Dirigir, guiar o señalar un derrotero es mucho más importante, necesario y constructivo que simplemente acusar, denunciar y tachar

De vez en cuando los líderes se ven obligados a desenfundar el dedo índice y señalar responsables, pero cuando mejor utilizan ese apéndice de la mano es en aquellos momentos o circunstancias en que apuntan el rumbo a seguir.

Amenazar o delatar a posibles culpables de errores u omisiones lo hace cualquiera, pero pocos son los que poseen la capacidad de ir mucho más allá e indicar el norte, marcar una ruta, dirigir con claridad.

Está bien, y se agradece, que se sienten las responsabilidades del caso en aquellas situaciones que así lo ameritan, pero mejor aún si en vez de quedarse estancado en el escalón de los yerros e incumplimientos se salta hasta ese peldaño más alto desde el cual se puede dar sentido de dirección.

¿De qué sirve el espectáculo público de afilar la guillotina o preparar el nudo de la horca para amedrentar a quienes han perjudicado a una organización, institución, comunidad o país si se carece de un mapa, un faro o una brújula que brinden orientación?

¿Para qué verdugos que saben ver hacia abajo a la hora de preparar el cadalso si no se cuenta con capitanes que miran hacia arriba en busca de la guía de las estrellas?

La experiencia nos ha enseñado que acusar y señalar conlleva siempre el riesgo de no pasar de ser un espectáculo circense, pero señalar un derrotero que desafíe, inspire y brinde confianza esperanza es tarea de líderes y estadistas.

Por eso considero incompletos, pobres y deficitarios los discursos en los que el dedo índice acusa, denuncia y tacha, pero de inmediato regresa a su funda sin dirigir, guiar u orientar.

Un líder no se conforma con denunciar a quienes nos metieron en un zapato que nos queda grande o a quienes perdieron las llaves de las oportunidades; visionario y estratégico como es, se las ingenia para ajustar el calzado y abrir la cerradura.

Echar mano única y exclusivamente al lenguaje de las culpas, es hablar el idioma de la bronca estéril, pero hablar de rumbo y sentido de dirección, es expresarse con el vocabulario del liderazgo propositivo y constructivo.

Necesitamos líderes que aprovechen las horas de denunciar y sentar responsabilidades para, a partir de allí, inspirar, infundir confianza, retar.

Más que culpables, requerimos ideas, propuestas, respuestas, caminos, opciones y soluciones que redunden en más y mejores oportunidades, progreso y desarrollo.

El uso que se le da al dedo índice marca una notable e importante diferencia entre un simple dirigente o jerarca y un auténtico líder. Es mucho lo que comunica ese apéndice de la mano.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista con 35 años de experiencia
Asesor en comunicación