En nuestro país es notoria la presencia de perros mudos, no los de cuatro patas, sino aquellos ciudadanos que mediante palizas a su conciencia callaron ante la corruptela y se quedaron en silencio

Pedro Rafael Gutiérrez Doña

Conocí por casualidad a una humilde señora vecina de Macondo, que tenía por mascota un perro mudo. El desafortunado animal no ladraba, fue perdiendo esa facultad desde que era un cachorro, debido a que el dueño que tenía en ese entonces lo golpeaba y agredía cada vez que latía.  

Como ustedes sabrán, una de las principales razones -entre muchas otras- por la que los perros ladran es para demostrarnos cariño, advertirnos de algún peligro o alertarnos. 

Ya en el año 1492, hablando de perros mudos o de perros mundos, durante el arribo de Colón a las costas de América, los conquistadores encontraron en nuestros territorios unos perros pequeños de una raza en particular: los gozques; eran de poco pelo, dóciles y hábiles para la caza, pero no ladraban, eran mudos.

Asimismo, una de las inolvidables herencias de la Colonia fue el traslado a ‘Las Indias’ de perros Mastines, Lebreles y Alanos, usados -como en el circo romano- para asesinar en muchas ocasiones a nuestros antepasados. 

El cronista español Fernando de Sahagún se refería a estos animales; son  “Perros enormes, con orejas cortadas, ojos de fiera de color amarillo inyectados en sangre, enormes bocas, lenguas colgantes y dientes en forma de cuchillos, salvajes como el demonio y manchados como los jaguares” .

Hoy tristemente en nuestro país, es notoria la presencia de perros mudos, y no me refiero a los de cuatro patas, sino a aquellos ciudadanos que mediante palizas a su conciencia callaron ante la corruptela y se quedaron mudos. Una larga lista de causas judiciales invadieron los estantes del intocable Poder Judicial en los últimos años y a esta fecha, jalando una pesada bola de hierro y cientos de expedientes engavetados, se transformaron en una especie de perros mudos. 

¿Ladrar o no ladrar? esa es la cuestión.

Pero estas situaciones no son nuevas. 765 años a. C. el profeta Isaías nos decía de las autoridades políticas de su época: “Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir. Y esos perros comilones son insaciables; y los pastores mismos no saben entender; todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca su propio provecho, cada uno por su lado. Venid, dicen, tomemos vino, embriaguémonos de sidra; y será el día de mañana como este, o mucho más excelente”.

Son ciegos, ignorantes, perros mudos, soñolientos, echados, aman el dormir, no ladran y ocupan decenas de puestos en el gobierno, son insaciables, buscan su propio provecho y han ocultado durante décadas una cadena de corrupción socavando los principios que dieron origen a nuestra democracia. 

¿Ladrar o no ladrar? esa es la cuestión. No vayamos muy largo y levantemos por un rato la mirada hacia la comunidad internacional y veremos a  los perros mudos como callan ante el hambre y la guerra, ante la pobreza o la desnutrición. Muchos de ellos viven de las migajas que caen de la mesa de sus amos y celebran las imperdonables injusticias a cambio de dádivas y limosnas.  

Fue a inicios de la pasada campaña electoral de nuestro país, que el ahora presidente Rodrigo Chaves se refirió al tema de la corrupción, acuñando el dicho coloquial “… chorizo que veo, chorizo que sapeo…” en clara alusión a denunciar la corrupción sin miramientos, dejando claro que quien calla al cohecho, es cómplice de quien lo comete, pero si denuncia, recibirá a cambio una buena remuneración.

La honestidad es tan buena que pagarán por practicarla. Hagámosle números: ¿Cuánto podrá ganar un diputado o un magistrado que renuncie ipso facto a su pensión no cotizada como un acto de contrición? No es posible que ante tanta corrupción en el Estado y la empresa privada, abunden los perros mudos, no ladran dijo Isaías, ciegos y dormilones, calladitos bien bonitos,  sin que estos reciban a cambio todo el peso de la Ley.

Hacer lo correcto no siempre es fácil, pero es lo mejor. No apaguemos a palos las voces de nuestra conciencia; denunciemos la corrupción que pasea sobre nuestras almas y nuestros escritorios, no nos convirtamos en perros mudos y desterremos para siempre a aquellos que embriagados de poder han corrompido a la nación entera.

Pedro Rafael Gutiérrez Doña es periodista.