Superando la supervivencia
Debemos aprender del pasado, sin quedar atrapados en él, las cosas cambian al igual que los contextos
Jorge A. Rodríguez Soto
En el título se expresa claramente la idea que me gustaría transmitir. Muchas veces los contextos y situaciones nos obligan a actuar de determinadas formas; como una respuesta natural a lo que está ocurriendo, como una forma de protegernos o proteger cosas o seres que nos importan. Esto es perfectamente justificable y razonable, nadie puede ser juzgado por ello.
El problema que he observado innumerables veces, en muchas personas e incluso en mí mismo, es que estos comportamientos o actitudes se mantienen incluso cuando la situación que los originó ya terminó. Y, por lo común, los comportamientos y actitudes que funcionan en contextos extremos no suelen ser adecuados en el día a día, por muy razonable que pueda ser su origen.
Allí radica el dilema, muchas veces aquello que nos ayudó en un momento particular nos puede encadenar a ese momento, por más tiempo del deseado o necesario.
Debemos aprender del pasado, sin quedar atrapados en él, las cosas cambian al igual que los contextos. Lamentablemente, una de las consecuencias de quedar atorados con prácticas, actitudes y pensamientos de épocas pasadas es repetirlas.
Muchas veces al temer o tratar de evitar algo creamos las condiciones para que ocurra nuevamente. Hacemos de nuestra vida una profecía auto-cumplida.
Este asunto es tan crucial y transversal a la vida humana que aparece en todos los niveles imaginables. Aparece en las relaciones de pareja o amistad, cuando la desconfianza ante eventos pasados termina por arruinar las nuevas relaciones o amistades.
También, al luchar contra la pobreza, muchas actitudes o prácticas necesarias para sobrellevar la vida en pobreza atan a las personas a ella. Otro ejemplo conocido es el de las personas que pasan por experiencias traumáticas como una guerra o situación violenta.
En general, el contexto nos obligó a ser lo que fuimos, el problema es que el temor nos estanque allí. Ante estas situaciones se debe hacer un llamado al valor. Efectivamente, no hay garantía de que todo vaya a ser diferente o mejor, pero sin cambios sí se tiene garantía de que todo será igual.

Se debe apostar por un presente mejor, de lo contrario se tendrá un pasado, presente y futuro igual. Recordando a Sartre, “somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros”.
El miedo es parte de nuestra naturaleza, nunca desaparece, pero no debe ser un freno al desarrollo de nuestra vida. Con o sin miedo, igual viviremos e igual moriremos.
El miedo no tiene por qué ser paralizante o incapacitante, podemos utilizar el miedo como guía, para identificar nuestras debilidades, enfrentarlas y mejorar.
Me temo que muchas veces las personas temen más a pensar que las cosas podrían ser diferentes, que a que sean iguales.
Como en el relato de caja de pandora, la esperanza puede causar más dolor que los hechos, quizás para muchos sea más fácil renunciar a la esperanza y huir, que confrontar la realidad e intentar construir una vida mejor.
Nadie es inmune a esto, nadie puede escapar de sus pasiones, palabra que etimológicamente deriva de padecer. No se puede escapar de lo que se lleva adentro, pero se puede trans-formar, darle un nuevo contenido y sentido, recuperando nuestras vidas.
Si nos diéramos cuenta de que las consecuencias del miedo suelen ser mucho mayores a las del riesgo, definitivamente llevaríamos vidas más plenas.
Cierro recordando una frase Khalil Gibran, “y Dios dijo, ama a tu enemigo, y yo le obedecí y me amé a mí mismo”.

Jorge A. Rodríguez Soto
Investigador científico, economista y escritor independiente
jorgeandresrodriguezsoto@gmail.com