Podemos cambiar las dinámicas en familia para promover acciones que rescaten las habilidades sociales y cognitivas de las personas nuestro cargo

Por Karen Acuña Picado (*)

Durante estos últimos meses ha sido normal dejar un espacio extra en nuestra mesa durante el almuerzo para un invitado ya no tan especial: el noticiario.

Hemos tenido que acostumbrarnos a tener en ese espacio que con tanto anhelo esperamos durante el día, información sobre hallazgos que nos alientan o, por el contrario, nos hacen perder el apetito, tal y como lo provocaron las autoridades educativas al comunicar una de las noticias más recientes respecto a la continuidad e integridad de nuestro proceso educativo.

Al analizar el comunicado del Ministerio de Educación Pública, que se encuentra en los diferentes medios de prensa, se lee entre los enunciados la frase “Interrupción del ciclo lectivo”. La suspensión de la actividad educativa es lo suficientemente desalentadora; interrupción es devastador. Es como cuando un niño está recibiendo ayuda de sus familiares y esta se  interrumpe, sin previo aviso. No debería ser una interrupción del ciclo escolar, sino una decisión orientada a acciones concretas y factibles a la realidad de nuestros estudiantes.

La costumbre nos hace pensar que esta interrupción conlleva solamente una pausa en la labor docente, o en el proceso de aprendizaje de contenidos. Este es un tema frecuente en las conversaciones de las familias quienes forman parte de la comunidad educativa. Sin embargo, es necesario recordar, que los y las aprendientes, sin necesidad de especificar edad, también aprenden habilidades sociales cuando interactúan con sus compañeros y compañeras a través de las experiencias que los y las docentes proponen día a día.

Según el Foro Económico Mundial en su tercera entrega llamada Informe sobre el futuro del empleo (2020), se nos indica que el pensamiento y análisis crítico, la resolución de problemas complejos, liderazgo e influencia social, la creatividad, originalidad e iniciativa, entre otras, serán aquellas habilidades requeridas por las personas empleadoras para el año 2025. Ahora bien, si valoramos el dominio de dichas habilidades de los y las estudiantes dentro del contexto de la pandemia, se hace más evidente la brecha existente entre los que tienen acceso a una formación privada quienes continúan con su ciclo lectivo regularmente, y aquellos que tienen acceso a la formación pública.

Por lo anterior, dadas las circunstancias actuales, además de preocuparnos solamente por el abordaje de contenidos de las materias, deberíamos preocuparnos – y ocuparnos también – de la carencia de escenarios idóneos promovidos en los centros educativos, tanto en entornos físicos o virtuales, para que las personas desarrollen y potencien estas habilidades para que eventualmente tengan un desempeño laboral favorable, atrayendo su bienestar social, económico y personal. Para ello, podemos centrarnos en acciones concretas que inviten nuestros y nuestras estudiantes, a participar de espacios que les permitan conocerse y crecer ante la presencia de situaciones que los reten a nivel social.

“Conversar, intercambiar ideas, escucharse de forma intencionada, contribuye en la formación de personas empáticas, solidarias y capaces de brindar un consejo”.

Karen Acuña Picado, Gestora Pedagógica desde el Laboratorio de Aprendizaje de la Universidad Castro Carazo.

Un ejemplo de oportunidad que podríamos considerar, es hacer partícipes a los niños y niñas y/o adolescentes, de las reuniones familiares para que formen parte de la toma de decisiones. Usualmente, este proceso se adjudica solamente a los y las adultas, pero podríamos crear un espacio para escucharles, pedirles que realicen sus propuestas y al mismo tiempo, conceder algún grado de compromiso necesario según el acuerdo. Esta actividad les ayudará a aumentar su seguridad, su valor dentro del núcleo familiar, además de promover espacios de comunicación donde se facilite brindar opiniones, deseos e ideas de forma respetuosa.

Otra opción, es involucrarlos en actividades rutinarias como lo es la elaboración del menú semanal o en la lista de compras. Desde la identificación de los alimentos necesarios, hasta la creación del presupuesto para invertir en dicha actividad. Esto les dará la oportunidad de reconocer el valor del dinero y los alimentos, asociado a la capacidad de organización y creatividad, que dichas actividades requieren.

De igual forma, podemos procurar modelar una adecuada gestión emocional cuando leemos nuestras redes sociales, o bien cuando recibimos noticias desafortunadas. Si consideramos estos momentos valiosos, podremos usarlos para conversar, intercambiar ideas, escucharse de forma intencionada, colaborando de esta forma, en la formación de personas empáticas, solidarias y capaces de brindar un consejo.

De igual importancia, es válido generar espacios de juego e interacción con otras personas, porque así como era posible conectarse de forma virtual para aprender, también pueden crearse espacios para que los acuerdos sociales trasciendan a su rutina escolar.

Una videollamada con amistades o familiares puede también generar experiencias significativas que brindan oportunidades de crecimiento para desarrollar, o bien para fortalecer las relaciones y conexiones afectivas.

La interrupción escolar es un hecho que no podemos alterar, pero sí podemos cambiar la dinámica en el hogar para promover acciones que rescaten las habilidades sociales y cognitivas de las personas nuestro cargo, favoreciendo así al bienestar social presente y futuro de niñez y adolescencia.

Karen Acuña es una profesional que cuenta con formación y experiencia en las áreas de preescolar, enseñanza del inglés, administración educativa y currículo. Actualmente, se desempeña como Gestora Pedagógica desde el Laboratorio de Aprendizaje de la Universidad Castro Carazo.