Al leer la Biblia encuentro que Jesús siempre invitaba a la gente a seguirle más que a escucharle, reconociendo como cristiano a quien se comportara como tal, y predicara más con el ejemplo que con palabras

Jorge A. Rodríguez Soto

El tema de la religión es de trato delicado, pues inspira pasiones, y llega a polarizar las discusiones. Pese a ello, creo que no tiene porqué ser así, y, en esencia, debería ser lo opuesto.

Como cristiano y científico-pensador, me pareció interesante dedicar unas líneas a exponer mis ideas sobre lo que constituye la esencia del ser cristiano.

Pese a la enorme diversidad de vertientes, la denominación cristianismo agrupa a los que creen en Cristo. Mi crítica suele radicar en que los diferentes puntos de vista tienden a transformarse en ideologías.

Y es que es importante distinguir entre ideologías e ideas. Una idea es un fenómeno vivo, que existe y se desarrolla con sus portadores; mientras que una ideología es la logia de una idea, es decir, estudiar a fondo la idea.

Desde mi perspectiva, la ideología es la disección de una idea, y para este punto suelen estar muertas las ideas, lo cual me me brinda punto de partida.

En la cultura hebrea se prohíbe darle un nombre a Dios, pues el nombre es más una imagen lingüística. Para esta cultura tienen nombre las cosas acabadas, y Dios no está acabado, está vivo y, por lo tanto, no puede nombrársele. El nombre es el principio para conocer el alma.

Desde allí, la ideología, al adoptar un nombre, ya es incorrecta; pues implica que la religión está acabada, muerta.

Entonces, ¿por dónde empezar a buscar la respuesta? Creo que en Jesús está la solución. Al leer la Biblia encuentro que Jesús siempre invitaba a la gente a seguirle más que a escucharle, reconociendo como cristiano a quien se comportara como tal, y predicara más con el ejemplo que con palabras.

En esta línea quiero rescatar 3 cosas: el amor, con quién nos relacionamos y la fe.

En primer lugar, Jesús predicaba sobre el amor, con sus palabras y actos.

Para esto un cristiano debe trascender el límite que identifica a los otros, y verlos como prójimos. Para cualquiera versado en ciencias sociales, la diferencia entre estas palabras es tajante. Un “otro” es alguien diferente y separado; un “prójimo” es un semejante, de hecho, la palabra viene de próximo.

Si Dios nos creó y ama a todos por igual, con qué derecho hemos de actuar diferente. ¿A qué padre no le agrada que amen y ayuden a sus hijos?

Por supuesto, eso nos incluye, ya que Dios también nos ama a nosotros, lastimarnos y menospreciarnos a nosotros mismos entra en esa denominación.

Entonces, para agradar a Dios, un cristiano debe amar a sus prójimos como a sí mismo. A como lo veo, eso implica intentar hacer todo lo posible por ayudar a los demás siempre mientras se trata de vivir plenamente.

Predicando por actos, pues “las palabras mienten, los hechos no”.

El segundo punto me lleva a las relaciones.

Muchas veces los devotos se congregan y juntan entre sí, y es bueno, pues son la iglesia. Pero un cristiano no se debería alejar de los no devotos; al contrario, un buen cristiano puede, e incluso debe, relacionarse con los que llevan una vida contraria a sus valores.

Y esto lo dice Jesús: “los que están sanos no tienen necesidad del médico, sino los enfermos”.

En conjunto con el punto anterior, para mí, un buen cristiano debe hacer todo lo posible por los demás, pensarlos cuando menos igual de importantes que sí mismo, y ser aún más amable con los que sean “malos”, pues son quienes más lo requieren.

Finalmente, me queda el punto de la fe.

Viendo a Jesús, comprendo que tenemos una idea incorrecta de lo que es la fe. La fe no debe tratarse como una esperanza, debe ser una certeza. Y no se trata de una certeza en que todo irá como deseamos siempre o que todo nos será favorable, sino una certeza en que Dios sabe qué hace, por qué nos colocó en determinados caminos, y que nos proveerá.

Así que, para mí, un cristiano es el que vive al servicio de Dios, y para hacerlo dedicará su vida, trabajo y obra a proteger lo que Dios ama. Lo que Dios ama es su creación: nosotros mismos. Y, aunque puede sentir que nada es lo que desea, tendrá fe en que Dios nunca le ha abandonado y que sabe por qué se han de vivir situaciones incómodas de cuando en cuando.

Creo que eso es lo que Jesús predicó con su vida, y solicitó quien se llamase cristiano que le siguiera en su camino.

Como dijo Jesús a Pedro: “Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam”, que significa algo como: “tu eres piedra y sobre piedra edifico mi iglesia”.

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Jorge A. Rodríguez Soto. Economista, escritor e investigador científico independiente.