¿Quién dice que no es hora de someter a un examen serio, profundo y honesto mitos, creencias, idearios, verdades y certezas? ¿Quién dice que este es un ejercicio solo para partidos políticos?

Desde que conocimos los resultados de la segunda ronda electoral realizada el 3 de abril, el tema político ha sido plato fuerte en todas las conversaciones en que he participado entre sorbos de café, la hora del almuerzo, visitas familiares, reuniones de trabajo, encuentros casuales, llamadas telefónicas. Sin embargo, el sábado anterior no ocurrió lo mismo…

Ese día acompañé a mi hermano Alejandro a un bello rincón de la zona rural costarricense que no conocía: San Antonio Abajo de Puriscal, en donde él entrevistó a una cálida y esforzada familia campesina como parte de un proyecto cultural que está realizando.

Me reservo los nombres y apellidos de esas personas pues, como no tenía en mente escribir una nota sobre ellos, no les pedí autorización para revelar sus identidades. No fue sino hasta ayer que se me ocurrió compartir unas cuantas líneas sobre lo vivido en una comunidad donde es frecuente escuchar el canto de los gallos, la música de las carretas tiradas por bueyes y el crepitar de la leña en los fogones.

Se trata de un vecindario con calles de tierra, bosques, cercas con itabos, galerones cargados de madera, corredores de casas repletos de macetas, chimeneas de latón y cinco trapiches que han logrado sobrevivir.

En el hogar mencionado estuvimos prácticamente toda la mañana. Nos recibieron con un abundante desayuno que incluía café negro, gallo pinto, huevos revueltos, natilla y plátanos maduros, todo ello servido sobre una mesa cubierta con un mantel decorado con dibujos de vacas.

Los huevos fueron suministrados por un grupo de cinco gallinas que conviven con dos gallos en un modesto encierro dividido en dos “habitaciones”. El resto de la fauna la integran dos perros, una gata, una lora y dos canarios.

Fue durante el viaje de regreso a San José que caí en la cuenta de que con aquellas cinco personas (padre, madre, dos hijos y una nieta) no hablamos en ningún momento de temas políticos. La palabra elecciones brilló por su ausencia, al concepto segunda ronda no le vimos ni la sombra, ¿quién dijo Asamblea Legislativa?, los apellidos Chaves y Figueres se evaporaron y del nuevo gabinete no se dijo ni jota.

Cero mención del PAC, el PUSC y otros partidos, Alvarado, Eli, Villalta y otros personajes públicos, abstencionismo, debates, promesas de campaña, denuncias, Nicaragua, Venezuela, Rusia y Ucrania, y otros temas cotidianos en las tertulias citadinas.

La decoración de carretas y yugos juega un papel muy importante en la economía de una familia de San Antonio Abajo de Puriscal.

Sí se conversó, en cambio, de la importancia de la creatividad para ganarse el sustento (la señora decora carretas y yugos, hace adornos, borda limpiones, restaura imágenes, ¡es una artista!) y reinventarse en el mundo laboral (el señor trocó bueyes y trapiche por un taller de ebanistería donde fabrica puertas, repara muebles y elabora cuanta pieza u obra le encarguen).

Hablamos también sobre la relevancia del estudio para obtener mejores trabajos (desafiado e impulsado por su esposa, el hijo mayor completó la educación secundaria y obtuvo en San José el tan esperado empleo).

En la tertulia figuraron, además, asuntos como las dificultades para hacerse de una casa propia, el creciente costo de la vida, problemas y dificultades de la vejez, tradiciones, temblores, lluvias, árboles y matas, gallinas ponedoras, la vida dura y sacrificada de los abuelos y bisabuelos, el precio de una yunta de bueyes, enfermedades y la necesidad de aprender a hacerle frente a los retos con los recursos que se tienen a mano.

¿Cuánto nos conocemos realmente los costarricenses?, me he estado preguntando desde el 3 de abril, una interrogante que tomó un nuevo aire el sábado pasado durante una visita que si bien es cierto no equivale a una rigurosa investigación científica, sí invita a reflexionar sobre una Costa Rica que luce diferente.

¿Qué tanto sabemos los habitantes citadinos sobre los sueños, fortalezas, luchas, esfuerzos, necesidades, emprendimientos, frustraciones, temores y esperanzas de quienes viven en el campo (no solo en las costas)? ¿Cuán incorporados se sienten ellos a Costa Rica?

¿Cuánto empañan y distorsionan la “realidad” las diversas burbujas (económicas, políticas, sociales, periodísticas, religiosas, laborales, académicas, etcétera) en que estamos inmersos?

¿Quién dice que Costa Rica es una sola? ¿Quién dice que realmente nos conocemos, entendemos y aceptamos? ¿Quién dice que no es hora de someter a un examen serio, profundo y honesto mitos, creencias, idearios, verdades y certezas? ¿Quién dice que este es un ejercicio solo para partidos políticos?

¿Nos conocemos realmente los costarricenses?, una pregunta que me invitan a hacerme el grito de cartón de las urnas electorales y el canto de dos gallos, y el cacareo de cinco gallinas, de San Antonio Abajo de Puriscal.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista con 35 años de experiencia
Asesor en comunicación