Lo que me interesa es saber cómo vamos a ganarle al desempleo, la inequidad, los grandes problemas y desafíos en salud y educación, la corrupción, el déficit fiscal y otros etcéteras que nos están arrinconando

Confesión del ciudadano-elector que escribió estas líneas: la primera de las preguntas del título ha dejado de interesarme tanto, mientras que la segunda cobra cada vez mayor importancia.

Leer en las redes sociales un sinfín de veredictos en torno a cuál candidato se impuso en el intercambio y confrontación de ideas no pasa de ser, para mí, un ejercicio ameno y entretenido, mas no verdaderamente relevante en la ruta razonada y escéptica hacia las urnas electorales.

Y es que, con contadas excepciones, encuentro en dichas opiniones más sesgos y pasiones que argumentos sustentados. Claro, no podría ser de otra manera pues se trata de una tribuna popular (algo que habla muy bien de la libertad de expresión que prevalece en nuestro país) y no de una cátedra especializada.

No tengo por qué ponerme intelectualmente exquisito en Facebook o Twitter cuando de ojear puntos de vista -por lo general, predecibles- se trata. A veces lo hago con espíritu de divertimento, tan solo para verificar si acerté con lo que supuse que Fulano o Sutana iban a ‘postear’.

En todo caso, siempre fisgoneo en los comentarios, pero procurando tomar prudente distancia de cada uno de ellos, como quien escucha múltiples posiciones deportivas en un programa de radio o en la barra de un bar, y agradeciendo en silencio los aportes que de alguna u otra manera me invitan a pensar.

Todo lo contrario ocurre en mi caso con la segunda interrogante del título de este artículo: ¿qué gané yo con el debate?

Observo los pulsos entre candidatos porque busco luz en medio de un sombrío panorama económico y social.

El hecho de sentarme cómodamente a ver un debate entre aspirantes a la Presidencia y sabiendo que al final voy a plantearme dicha pregunta, me prepara para escuchar las diversas respuestas y réplicas con la actitud abierta de quien desea conocer, aprender y expandir visiones y horizontes, en lugar de casarse a priori con gustos y prejuicios.

Tal es la vacuna que me pongo para tratar de no descartar de antemano lo que digan aquellos candidatos con los que no suelo coincidir en materia de posiciones, decisiones o actuaciones.

En mi modesta opinión, es poco lo que puedo ganar en un debate si lo observo única y exclusivamente junto a don Prejuicio, doña Sesgo, don Odio y doña Veneno; en honor a la verdad, esas personas siempre me acompañan -¡al fin y al cabo soy un ser humano!-, por lo que invito también a don Apertura, doña Reflexión, don Análisis y doña Cabeza Fría.

¿Por qué veo los debates? Para formar criterio, sacar mis propias conclusiones, tomar decisiones por mí mismo, acudir a las urnas electorales con sentido de responsabilidad, no dejarme llevar por el “¿A dónde vas Vicente? ¡Al ruido de la gente!”

Observo esas contiendas porque busco luz en medio de un sombrío panorama económico y social. No me interesa saber quién ganó, sino cómo vamos a ganarle como país al desempleo, la inequidad, los grandes problemas y desafíos en salud y educación, la corrupción público-privada, el déficit fiscal y otros etcéteras que nos están arrinconando.

¿Quién ganó el debate? Me tiene sin cuidado. ¿Qué gané yo con el debate? En esto me enfoco ahora como ciudadano-elector.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector de El Financiero
Consultor en Comunicación