¿Por qué voy a votar y por qué voy a votar contra Chaves?
“En la historia de Latinoamérica encontramos múltiples ejemplos de un
‘hombre fuerte’ que ha llevado a sus países tanto al desastre económico y la
ruptura social como a la restricción de las libertades públicas“
Por Carlos Cortés
- En una elección ajustada cada voto cuenta. No puedo ni quiero renunciar a mi
responsabilidad como ciudadano. Respeto a quienes quieran anular el voto, y así lo
han expresado, pero en esta coyuntura histórica concreta -subrayo esto último- no
lo considero válido. Votar nulo o no votar equivale a desentenderme de quien
gane. - Como se le atribuye a Ricardo Jiménez, en 1914, de Rodrigo Chaves “no me gusta
el partido ni el candidato”. Añado que tampoco el programa de gobierno, la
ausencia de un equipo de trabajo confiable, sus finanzas oscuras y su estilo de
choque, que roza la matonería. El electorado confunde alzar la voz y una
personalidad autoritaria con un presidencialismo fuerte, capaz de resolver los
problemas nacionales, sobre todo si se trata de un recién llegado (outsider) a la
política. - Me ofende el trato de Chaves hacia las mujeres. Cualquiera puede cometer errores
y enmendarse, por supuesto, ante las acusaciones de acoso sexual y otras
conductas impropias. No creo en la cultura de la cancelación. Sin embargo, detrás
de las promesas de Chaves de prosperidad económica para las mujeres, al verlas
solo como agentes económicos, no como personas integrales, y de su lenguaje
técnico, se oculta tanto una profunda falta de empatía como la incapacidad de
reconocer la dictadura más antigua de la humanidad, que es la violencia de género.
Chaves se resiste a hablar de la violencia patriarcal porque su gestualidad agresiva
la encarna, en cada uno de sus actos y palabras. - Las investigaciones periodísticas sobre Chaves y los debates han sacado lo peor de
él, una personalidad autoritaria. Es en estos momentos en que se conoce
realmente a un individuo. Si es así como candidato, ¿qué nos espera como
presidente? En la historia de Latinoamérica encontramos múltiples ejemplos de un
“hombre fuerte” que ha llevado a sus países tanto al desastre económico y la
ruptura social como a la restricción de las libertades públicas. - Chaves ha prometido que, sin mayoría parlamentaria, gobernaría por decreto y
que acudiría al “pueblo” cuando fuera necesario. Este es el último recurso del
demagogo. La apelación a un pueblo en abstracto y la promesa de realizar
consultas populares, como plebiscitos y referendos, suena muy bonito y muy
democrático, pero en la historia latinoamericana y mundial ha servido para las
peores causas: aplastar las garantías constitucionales y los derechos individuales.
Ha servido para pisotear la separación de poderes, perseguir a las minorías y
entronizar regímenes despóticos. - ¿Esto último podría suceder en “la democracia más antigua de Latinoamérica”?
¿Todavía somos el país donde “los escándalos duran tres días”? Hay que recordar
lo que estuvo a punto de suceder en octubre del 2020. Los bloqueos callejeros
fueron infiltrados por el crimen organizado y el narcotráfico y varios grupos
promovieron la “revocatoria de mandato” del presidente de la República (una
forma sutil de llamar a un golpe de Estado, como denunció tardíamente el
expresidente de la Asamblea Legislativa, Eduardo Cruickshank). Estamos en un
momento en que cualquier motivación haría encender la más violenta
confrontación social desde 1948 y en la peor coyuntura regional e internacional
desde la Guerra Fría. - El programa de gobierno del Partido Progreso Social Democrático es uno de los
peor evaluados por el Estado de la Nación. También se puede comprobar en el
cuadro comparativo realizado por Natasha Cambronero, editora de la Unidad de
Investigación y Análisis de Datos del diario La Nación y en otros instrumentos de
análisis. En ninguno de sus aspectos programáticos he encontrado que el plan de
gobierno de Chaves sea más innovador, factible o razonable que el de Figueres.
Ante la incertidumbre que esto me genera me decanto por un partido -palabra
prohibida en este proceso electoral- que tiene tanto mayoría parlamentaria como
músculo político y capacidad de negociación. En democracia, querámoslo o no,
nadie gobierna en solitario, gobierna con y para los demás. - Sin embargo, Chaves sí promete un cambio radical y lo califica de tsunami. ¿Usó la
palabra aleatoriamente? No, habla de un maremoto político y usa con precisión las
palabras. Y creo que en los hombres autoritarios las palabras y el tono que usan
para pronunciarlas revelan la verdad. Un tsunami, un terremoto, un desastre. Los
primeros signos de este tsunami, por ahora retórico, me inquietan y preocupan:
desprecio y burlas contra los periodistas y los medios de comunicación -sean estos
grandes, independientes o universitarios-, desprecio y burlas contra el Tribunal
Supremo de Elecciones (TSE) y el sistema electoral, desprecio y burlas contra
instituciones como la Universidad de Costa Rica y las universidades públicas,
desprecio y burlas contra la igualdad de género y las mujeres, desprecio y burlas
contra los que piensan diferente. - Tampoco me gusta la opacidad financiera -calificada por algunos como estructura
paralela- de Chaves. Aunque quiera presentarse como un candidato transparente,
no da explicaciones y se burla de quienes se las solicitan con respeto. Chaves no
conoce el respeto y no distingue entre periodistas, adversarios políticos y
enemigos. O están con él o están en contra. No hay matices. Empero, el mundo, en
particular el de la política de un país democrático como el nuestro, no es bipolar,
simplista o salvaje. No es la ley de selva, no se divide entre los que pegan más duro
y los que se defienden. - Chaves promete un cambio, en efecto, un cambio regresivo, agresivo, conservador
y populista. ¿Para quién gobernaría? ¿Para quienes lo financian amparándose en
las sombras de una estructura paralela? ¿Para los grupos evangélicos que le
arrancaron a la desesperada una promesa de hacer retroceder los derechos
humanos alcanzados en la última década? ¿Cuál es el verdadero Chaves? ¿Quién
se oculta realmente detrás de esa personalidad autoritaria y desafiante, lista para
el contraataque, el golpe y la confrontación? ¿Ese es el presidente que queremos
para Costa Rica?
Respetuosamente lo insto a que sopese y valore lo que tenemos que perder con
Chaves. Y lo aliento a que vote. Costa Rica enfrenta grandes desafíos, muchos de ellos
heredados del bipartidismo, no lo niego, y del debilitamiento de la democracia social
que durante décadas nos caracterizó en la región y en el mundo. A la vez disfrutamos
de una institucionalidad democrática y de un Estado de derecho que urge defender. Es
necesario avanzar sin renunciar a lo que tenemos. Ninguna sociedad ha resuelto sus
problemas con menos democracia o sacrificando la libertad a cambio de un populismo
retrógrado, improvisado y autoritario.
Lectura recomendada
¡Votar o no votar… he ahí el dilema!

Carlos Cortés es escritor y periodista.