Hay que tener cuidado con el deseo, el cual suele nacer del temor a la pérdida, de impulsos posesivos, y principalmente de carencias

Por Jorge A. Rodríguez Soto

El ser humano, como ser cognoscente siempre ha tenido un gran afán por descifrar y conocer, buscando siempre causas y orígenes.

Actualmente predomina la tradición científica, que no es más que la construcción de conocimiento a partir del método científico, que fácilmente puede reducirse al afán por medir; lamentablemente restando validez a otras formas de conocimiento.

Muchos atribuyen el inicio de este movimiento a Kant, quien en algún momento dijese que el mundo son un montón fenómenos que el entendimiento une. Concibo yo en esta premisa el pecado original de la ciencia, creo en lo opuesto: el mundo es un solo fenómeno que el entendimiento separa.

Desde la mismísima forma de pensar científica que domina nuestra era comienzo para discutir un asunto esencial a los seres humanos, en particular en estas épocas: los sentimientos. Dejando de lado el pensamiento en categorías, buscando las tendencias más básicas del alma encuentro dos: el amor y el miedo.

El primero de ellos es la tendencia a la unión, a acercar y compartir, el segundo a la separación, alejamiento y repulsión.

Entre estos polos existen diferentes grados en escala difusa, pero los son adecuados para describir el fenómeno humano. Incluso más que la clásica dicotomía entre amor y odio, ciertamente el odio no es amor pero tampoco es su opuesto, el odio simplemente es dolor, sufrimiento. Lo que le da gran sentido al viejo proverbio que dice que “del amor al odio hay un solo paso”, pues que puede causarnos más dolor que aquello que amamos.

Ahora queda por cuestionar, ¿el amor qué es? El amor es unión, es compartir, pero esto implica demasiado. Al hablar de unión nos referimos a todo, hacia adentro y hacia fuera. Por un lado se trata de la unión con nosotros mismos, el reconocer y aceptar lo que somos, nos guste del todo o no, ya que aún si no nos gusta, el aceptarlo es el primer paso para trabajarlo.

Desde esta perspectiva, es una reintegración de nuestro ser, mucho más allá de nuestra “persona”, palabra que significa “máscara”. En cuanto al exterior, se refiere a la actitud frente al mundo y los demás, es la búsqueda de comunión a través del compartir, es la ausencia de miedo en la interacción e intercambio.

Comparto el punto de Erich Fromm al pensar que el amor es un estilo de vida más que un acto aislado. Tal como mencioné es una actitud frente al mundo y sí mismo.

Es una forma de actuar y reaccionar en la interacción y el diario vivir. Es la apertura para recibir, y también es la capacidad de entregar genuinamente, que solo es posible en ausencia de miedo.

A grandes rasgos es una forma de enfrentar el mundo, estando abierto a recibir y dispuesto a entregar. Esto sin esperar nada a cambio, es una actitud personal no un trueque, lo que otros hagan está fuera de nuestro control, lo único que podemos elegir es nuestra forma de ser. Tal vez no siempre se reciba lo mismo que se entrega, pero definitivamente se vivirá una vida mucho más satisfactoria; y eso lo vuelve un fin en sí mismo, la entrega por la plenitud existencial no para obtener recompensas.

Como último señalamiento, hay que tener cuidado con el deseo, superficialmente es sencillo confundirlo con amor, y no hay nada más distante.

El deseo está más asociado al miedo que al amor. Este suele nacer del temor a la pérdida, de impulsos posesivos, y principalmente de carencias, rechazo a las circunstancias o lo que somos. Esto los hace opuestos, pues el amor nace de la plenitud, es su expresión como práctica, no su búsqueda.

El deseo posee un objeto, está enfocado obsesivamente sobre él, no es libre, ni otorga nada, solo quita. El amor es ausencia de miedo, apertura y entrega como actitud frente al mundo y forma de vida personal.

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Jorge A. Rodríguez Soto. Economista, escritor, e investigador científico independiente. E-mail: jorgeandresrodriguezsoto@gmail.com