguimos siendo un solo país: no importa si estamos en Heredia, San José o Cartago, seguimos siendo habitantes en un mismo país. No importa si llegamos a este país hace muchas generaciones, o si acabamos de hacelo. Cada quien se encuentra participando del desarrollo personal y nacional y de su propio aprendizaje, desde su trinchera.
Por lo tanto, hay una mayor necesidad de habilitar espacios para aprender, reír y disfrutar con la familia, colegas, compañeros y compañeras. Podemos compartir lo que escribimos, pintamos, dibujamos o grabamos. Incluso, nuestras inquietudes y temores. Quizás otra persona se identifica con nuestra experiencia y nos acompañamos en el camino. Somos seres sociales, necesitamos el contacto de otros individuos.
Entender desde la comprensión: es tiempo de dar paso a la comprensión, a la empatía, a ponernos en los zapatos de las demás personas y aprender a convivir. No convirtamos la convivencia en una una fuente más de estrés. Suficiente ya, con lo que implica ser estudiante en medio de un contexto que está afectando nuestra salud física y mental.
Revisar constantemente qué tan inclusivas son nuestras acciones diarias, puede ser un primer gran paso, con miras a replantear aquello que se debe mejorar.
Aspiremos a la eliminación de barreras que impiden el acceso equitativo a las oportunidades para todas las personas que habitan el país. Abramos espacios de reflexión sobre la diversidad. Compartamos ideas sobre prácticas inclusivas. Hablemos, hagamos preguntas, cuestionemos lo que han querido enseñarnos como orden social.
Fomentemos la convivencia que valora la heterogeneidad. Seamos autocríticos con nuestro comportamiento. Todas estas acciones son posibles a través de plataformas virtuales y se pueden enriquecer con los aportes de personas que se encuentran en diferentes partes del mundo.
Toda crisis representa una oportunidad. La pandemia nos obligó a cambiar de ruta pero no de norte: incluir a todos los estudiantes en espacios educativos seguros, accesibles y que promueven el desarrollo humano.
(*) Arianna Ortiz Solano tiene una Licenciatura en Psicología por la Universidad de Costa Rica. Actualmente es estudiante la Maestría en Psicopedagogía de la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología y se desempeña como Directora de Permanencia Estudiantil en la Universidad Castro Carazo.