Es necesario contar con una iniciativa integral y acciones concretas que aseguren tanto el progreso académico, como el bienestar emocional de los alumnos

Por Isabel Vargas González

En un sondeo realizado por la UNICEF durante el año anterior se encontró que el 46% de los jóvenes menciona tener menos motivación para realizar actividades que normalmente disfrutaba y un 36% se siente menos motivado para realizar actividades habituales. 

Más preocupante aún es que el 73% de los participantes de este sondeo indicó haber sentido la necesidad de pedir ayuda con respecto a su bienestar físico y mental.

Si bien es cierto, muchos estudiantes con acceso a internet han logrado adaptarse bien al aprendizaje bimodal y han progresado académicamente, para muchos otros ha sido todo lo contrario. Las medidas de confinamiento han evidenciado las profundas huellas de la desigualdad en el contexto educativo.

Para una importante parte de la población estudiantil ha significado una mayor exposición a situaciones familiares caracterizadas por la violencia, carencias económicas por el desempleo de los progenitores, y hasta la pérdida de un ser querido por el virus SARS-CoV-2 o enfermedades asociadas.

Es suficiente escuchar la preocupación de muchos madres y padres de familia al hacer referencia al estado emocional de sus hijas e hijos caracterizado por episodios de ansiedad, tristeza, estrés, irritabilidad y hasta soledad. 

Estas realidades, además, impiden a los/as estudiantes contar con las condiciones adecuadas para el aprendizaje e implica un enorme reto para lograr el progreso y éxito académico de las y los estudiantes.

Más allá de la reorganización del calendario escolar y velar por el cumplimiento de una mayor cantidad de días lectivos, es necesario contar con una iniciativa integral y acciones concretas que aseguren tanto el progreso académico como el bienestar emocional de nuestros estudiantes.

El regreso a las aulas de los niños, niñas y adolescentes es el contexto ideal para fortalecer los mecanismos de apoyo socio-emocional y los servicios coordinados entre los actores educativos se vuelven primordiales en apoyo individual de contingencia y/o acompañamiento.

Algunas recomendaciones

La promoción del cuidado emocional de las y los estudiantes demanda establecer una mejor comunicación entre docentes y estudiantes, así como la creación de relaciones interpersonales más empáticas y capaces de dar respuestas efectivas a las dificultades de las y los estudiantes. Para obtener mejores resultados académicos propongo las siguientes recomendaciones:

Para profesionales de las distintas áreas de la educación:

  • Este regreso a las aulas debería caracterizarse por un espacio donde las y los estudiantes se sientan relajados, seguros y cercanos con sus amigas y amigos.
  • Si observa cambios abruptos en el comportamiento o el estado de ánimo de las y los estudiantes tome un tiempo individual con la o el estudiante para que exprese sus sentimientos o refiéralo a los servicios de Orientación o Psicología de la institución.
  • El estrés puede reflejarse en emociones como la irritabilidad, desesperanza o episodios de enojos recomiendo escuchar atentamente a sus estudiantes y enseñarles a relajarse mediante respiraciones profundas.
  • Cree una red de profesionales o instituciones de apoyo y asegúrese de que sus estudiantes, madres y padres de familia sepa dónde y cómo encontrarlos.

Para madres y padres de familia:

  • El uso de la pantalla ha sido fundamental para la continuidad de los servicios educación, sin embargo, restrinja su uso en casa y en su lugar promueva la práctica de actividades físicas.
  • Si detecta cambios persistentes de sueño en sus hijas e hijos establezca un horario fijo para acostarse y levantarse, así como para el cumplimiento de sus labores domésticas y responsabilidades académicas.
  • Evite hablar frente a sus hijas e hijos de sus preocupaciones o difundir noticias negativas.

Cada estudiante gestiona sus emociones y afronta las situaciones de manera distinta.  Algunos de forma silenciosa llevan la carga psicológica de sus familiares, otros que han atravesado por experiencias dolorosas lo evidencian con sus cambios abruptos de comportamiento.  Pero, cualquiera que sea la reacción y la forma de afrontamiento de cada estudiante frente a su propia realidad merece nuestra atención urgente.

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Isabel Vargas González cuenta con formación profesional en el campo de la orientación, del desarrollo curricular y la gestión de proyectos. Cuenta con más de 12 años de experiencia en el diseño curricular y es docente universitaria. Actualmente se desempeña como Directora de Innovación y Desarrollo Curricular de la Universidad Castro Carazo.