¿Por qué razón, si se habla tanto de la educación como factor de promoción social, no emprendemos una auténtica transformación de la educación pública?

… La hija de la costurera era compañera de clase del hijo del abogado…

… el primogénito del diputado se sentaba en el pupitre situado junto al que ocupaba el cumiche de la señora que lavaba y planchaba ropa de otros…

… la niña del dueño del almacén y el chiquillo del pulpero aprendían a leer en la misma aula…

Y así sucesivamente…

De ese modo, la hija de la costurera almorzaba con frecuencia en la casa del hijo del abogado.

Asimismo, el cumiche de la señora que lavaba y planchaba ajeno estrenaba zapatos gracias a la generosidad de la familia del diputado.

De igual modo, el chiquillo del pulpero recibía con los brazos abiertos los libros y cuadernos que le regalaba el propietario del almacén.

Y así sucesivamente…

Eran los años en que, en materia de educación, Costa Rica era una sola a pesar de las diferencias. La solidaridad y la generosidad formaban parte de las lecciones de cada día.

De repente perdimos ese valioso y necesario punto de encuentro que le permitía a la población tener una visión más completa de las diversas realidades del país.

De ese país formó parte don Manuel, un diestro pintor de óleos que me contó hace algunos años que él, hijo de una señora que planchaba ropa de varias familias adineradas con una plancha de carbón, le ayudaba a entender las matemáticas escolares al hijo de un médico herediano.

“Así, con esta cara de puesto al camino que usted me ve, yo era bueno para las matemáticas. Y ya ve, salía premiado porque en aquella casa me invitaban a almorzar casi todos los días y además me regalaban zapatos nuevos para ir a la escuela; ¡imagínese, yo que era un carajillo acostumbrado a andar descalzo, a pura pata pelada, estrenaba unos caites que mamá no hubiera podido comprarme”, me dijo.

Es la misma Costa Rica que retrata un libro con la historia de la Escuela Buenaventura Corrales, el cual se encuentra en un lugar de mi biblioteca, de cuya ubicación no logro acordarme.

Dicha obra registra los nombres y apellidos de muchas generaciones de alumnos del Edificio Metálico, lo cual permite ver, ¡y añorar!, aquella nación en la que estudiantes de muy diversas realidades sociales y económicas convergían, compartían y se sensibilizaban en las mismas aulas.

Pero de repente perdimos ese valioso y necesario punto de encuentro que le permitía a la población tener una visión más completa de las diversas realidades del país. Desigualdades y disparidades han existido siempre -y seguirán existiendo- en la historia de la Humanidad, pero al menos antes contábamos con una nación en la que escuelas y colegios aportaban per se una mayor diversidad de piezas para intentar armar juntos el complejo rompecabezas de la realidad.

Hoy día los distintos grupos sociales de nuestro país ya no se encuentran en las aulas de escuelas y colegios; no estudian, conversan, juegan, almuerzan, ríen, lloran, cantan, bailan juntos. Ahora se impone la separación del agua y el aceite; las múltiples versiones de Costa Rica caminan por sendas separadas, lo cual se acrecienta con el desempleo y el creciente costo de la vida, así como con la indiferencia de algunos y los discursos que promueven el odio y el resentimiento.

Algunos dicen que el fútbol es uno de los nuevos puntos de encuentro. Puede ser, pero muy limitado, pues lo que se veía en los estadios en la época prepandemia eran interacciones entre los mismos: los de gradería de Sol con sus iguales, lo mismo que en Sombra, Platea y Palco. Además, se trataba de relaciones de apenas noventa minutos por semana, nada profundas como para comprender al otro.

¿Contamos hoy día con puntos de encuentro (al menos uno) que nos permitan no solo percibir, sino realmente entender y apoyar al otro, a los otros con aquel nivel de calado que había en las escuelas?

Ya que resulta utópico e ilusorio pensar en un retorno a aquellos años, ¿no deberíamos por lo menos hacer un esfuerzo serio, responsable y sostenible por cerrar la enorme brecha educativa que hay entre las distintas Costa Rica? No hablo de bajarle el piso a los que están arriba, sino de subir el nivel de quienes están abajo.

¿Por qué razón, si se habla tanto de la educación como factor de promoción social, no emprendemos una auténtica transformación de la educación pública? Me gustaría ver al país dándole a este tema la preponderancia que merece; sí, pasar de los diagnósticos a los hechos.

¿O vamos a distanciar aún más a la hija de la costurera del hijo del abogado, al primogénito del diputado del cumiche de la señora que lava y plancha ropa de otros, y a la niña del dueño del almacén del chiquillo del pulpero?

No es este un tema para abordarlo con discursos retóricos en una u otra dirección, sino con acciones concretas.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector del periódico El Financiero
Consultor en Comunicación