He evocado a este viejo personaje de la televisión durante los debates de radio y televisión entre quienes aspiran a ganar, o pasar a una segunda ronda, en las elecciones nacionales del próximo domingo

No todos saben quién es Mr. Magoo. Hay que haber visto la televisión por más de cincuenta años para conservar el recuerdo de este personaje de dibujos animados en algún rincón polvoriento de la memoria.

Mr. Magoo o Quincy Magoo fue creado por la cadena United Productions of America (UPA) y sus sesenta episodios fueron transmitidos en Estados Unidos entre 1949 y 1961. Esta serie llegó a la pantalla chica de Costa Rica en la segunda mitad de la década de 1960.

La característica principal de ese hombre mayor y millonario era su exagerada miopía; podía confundir una alcantarilla con la entrada del metro, un florero y una taza con un teléfono y un semáforo de poste con un policía.

He evocado a Mr. Magoo durante los distintos debates de radio y televisión entre quienes aspiran a ganar, o pasar a una segunda ronda, en las elecciones nacionales del próximo domingo.

Salvo muy pocas y esporádicas ocasiones, en esos encuentros ha prevalecido la miope mezquindad de no reconocer virtudes o buenas ideas y posiciones en los otros candidatos.

Me ha resultado fácil imaginar a Quincy Magoo confundiendo debate con ataque, discusión con egoísmo, confrontación con vanidad.

La cortedad de miras está también presente en muchos otros ámbitos del quehacer humano en donde en lugar de sumar ideas, sugerencias y aportes, se señala únicamente lo malo.

Las pocas veces en que alguno de estos políticos ha tenido el “valor” de reconocerle una buena intención o plan a otro, ha sido, por lo general, para agradecerle el hecho de que con su posición esté apoyando una excelente idea que él tuvo primero. ¡Vaya generosidad!

Peor aún el afán de burlarse de los planteamientos ajenos, minimizarlos, ridiculizarlos, dinamitarlos desde la arrogancia.

No se trata, por supuesto, de que los debates se conviertan en ejercicios en los que unos a otros se echan abundantes flores, pero qué cuesta demostrar generosidad y nobleza de espíritu. ¿Por qué tanta miopía a la hora de ver y admitir algo bueno en el otro?

Lamentablemente, esta cortedad de miras está también presente en muchos otros ámbitos del quehacer humano en donde en lugar de sumar ideas, sugerencias y aportes, se señala únicamente lo malo, el pelo en la sopa, en aras de boicotear al otro y lucirme yo.

Una actitud mezquina contribuye poco a construir acuerdos, vías de entendimiento y puentes que acerquen distintas posiciones. Con esta actitud se le hace un grave daño a la comunicación en cualquier organización o comunidad.

Ser mezquino es propio del ego; ser generoso es fruto de la bondad.

Es la diferencia básica entre Mr. Magoo y su incapacidad para ver, y El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, quien nos recuerda que “solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”.

Lástima que en esta campaña electoral hayamos tenido muchísimo de Magoo y poquísimo del principito.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Consultor en Comunicación