¿Cómo podemos practicar la inclusión social al relacionarnos con personas con discapacidad? Este artículo brinda 5 respuestas

Ivania Vega Montero

A quienes tienen a su alrededor personas conocidas, amistades, familiares u otras con alguna condición de discapacidad, les resulta natural relacionarse con ellas, comprender sus necesidades y el apoyo que les pueden brindar. Sin embargo, ¿qué pasa cuando la relación con estas personas no es tan cercana, pero convivimos con ellos y ellas? ¿Sabemos cómo actuar?

Al coincidir en el mismo espacio con una persona con discapacidad, es natural sentir temor o confusión a causa del desconocimiento sobre su condición. Es posible sentir miedo a preguntar si requiere ayuda o sentir temor a decir algo que resulte inconveniente o incómodo.

Estas situaciones limitan la inclusión social de personas con discapacidad resultando en relaciones de menor interacción y calidad, que no fortalecen valores como la empatía, el respeto y la solidaridad.

Según la Organización Mundial de la Salud, la discapacidad puede entenderse como una condición del ser humano que, en forma general, abarca problemas que afectan a una estructura o función corporal, dificultades para ejecutar acciones o tareas, y restricciones para relacionarse y participar en sociedad. Este concepto, contempla la discapacidad como un reflejo de la interacción entre las características del organismo humano y las características de la sociedad en la que vive.

El contexto social es un factor determinante en la discapacidad de una persona, puesto que a menudo enfrentan múltiples barreras que limitan su participación e inclusión social. Entre las barreras más comunes se encuentran: de acceso físico, acceso al transporte público, acceso a tecnologías de la información y comunicación, acceso al empleo, acceso a la política, acceso a cultura, barreras sociales y actitudinales.

Se considera que las barreras actitudinales tienen mayor relevancia, puesto que constituyen prejuicios, discriminaciones y actitudes poco favorables para la inclusión social, a la vez que contribuyen a reforzar otras barreras. Algunos ejemplos de cómo se presentan las barreras actitudinales son:

  1. Desconocimiento: la falta de experiencias o vivencias con personas con discapacidad puede generar inseguridad y actitudes de rechazo.
  2. Indiferencia: tener pasividad ante las situaciones y barreras que enfrentan las personas con discapacidad, las convierte en personas invisibles.
  3. Prejuicios: existen juicios e ideas preconcebidas basadas en estereotipos sobre la discapacidad.
  4. Sobreprotección: esta puede dificultar el aprendizaje, así como el desarrollo personal y profesional de las personas con discapacidad.
  5. Discriminación: puede manifestarse en un trato diferente y perjudicial.

Estas actitudes pueden ser conscientes o inconscientes, derivadas de un prejuicio explícito o no, se encuentran arraigadas culturalmente y suponen formas de comportamiento que inhiben, frenan, oprimen, o impiden el pleno acceso a los espacios y actividades de las personas con discapacidad.

Reconocer que existen barreras actitudinales permitirá comprender como estas atraviesan las creencias, ideas, sentimientos y emociones. Partiendo de este reconocimiento, podemos ser conscientes de las actitudes propias y transformarlas para establecer relaciones incluyentes, constructivas y cooperativas.

La inclusión social busca fomentar y garantizar que todas las personas disfrutemos de un mundo más equitativo y respetuoso frente a las diferencias, a través de las prácticas de convivencia. Considerando esta afirmación, es válido preguntarse ¿cómo podemos practicar la inclusión social al relacionarnos con personas con discapacidad? A continuación, comparto acciones a poner en práctica para fomentar la convivencia e inclusión:

  • Utilizar el término correcto: eliminemos de nuestro vocabulario palabras como minusválido, discapacitado o personas con capacidades diferentes. El termino con el cual se busca eliminar prejuicios y conceptos estereotipados es Persona con Discapacidad.
  • Aprender a aceptar diferencias: la actitud nos define más que una condición. La diversidad no debe ser percibida como un problema sino como un aspecto enriquecedor para todas las personas y para la sociedad.
  • Derribar mitos sobre la discapacidad: alexistir mitos y falsas creencias sobre las personas con discapacidad, es necesario informarse correctamente y trasmitir información veraz que ayude a comprender el significado de discapacidad e inclusión.
  • Centrarse en la persona: valoremos la persona que tenemos en frente y no su condición, de esta forma, podemos ver a la persona como es y la discapacidad será solo una diferencia.
  • Evitar tratos condescendientes: la discapacidad no implica incapacidad. El trato hacia las personas con discapacidad, debe ser el mismo que el de cualquier otra persona, con naturalidad, amabilidad, empatía y respeto.

Promover las buenas prácticas de convivencia e inclusión social, contribuye a generar espacios de seguridad, confianza, bienestar y, sobre todo, hace posible tomar acciones para mejorar las condiciones de las personas que integran la sociedad, proporcionándoles oportunidades y reconocimiento por lo que son.

En la medida en que respetemos y comprendamos a las personas con discapacidad, reconoceremos las diferencias como una oportunidad para convivir y compartir. La diversidad nos enriquece como sociedad y no es admisible convertir la diferencia en desigualdad social.

REFERENCIAS:
Jaffé, L. & Saint-Marc, L. (2006). Las diferencias. Guía para ser un buen ciudadano. ¿De verdad somos tan diferentes? ¿Por qué nos asustan las diferencias? Madrid. San Pablo.
Ministerio de Inclusión Económica y Social (2018) Mejorando nuestra convivencia en la familia. Plataforma Gubernamental de Desarrollo Social. Quito, Ecuador.
Organización Mundial de la Salud, OMS (2001). CIF: Clasificación Internacional del Funcionamiento de la Discapacidad y de la Salud. OMSYudkin Suliveres, Anita (2007). Aprender a convivir: Principios y pautas en torno a por qué, para qué y cómo construir cultura de paz. Revista Profesional, 21 (1).

Ivania Vega Montero tiene una licenciatura en Psicología por la Universidad de Costa Rica y una maestría en psicología Industrial y Organizacional, por la Universidad Latina de Costa Rica. Es la Coordinadora de Vida Estudiantil en la Universidad Castro Carazo.