¿Quién no ha entonado alguno o varios de esos estribillos que componemos para intentar adormecer a un mundo que nos roba el sueño?

Repetida como un cántico infalible, la teoría de “la mano invisible” es una de esas nanas que no reflejan toda la verdad, pero pueden hacernos sentir mejor

La pregunta del título no alude a las nanas con las que se arrulla a los bebés, sino a las “canciones” con las que intentamos adormecer a la realidad en un mundo tan incierto…

Esos cánticos teóricos, tonadas académicas y estribillos analíticos que nos alegran los oídos y aprendemos y repetimos de memoria en parte porque nos dan paz en medio de un entorno que tiende a desvelarnos.

A ese tipo de “canciones de cuna” se refiere el economista venezolano Ricardo Hausmann en un artículo de opinión que publicó el periódico La Nación el sábado pasado: ¿Están los economistas enamorados del amor duro?

Este experto, director del Centro para el Desarrollo Internacional, estuvo en nuestro país en mayo del 2015, ocasión en la que participó en el foro ¿Cómo impulsar el crecimiento económico y el empleo en Costa Rica?, organizado por la Academia de Centroamérica.

De acuerdo con este profesor de Economía del desarrollo en la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard, dichas composiciones de cuna forman parte de la narrativa que construimos para tratar de comprender un entorno confuso y ambiguo.

Advierte que puede que las historias que contamos (y cantamos) en torno a los acontecimientos no reflejen la realidad, pero nos hacen sentir mejor (algo así como lo que experimentaban los habitantes de la antigua Grecia con sus mitos).

Pone como ejemplo la famosa teoría de “la mano invisible”, elaborada por el economista británico Adam Smith (1723-1790) y que sostiene que la libre competencia es la mejor manera de funcionar de la economía, ya que las posibles contradicciones y problemas sistemáticos que las leyes del mercado crean pueden tener solución por “la mano invisible” del sistema.

Apunta Hausmann que de acuerdo con ese concepto (o cantaleta, esto lo digo yo) “la mano invisible” distribuye los recursos productivos de tal modo que se privilegie a los más hábiles para generar riqueza y se expulse del mercado a los menos capaces.

¿Quién no ha entonado una o varias “canciones de cuna” para intentar adormecer a la realidad en un mundo tan incierto?

El uso y apego excesivo a esa “canción de cuna” es lo que este economista venezolano denomina “el amor duro”, pero en su opinión es posible que lo que la realidad demanda es “un amor más tierno”: el de la solidaridad con los rezagados, los llamados perdedores; es decir, una política que allane -para los menos privilegiados- el camino de acceso a la tecnología y a los mercados.

Nos recuerda, en ese sentido, que las reformas agrarias del este de Asia fueron exitosas porque no solo asignaron recursos a los productores considerados más capaces, sino también a muchos agricultores a los que “la mano invisible” quizá habría excluido de la fiesta.

Celebré el párrafo en el que Hausmann, autor de varios libros, advierte a sus colegas economistas que cantar tantas veces las “canciones de cuna” conlleva el riesgo de que exista un divorcio entre las melodías y la realidad. Las teorías también desentonan.

Más gozo me produjeron las líneas en las que plantea la posibilidad de que tal vez haya resultados negativos que no obedezcan a una falta de disciplina, sino que son consecuencia de “la falta de solidaridad y preocupación por los que menos tienen”.

Disfruté mucho la lectura de ese artículo pues tienden a cansarme las “canciones de cuna” que algunos interpretan con frecuencia con tono de dogma y sin entonar las notas de la solidaridad. El pentagrama de la realidad no es tan sencillo como un do-re-mi.

Esas nanas tan perjudiciales a la hora de interpretar el mundo están presentes no solo en el quehacer económico, sino también en el periodístico, político, sociológico, teológico, filosófico, histórico… De los estribillos de las “verdades absolutas” no escapan la administración de justicia, las relaciones internacionales, las luchas por la equidad en múltiples campos, las interacciones humanas, etcétera.

La vida está llena de “canciones de cuna”. ¿Quién no ha entonado alguna o varias para intentar adormecer a la realidad en un mundo tan incierto?

Quien esté libre de pecado, que tire el primer pañal.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector del periódico El Financiero
Consultor en Comunicación