En la historia de Latinoamérica encontramos múltiples ejemplos de un
‘hombre fuerte’ que ha llevado a sus países tanto al desastre económico y la
ruptura social como a la restricción de las libertades públicas


Por Carlos Cortés

  1. En una elección ajustada cada voto cuenta. No puedo ni quiero renunciar a mi
    responsabilidad como ciudadano. Respeto a quienes quieran anular el voto, y así lo
    han expresado, pero en esta coyuntura histórica concreta -subrayo esto último- no
    lo considero válido. Votar nulo o no votar equivale a desentenderme de quien
    gane.
  2. Como se le atribuye a Ricardo Jiménez, en 1914, de Rodrigo Chaves “no me gusta
    el partido ni el candidato”. Añado que tampoco el programa de gobierno, la
    ausencia de un equipo de trabajo confiable, sus finanzas oscuras y su estilo de
    choque, que roza la matonería. El electorado confunde alzar la voz y una
    personalidad autoritaria con un presidencialismo fuerte, capaz de resolver los
    problemas nacionales, sobre todo si se trata de un recién llegado (outsider) a la
    política.
  3. Me ofende el trato de Chaves hacia las mujeres. Cualquiera puede cometer errores
    y enmendarse, por supuesto, ante las acusaciones de acoso sexual y otras
    conductas impropias. No creo en la cultura de la cancelación. Sin embargo, detrás
    de las promesas de Chaves de prosperidad económica para las mujeres, al verlas
    solo como agentes económicos, no como personas integrales, y de su lenguaje
    técnico, se oculta tanto una profunda falta de empatía como la incapacidad de
    reconocer la dictadura más antigua de la humanidad, que es la violencia de género.
    Chaves se resiste a hablar de la violencia patriarcal porque su gestualidad agresiva
    la encarna, en cada uno de sus actos y palabras.
  4. Las investigaciones periodísticas sobre Chaves y los debates han sacado lo peor de
    él, una personalidad autoritaria. Es en estos momentos en que se conoce
    realmente a un individuo. Si es así como candidato, ¿qué nos espera como
    presidente? En la historia de Latinoamérica encontramos múltiples ejemplos de un
    “hombre fuerte” que ha llevado a sus países tanto al desastre económico y la
    ruptura social como a la restricción de las libertades públicas.
  5. Chaves ha prometido que, sin mayoría parlamentaria, gobernaría por decreto y
    que acudiría al “pueblo” cuando fuera necesario. Este es el último recurso del
    demagogo. La apelación a un pueblo en abstracto y la promesa de realizar
    consultas populares, como plebiscitos y referendos, suena muy bonito y muy
    democrático, pero en la historia latinoamericana y mundial ha servido para las
    peores causas: aplastar las garantías constitucionales y los derechos individuales.
    Ha servido para pisotear la separación de poderes, perseguir a las minorías y
    entronizar regímenes despóticos.
  6. ¿Esto último podría suceder en “la democracia más antigua de Latinoamérica”?
    ¿Todavía somos el país donde “los escándalos duran tres días”? Hay que recordar
    lo que estuvo a punto de suceder en octubre del 2020. Los bloqueos callejeros
    fueron infiltrados por el crimen organizado y el narcotráfico y varios grupos
    promovieron la “revocatoria de mandato” del presidente de la República (una
    forma sutil de llamar a un golpe de Estado, como denunció tardíamente el
    expresidente de la Asamblea Legislativa, Eduardo Cruickshank). Estamos en un
    momento en que cualquier motivación haría encender la más violenta
    confrontación social desde 1948 y en la peor coyuntura regional e internacional
    desde la Guerra Fría.
  7. El programa de gobierno del Partido Progreso Social Democrático es uno de los
    peor evaluados por el Estado de la Nación. También se puede comprobar en el
    cuadro comparativo realizado por Natasha Cambronero, editora de la Unidad de
    Investigación y Análisis de Datos del diario La Nación y en otros instrumentos de
    análisis. En ninguno de sus aspectos programáticos he encontrado que el plan de
    gobierno de Chaves sea más innovador, factible o razonable que el de Figueres.
    Ante la incertidumbre que esto me genera me decanto por un partido -palabra
    prohibida en este proceso electoral- que tiene tanto mayoría parlamentaria como
    músculo político y capacidad de negociación. En democracia, querámoslo o no,
    nadie gobierna en solitario, gobierna con y para los demás.
  8. Sin embargo, Chaves sí promete un cambio radical y lo califica de tsunami. ¿Usó la
    palabra aleatoriamente? No, habla de un maremoto político y usa con precisión las
    palabras. Y creo que en los hombres autoritarios las palabras y el tono que usan
    para pronunciarlas revelan la verdad. Un tsunami, un terremoto, un desastre. Los
    primeros signos de este tsunami, por ahora retórico, me inquietan y preocupan:
    desprecio y burlas contra los periodistas y los medios de comunicación -sean estos
    grandes, independientes o universitarios-, desprecio y burlas contra el Tribunal
    Supremo de Elecciones (TSE) y el sistema electoral, desprecio y burlas contra
    instituciones como la Universidad de Costa Rica y las universidades públicas,
    desprecio y burlas contra la igualdad de género y las mujeres, desprecio y burlas
    contra los que piensan diferente.
  9. Tampoco me gusta la opacidad financiera -calificada por algunos como estructura
    paralela- de Chaves. Aunque quiera presentarse como un candidato transparente,
    no da explicaciones y se burla de quienes se las solicitan con respeto. Chaves no
    conoce el respeto y no distingue entre periodistas, adversarios políticos y
    enemigos. O están con él o están en contra. No hay matices. Empero, el mundo, en
    particular el de la política de un país democrático como el nuestro, no es bipolar,
    simplista o salvaje. No es la ley de selva, no se divide entre los que pegan más duro
    y los que se defienden.
  10. Chaves promete un cambio, en efecto, un cambio regresivo, agresivo, conservador
    y populista. ¿Para quién gobernaría? ¿Para quienes lo financian amparándose en
    las sombras de una estructura paralela? ¿Para los grupos evangélicos que le
    arrancaron a la desesperada una promesa de hacer retroceder los derechos
    humanos alcanzados en la última década? ¿Cuál es el verdadero Chaves? ¿Quién
    se oculta realmente detrás de esa personalidad autoritaria y desafiante, lista para
    el contraataque, el golpe y la confrontación? ¿Ese es el presidente que queremos
    para Costa Rica?

Respetuosamente lo insto a que sopese y valore lo que tenemos que perder con
Chaves. Y lo aliento a que vote. Costa Rica enfrenta grandes desafíos, muchos de ellos
heredados del bipartidismo, no lo niego, y del debilitamiento de la democracia social
que durante décadas nos caracterizó en la región y en el mundo. A la vez disfrutamos
de una institucionalidad democrática y de un Estado de derecho que urge defender. Es
necesario avanzar sin renunciar a lo que tenemos. Ninguna sociedad ha resuelto sus
problemas con menos democracia o sacrificando la libertad a cambio de un populismo
retrógrado, improvisado y autoritario.

Lectura recomendada
¡Votar o no votar… he ahí el dilema!

Carlos Cortés es escritor y periodista.