“Para los que creemos que la esencia del significado del vocablo Dios involucra una valiosa diversidad, el pluralismo religioso es una verdadera bendición”.

Por Ericka Zumbado (*)

El discurso sobre Dios ha sido el plato fuerte en reflexiones en la cual se han visto involucradas diferentes disciplinas a través de los siglos. Las personas humanas han creado religiones y sectas para tratar de comprender el mensaje divino. Como humanidad, contamos con una herencia de tratar de explicar el significado de la palabra Dios. 

Muchos y de forma muy conveniente, se defienden con un discurso sectario donde encasillan el concepto de Dios dentro de una iglesia determinada, la cual proclama tener la verdad absoluta.  Es comprensible que para los que abanderan ese discurso, el pluralismo religioso puede verse como una maldición.

Los símbolos que producen significados sobre lo divino dependen del contexto cultural en el que se crea, se manifiesta y se vive. Para los que creemos que la esencia del significado del vocablo Dios involucra una valiosa diversidad, el pluralismo religioso es una verdadera bendición.

He tenido el privilegio de viajar por los cinco continentes del mundo.  Recuerdo la devoción con la que una mujer rezaba de rodillas en la Basílica de San Pedro, se me mezcla la imagen con la de un monje vestido de color naranja dando una bendición en Angkor Wat, Camboya, y el olor a incienso de los templos shinto en Japón. 

Recuerdo el melodioso canto entonado varias veces al día en Dubái y en Marruecos haciendo un llamando a la oración (la adhan).

“La gente consumida en las aguas del río Ganges con la fe puesta en la creencia de la purificación invita a querer comprender más”.

Ericka Zumbado, teóloga.

A la vez, está grabada en mi mente la historia de la creación que se representa en la roca sagrada de Uluru en Australia, diferente a aquella del Génesis.

La serpiente emplumada tallada a lo largo de diferentes templos mayas de la península de Yucatán, México, revindica el simbolismo del reptil bíblico. Recuerdo el lienzo en una representación de la santa cena en una iglesia de Perú, donde tenían un cuy como plato principal en la mesa en medio de los apóstoles.

En India, pude ver como casi a diario había fiestas y peregrinaciones con música dirigiéndose a los templos para adorar a diferentes dioses. La gente consumida en las aguas del río Ganges con la fe puesta en la creencia de la purificación invita a querer comprender más.

Vi a un niño en Varanasi con su uniforme bien planchado detenerse un momento frente a un pequeño altar de Ganesha, quizás oraba por su familia o por el buen resultado de un examen. El pequeño, iba rumbo a la escuela con su mochila, al lado estaba una venta de madera para los crematorios cercanos, mientras que a los cuantos metros estaba un pequeño restaurante del cual emanaban aromas deliciosos. ¿Cómo no pensar que ahí en esos escasos 200 metros cuadrados no se percibe lo que nos hace realmente humanos?  Vida, miedos, alegrías, fe y muerte coexistiendo a diario. 

Fue ahí, en India, donde una joven, entre henna y té, me preguntó: “¿cuál es tu dios favorito?”  Y un poco contemplativa le respondí: “todos, todos los dioses son mis favoritos”.

Me alegra que no me haya preguntado sobre la institucionalización de lo divino; mi respuesta habría sido menos positiva y más compleja.

* Ericka Zumbado. Teóloga deseosa de un mundo justo, apasionada por los viajes, las diferentes culturas, el buen vino y el café. Fiel escucha de las enseñanzas de la naturaleza, ama la radio y las páginas de los libros.