ESTRUCTURA SOSTENIBLE

Por Ana Cristina Camacho Sandoval (*)

Asistí, con cierto recelo ­-pero siempre abierta a escuchar experiencias y buenas prácticas de desarrollo-, a la charla que la economista holandesa Kate Raworth impartió virtualmente a miembros e invitados de la Cámara de Comercio Holandesa-Costarricense (Holland House).

Raworth es la artífice de un nuevo modelo de desarrollo al que ha denominado “La economía de la dona”, un singular nombre para describir la estructura social y económica que permitiría a su país y a aquellos otros que se unan, a superar las secuelas pandémicas de la Covid-19 y las otras virulencias que el mundo ha arrastrado por décadas sin que el capitalismo o su antítesis, el comunismo, hayan podido solventar.

Entre ellos podemos mencionar colapsos financieros, cambio climático, primaveras árabes y otoños occidentales de reclamos sociales, fin de dictaduras, activismo por libertades políticas, fin del racismo y el matonismo policial… la lista es cada vez más extensa.

La teoría de “la economía de la dona” combina diversas escuelas de pensamiento para ofrecer una perspectiva distinta del mundo actual y, como dice su creadora, nos lleva hacia una economía regenerativa y distributiva, pensada para y en función de garantizarle a las personas bienestar y justicia, evitando a toda costa caer en los eternos errores de nuestros países (al menos el nuestro) de la desigualdad.

El planeta expone sus excesos de manera inmisericorde con una estela continua de desastres vinculados al calentamiento global, al cambio en el uso del suelo, a la pérdida de biodiversidad y las necesidades básicas no suplidas para cientos de millones de personas que habitan las naciones más empobrecidas y, en muchas ocasiones, con las tierras más degradadas.

En el centro de la dona subyace el corazón del modelo. Una economía que garantice alimento, energía, salud, educación, ingreso y trabajo; agua, paz y justicia; vivienda, equidad social, igualdad de género; en fin, lo que la Agenda 2030 plantea por medio de sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, 169 metas y 231 indicadores.

Un mundo visto desde la óptica de la sostenibilidad económica, social y ambiental debe necesariamente desmarcarse del crecimiento basado única y exclusivamente del producto interno bruto (PIB). Es una tesis que ha venido tomando fuerza desde hace ya algunas décadas, con la escasez de recursos y las generaciones futuras como derroteros.

“Las reglas tradicionales del mercado han quedado en deuda con la sociedad, postrándola siempre a los pies del dios de la producción lineal”.

Ana Cristina Camacho Sandoval. Periodista.

Kate Raworth le da un sentido mucho más integral al desarrollo, otorgándoles un papel primario a todos los servicios ecológicos/naturales que le permiten al ser humano satisfacer sus necesidades de consumo, bienestar y espacio común.

Las reglas tradicionales del mercado han quedado en deuda con la sociedad, postrándola siempre a los pies del dios de la producción lineal, de desecho y destructiva per se, de la satisfacción de necesidades circunscritas a lo económico y dejando de lado otras necesidades socio-ambientales y a modelos generativos (economía circular) y distributivos (modelos de valor compartido, fomentado la co-creación, diseños corporativos distributivos para compartir con el producto el valor de esa cadena productiva).

Con la economía de la dona a cuestas, Kate Raworth se ha reunido con empresarios y gobiernos. Para ella, las corporaciones no pueden quedarse de brazos cruzados ante el rumbo que está tomando el planeta, aun cuando sus billeteras y negocios sigan su marcha.

Desde su visión, no basta con preocuparse, por ejemplo, en detener las emisiones de carbono en las cadenas de suministro, porque con ello se obtienen importantes ahorros, o esforzarse por obtener certificados verdes para abrirse a nichos de mercado más especializados.

No vale si lo hacen con un enfoque de corto plazo, movidos por mercado, precio y acciones. Hay que subir de nivel, dice; si el gobierno de su país ha prometido disminuir en 20% las emisiones de carbono al 2025, las empresas deben hacer lo mismo. Esa es la dirección correcta.

Es lo que ella denomina la misión cero: cero emisiones, cero trabajo infantil, cero contaminación, cero accidentes laborales. Los negocios no han sido vistos de esa manera antes, pero el modelo de la dona lo configura de ese modo y este es quizs el punto medular de la teoría, tal y como Raworth lo define: la transformación psicológica en el rediseño del negocio.

En su disertación, la economista de Oxford comentó algunos proyectos en curso, entre ellos uno que se gesta en Costa Rica, país al que llamó “la historia de las posibilidades”.

Quizá la teoría de la dona llegue a tiempo para hacer realidad, nuevamente, esa historia de posibilidades y nos permita dejar atrás una realidad dura y compleja, caracterizada por una desigualdad social empantanada desde hace una década; una crisis galopante, marcada por niveles de pobreza no vistos en los últimos 28 años, dibujada, principalmente, con rostros de mujeres y jóvenes; con más de medio millón de habitantes en desempleo y una deuda equivalente al 70% del producto interno bruto.

(*) Ana Cristina Camacho Sandoval es periodista y se ha especializado en temas de sostenibilidad.