Está en uno decidir si el bus viaja lleno de esperanza o de indiferencia

(*) Por Alejandro Guevara Muñoz

Aquel día, don Alberto Quiñonez tomó el bus para regresar a su hogar luego de un día de trabajo. Encontró una silla desocupada y se sentó, pensó que tal vez sería un retorno a casa tranquilo y, durante el recorrido, aprovecharía para descansar un poco.

En una de las paradas, el bus abrió la puerta y un niño trataba de subir las gradas del vehículo; era un niño de unos cinco años quien con mucho esfuerzo trataba de superar cada escalón, pero su madre perdió la paciencia y regañó al infante subiendo la voz.

El niño, entre llantos, terminó de subir los escalones para superar el trompo del autobús; su madre lo siguió increpando en el asiento y le soltó un golpe con su mano para que el pequeño dejara de llorar… Silencio en el bus…

Don Alberto (DA) se levantó de su asiento, ese cómodo espacio en el bus que le hacía invisible y lo mantenía en el anonimato, salió al pasillo y caminó hasta donde estaba aquella mujer que creía estar haciendo lo “correcto” para corregir y educar al pequeño.

DA – Señora no hace falta que trate de esta manera al niño, no logra nada pegándole ni gritándole.

Señora – No se meta viejo metiche, esto no es asunto suyo…  de todos modos, yo soy la mamá y puedo hacer lo que me de la gana con este güila llorón.

DA – Trate al niño con respeto y con cariño, por favor.

El niño no quitó la vista de aquel hombre extraño, no separó su mirada de don Alberto y le siguió con sus ojos de inocente criatura hasta el lugar donde éste se sentó nuevamente.

Cuando don Alberto me contó de esta situación, ocurrida la noche anterior en el bus, mientras me narraba acerca del niño y su madre, yo masticaba en mi interior mis reflexiones y reacciones.

Lo primero es que me sentí identificado con don Alberto y el niño, pero en mi silencio pensé… ¿cuál habría sido mi reacción ante tal situación? ¿Qué habría hecho yo?

Me vi en todas las veces en que, sencillamente, me hice el dormido y con esto invisible o mejor insensible…

También me vi volviendo la cara y fijando mi vista a través de la ventana y con esto me hacía el desatendido. De todos modos, ese niño no es nada mío…

Me vi subiéndole el volumen a los audífonos para hacer oídos sordos a aquella situación.

Seguí escuchando a don Alberto y cuando terminó le hice la pregunta: ¿Qué cambió en la vida de aquel niño; ese breve y fugaz momento pudo significar algo en la vida de ese pequeño?

Don Alberto, sin titubear, respondió: – “Claro, ese niño tuvo unos segundos para poder escuchar y ver otras posibilidades, tener un punto de contraste, de esperanza. Por mi parte, no era opcional quedarme sentado.”

Está en uno decidir si el bus viaja lleno de esperanza o de indiferencia.

“En Costa Rica 7 de cada 10 padres, madres o cuidadores siguen justificando la violencia física y psicológica como método de crianza”, según respaldan diversos estudios realizados por la Universidad de Costa Rica, la Universidad Nacional, World Vision, Paniamor y Red Viva.

(*) Alejandro Guevara Muñoz cuenta con más de 28 años de experiencia en temas de mercadeo, fundraising, desarrollo humano y comunitario, DDHH de la niñez, estrategia, sostenibilidad y Habilidades para la Vida. Ocupó, por 14 años, la Dirección Nacional en la ONG World Vision Costa Rica, la cual se convirtió en el 2017 en la primera oficina de América Latina y el Caribe 100% autosostenible, con un alcance de sus programas e impacto al 100% de la población menor de edad en CR.