Herederos de los Huetares / Gobernados por el rey huetar Yorusti / Fecha de nacimiento: 13 de julio de 1905

Por Pedro Rafael Gutiérrez Doña

Casi al mismo tiempo en que Albert Einstein mostraba al mundo su Teoría de la Relatividad, el Zar Nicolás II encaraba una guerra en Rusia y Canadá anexaba dos territorios conocidos como Alberta y Saskatchewan, en la Costa Rica de principios del siglo pasado Heredia recibía como parte de su territorio a San Isidro, según consta en la partida de nacimiento del 13 de julio de 1905. 

Fue durante el gobierno del presidente de la República Don Ascensión Esquivel, nacido en Rivas, Nicaragua, que aquel pequeño caserío habitado por humildes y sencillos labradores recibió su identidad jurídica.

Es en el decreto No. 40, del 13 de julio de 1905, se lee: “El Congreso Constitucional de la República de Costa Rica decreta:  Artículo Primero.- Créase en la provincia de Heredia un nuevo cantón, segregado del central, que se denominará cantón de San Isidro y llevará el número seis”. En el artículo segundo señala: “El nuevo cantón lo compondrán los distritos del centro, San José y La Concepción, correspondiendo al primero los barrios de Santa Cruz y San Francisco. Estos distritos quedarán numerados primero, segundo y tercero por su orden. Será cabecera del cantón la población de San Isidro, a la cual se confiere el título de villa”.

Justo un año antes de la creación de San Isidro como cantón, en 1904, Félix F. Noriega, en su obra Diccionario Geográfico de Costa Rica, se refiere a San Isidro como “uno de los principales y más populosos distritos del cantón central de la provincia de Heredia, situado al este de esta última ciudad y a 8 Km. de ella, en las faldas occidentales del cerro del Zurquí, a una altura de 1500 m. sobre el nivel del mar, con vistas amplias sobre la parte oeste del gran valle central y clima de 19 grados”.

Y agrega: “Produce muy buen café, hortalizas, papas y plantas medicinales. Tiene una población de 2.534 habitantes divididos en cinco caseríos: Centro 729 habitantes y 124 casas, Concepción 675 habitantes y 117 casas.  San Josecito 693 habitantes y 129 casas, San Francisco 283 habitantes y 51 casas, y Santa Cruz 218 habitantes y 27 casas. El caserío del centro tiene un hermoso templo de ladrillo construido al estilo gótico en toda su pureza y detalle, monumento digno de la capital de la República; dos hermosos locales de escuelas con sus jardines, cárcel y cementerio. La población está construida sobre la base de un pequeño cuadrante con calles anchas y rectas; tiene servicio de correos diario y oficina telegráfica y establecimientos de comercio bien surtidos, dos beneficios de café y varios trapiches. En las inmediaciones de este distrito se desenterraron hace unos años unas estatuas de piedra de origen indígena, dignas del estudio de los anticuarios por los muchos detalles y signos que recuerdan los atributos de los dioses de la mitología egipcia y china…”

«Los naturales (de Toyopán) son vivos de ingenio, belicosos, mayores de cuerpo que otros. Bien hechos. Imitan en la sutileza de las contrataciones a los mexicanos; tienen la ropa de algodón por extremo buena, gran cantidad de oro de todos los quilates…».

Juan Vázquez de Coronado y Anaya, 1562.

Estos descubrimientos han hecho especial a San Isidro, no por sus grandes centros comerciales o modernos “Malls” ni lujosas gasolineras o tiendas por departamentos, sino por la milenaria herencia intangible de nuestros antepasados indígenas los Huetares, quienes heredaron su antigua Toyopán (del nahuatl: teo-ti, dios, y pan, lugar) o La Tierra donde está Dios.

De su ‘nacimiento’ a la fecha, San Isidro se ha caracterizado precisamente por eso, por su inigualable atmósfera, mezcla de lo divino y lo terreno, donde miles de nuevos pobladores hemos encontrado en Toyopán, la tierra de la Oración o el Lugar de los Altares, la tierra donde es posible sentir la magia que nos rodea y nos acoge, un pedazo conservado del Edén.  

Y hablar de progreso en San Isidro es ingenuo, porque por un lado no tenemos industrias ni tecnología para hablar en términos de desarrollo, pero contamos con una realidad donde tan solo ciento dieciséis años de aquella ‘villa’,  han sido suficientes para tener ahora una gasolinera, tres modernos supermercados, una nueva clínica de salud y un centro deportivo -ahora en pausa a causa de la pandemia-.

En 1980, viajar de San José a San Isidro tomaba unas tres horas de viaje, no existía “la ruta 32” llamada Braulio Carrillo, que inició su construcción en 1987. Los barriales estaban a pocas cuadras de las calles pavimentadas que rodeaban el templo.  

De los cafetales de la zona, aún es posible degustar uno de los mejores café de altura del país; se resiste a desaparecer el grano de oro frente al avance de modernas urbanizaciones de concreto, típicas de barrios californianos como Tiburón o Santa Mónica, las que sustituyeron con el tiempo las casitas de adobe y los techos de paja de nuestros antepasados. 

Sirvan estas cortas palabras como un pequeño homenaje a mi pueblo, a sus 116 años de vida, a los huetares modernos, herederos de una valiosa cultura y merecedores de una vida de paz.

Pedro Rafael Gutiérrez Doña es periodista.