Los afrodescendientes varones tenían un valor de 250 pesos y las mujeres de 350, éstas eran más caras porque –por lo general- venían acompañadas de uno o dos hijos

Por Pedro Rafael Gutiérrez Doña

Hablar de esclavitud en nuestros días es recordar una de las páginas más oscuras de la historia de la humanidad. Los abusos y atrocidades cometidos contra los afrodescendientes por las naciones mas prósperas en la actualidad llevan atadas al presente las vergonzosas cadenas y el imborrable oprobio causado a millones de víctimas en un pasado cercano.

Fue en 1518 cuando inició este cruel negocio, simultáneamente cuando los blancos colonizaban y se repartían gran parte de sus botines territoriales.

Ya para 1540 habían sido importados a las Indias occidentales -como se conocía a América en ese tiempo-, diez mil afrodescendientes por año. Nadie sabe a ciencia cierta cuántos esclavos cruzaron el Atlántico, aunque un cálculo por lo bajo da una cifra de unos quince millones.

Pero no solo los afrodescendientes eran una mercancía; también blancos indigentes, criminales y millares de niños secuestrados, condenados a ser vendidos por un espacio de tiempo y otros, para toda su vida.

Si bien es cierto la esclavitud en Costa Rica no fue a gran escala, esto fue debido a lo reducido de su población y al exiguo comercio que existía en ese entonces. Sin embargo, los afrodescendientes fueron usados como mercancía al ser vendidos en unos casos para trabajar en el cultivo de cacao y tabaco, y, más sutilmente, eran entregados como dotes en preciados matrimonios a las familias pudientes de la alta sociedad, especialmente en hogares de Cartago.

En un estudio publicado por la Revista del Pensamiento Centroamericano en 1976, elaborado por los catedráticos John N. Riismanole y James H. Levitt de la Universidad de Potsdam en Alemania, aparece información de esclavos en Costa Rica importantes de mencionar.

En dicho documento llamado Un estudio cuantitativo de algunos aspectos de la esclavitud en Costa Rica en tiempos de la colonia, se señala que de 1607 a 1824 hubo en Costa Rica unos 2.480 esclavos afrodescendientes, distribuidos de la siguiente manera: Cartago (la capital en aquel entonces) tenía 2.226; Alajuela, 6; Guanacaste 26; Heredia, 126, y San José 60.

Los afrodescendientes varones tenían un valor de 250 pesos y las mujeres de 350, éstas eran más caras porque –por lo general- venían acompañadas de uno o dos hijos; además ,como señala Daniel P. Mannix y M. Cowley en la Historia de la trata de negros, “las esclavas son preferibles de noche a las muchachas inglesas; son más apasionadas y más accesibles…” citan los historiadores.  

Los afrodescendientes entre 18 y 30 años trabajaban en el cultivo del cacao y las afrodescendientes eran dadas como dotes cuando había un matrimonio en la alta sociedad. Por su parte, comprar un bebé de un mes tenía un precio de 50 pesos en 1752.   

En 1824 es abolida la esclavitud en Centroamérica y Costa Rica se prepara en 1870 para la “importación” de afrodescendientes de Jamaica para la construcción del ferrocarril.

“Con el paso del tiempo, las mezclas entre afrodescendientes, blancos e indios dio origen a la esclavitud criolla, disminuyendo la importación de africanos del Congo, Angola y los Minuanos”.

Pedro Rafael Gutiérrez Doña, periodista

Fue en la embarcación llamada “Lizzie” donde un 20 de diciembre de 1870 llegó a Limón “la mercancía” con unos 123 esclavos afrodescendientes, los que harían el trabajo duro para la construcción de la nueva vía ferroviaria. Por lo general, los esclavos viajaban encadenados en las embarcaciones y hacían sus necesidades fisiológicas en esa condición, arrastrando tras de sí un hedor que era sentido en las poblaciones costeras como señal de que había llegado barco con esclavos, según nos relatan Mannix y Cowley.

Como parte del comercio que se realizaba en el país en el período comprendido entre los años 1607 a 1850, los esclavos eran usados en diferentes transacciones de la sociedad como eran las realizadas en cartas de venta, su participación en testamentos como objetos de herencia, escrituras de donación, hipotecas, certificados de cambio y contratos de arrendamiento, típicos de la imposición legalista de la sociedad colonial.

Dada la naturaleza comercial de Costa Rica, esta vino a jugar un papel importante a la hora de importar los esclavos, siendo en su gran mayoría hombres entre los 16 y los 30 años, considerado este margen de edad, como el más óptimo para realizar los trabajos. Esta decisión de importar una mayor cantidad de esclavos hombres vino a verse reflejada en los porcentajes en un 43% en edad productiva, mientras que en las mujeres representaba un 39% del total de mujeres importadas.

El costo de los esclavos en edades productivas lo encabezaban los hombres con un valor de 333 pesos, seguidos por las mujeres en plena juventud que valían 297 pesos y figuraban además en este indicador los mulatos, quienes se cotizaban con el precio más bajo de 268 pesos.

Por otra parte, la doctrina colonial vino a legislar en cuanto al color de los esclavos y a las mezclas de las razas, clasificando unos veinticinco nombres para colores diferentes, sin que esto significara que había la misma cantidad de mezclas. Además que muchas mezclas, eran nombradas con el mismo nombre clasificado. 

Esta doctrina del color y de la mezcla racial tenía como objetivo definir el lugar que ocuparían en la sociedad y de la mano, disfrutar de los beneficios que incluía su ascendencia racial.  Uno de estos beneficios consistía en que un afrodescendiente con dinero podía comprar un certificado del gobierno que lo declaraba blanco. Esta doctrina del color vino pues a dividirse en tres categorías fundamentales: Negros, Mulatos (blaco/negro) y los mezclados con indios; en este último grupo además se incluían los (negro/indio ó blanco/indio)

Con el paso del tiempo, las mezclas entre afrodescendientes, blancos e indios dio origen a la esclavitud criolla, disminuyendo la importación de africanos del Congo, Angola y los Minuanos y por efecto el precio de los esclavos ya no era el mismo. 

Unido a eso, el auge en la producción y cultivo del cacao como el principal rubro de exportación decayó, desestimulando así la importancia de la mano de obra afrodescendiente en las plantaciones. Fue a partir de 1824, cuando se abolió la esclavitud en Centroamérica, que se enfrió el negocio. Muchos afrodescendientes huyeron a Nicaragua atraídos por la expulsión dada al filibustero William Walker y que dio al traste con su plan de imponer la esclavitud en Centroamérica. Otro importante grupo fueron dados por herencia y un grupo no menos importante recibió los apellidos de sus amos y fueron emancipados.

Es a partir de 1850, hace apenas 161 años, que el afrodescendiente como tipo racial distinto desaparece de Costa Rica y logra -después de años de sufrimiento- integrarse a la sociedad como cualquier otro ciudadano, luego de romper las cadenas de la esclavitud y la cruel explotación.

Pedro Rafael Gutiérrez Doña es periodista