Gracias a una regla no escrita, pero sí solidaria, los boyeros que recorrieron el camino a Carrillo entre 1882 y 1892 velaban porque quienes venían atrás encontraran la calzada en buenas condiciones

Por Alejandro Guevara Muñoz

El camino a Carrillo salía desde San José, pasaba por San Francisco de Guadalupe, continuaba por Moravia, San Blas, Paracito, San Jerónimo, el Alto de la Palma para luego ingresar al Bajo de la Hondura y llegar hasta la comunidad de Carrillo en las márgenes del río Sucio.

Se trataba de unas 22 millas por un camino empedrado, con un total de 20 puentes, un clima siempre con lluvia en la agenda, barro y algunas pendientes muy demandantes de la pericia del boyero y fuerza de los bueyes.

Este camino le daba salida al Valle Central y le permitía conectarse con el puerto de Limón. Fue inaugurado en 1882 durante el gobierno del general Tomás Guardia y tuvo una vigencia de 10 años. En 1892 dejó de ser la ruta de salida al Caribe ya que el ferrocarril al Atlántico entró en funcionamiento en 1890.

El pasado domingo 26 de diciembre nos fuimos junto con un grupo de boyeros a recorrer un trayecto de este histórico camino a Carrillo, unas 19 yuntas y carretas para recordar y honrar a nuestros abuelos, su valor, compromiso y aporte en el desarrollo de Tiquicia.

De regreso al punto de partida, nos quedamos de últimos junto con don Melvin Villalobos y el boyero Alberto “Canfín” Esquivel; en el trayecto nos dedicamos a compartir historias de este camino.

Tanto “Canfín “como don Melvin fueron abriendo el baúl con las anécdotas, tradiciones e historias… todos lindos recuerdos, yo trataba de estar bien atento para poder escuchar cada detalle y seguirles en sus relatos… disfrutamos cada paso en nuestro regreso.

Comparto con ustedes una de esas historias, la cual relaciono con esta fecha y nuestros buenos deseos para que nuestros amigos, amigas y familiares tengan un feliz año nuevo.

Les cuento: dice don Melvin que había una regla no escrita para todos los boyeros que transitaban por esta empedrada ruta. Cuando el boyero hacía el recorrido hasta Carrillo, tenía que recoger dos o tres piedras de regular tamaño en alguno de los ríos que tenía que atravesar y cargarlas en la carreta.

Si al regreso el boyero encontraba algún hueco en la calzada o empedrado, detenía los bueyes, tomaba una de las piedras de la carreta y reparaba el camino. Ese era el compromiso de cada boyero; así, entre todos mantenían en buen estado la ruta y permitían que quienes venían atrás encontraran una vía en mejores condiciones.

Era una regla no escrita, pero de sentido común y una práctica solidaria.

Que este año nuevo, la vida nos permita cargar piedras en nuestra carreta y ser solidarios con los que vienen atrás. Boyeros somos y en el camino nos volveremos a encontrar…

Feliz año nuevo.

Alejandro Guevara Muñoz cuenta con más de 28 años de experiencia en temas de mercadeo, fundraising, desarrollo humano y comunitario, DDHH de la niñez, estrategia, sostenibilidad y Habilidades para la Vida.