Ojalá todos los ciudadanos fuéramos tan brillantes como el elector genio: lumbrera de los comicios nacionales, sabio del voto, erudito de la urna, filósofo de la política, oráculo de la democracia.

Él, y solo él, sabe con meridiana y envidiable claridad por quién hay que votar. Sacerdote de la sensatez, adivino de lo correcto, taumaturgo infalible.

Su elección es la mejor pues nadie, absolutamente nadie, observa, analiza, piensa, investiga, estudia, profundiza, discurre, verifica y concluye como él.

Profeta de la perspicacia. Apóstol de la suspicacia. Maestro de la inteligencia. Mesías de la intuición.

Razón de sobra tiene en ensañarse contra nosotros, simples mortales que derrochamos ignorancia y candidez en las campañas electorales. ¿Cómo es posible que después de tantas votaciones no hayamos aprendido algo de este faro que de manera generosa comparte su luz intelectual con los legos que nos equivocamos una y otra vez?

Leámoslo, escuchémoslo, tomemos nota de todo cuanto nos enseña este catedrático del sufragio.

Seamos discípulos mansos, acatemos con sumisión sus ordenanzas, aplaudamos sus opiniones, rindámosle la pleitesía que merece. ¡Votemos exactamente como vota él! ¡Basta ya de tanta terquedad ciudadana y miopía política!

No provoquemos más la ira, burlas, chistes, memes, ironías, sarcasmos, reprimendas, chotas, afrentas y sátiras de este Albert Einstein de la papeleta electoral que a diario nos recuerda el verdadero significado de la fórmula E = mc2: Elegir es igual a mi conocimiento al cuadrado.

Equivocados están quienes lo acusan de arrogante o pedante. Todo lo contrario: su misión en la vida es ilustrarnos con la humildad y modestia que siempre lo han caracterizado. Tampoco es irrespetuoso con los criterios y decisiones ajenas; es vehemente porque quiere lo mejor para nuestro país. ¡Mártir de la incomprensión y la envidia!

No caiga en la trampa de esos malintencionados; más bien bebamos hasta la última gota del néctar docto que destilan las neuronas de este acertado elector en las redes sociales, reuniones familiares, fiestas, mesas de tragos, discusiones en la empresa, grupos de WhatsApp, etcétera.

Lo digo en serio: aprovechemos al máximo a esta alma máter política que nos honra y privilegia con su presencia en nuestro país.

Ojalá todos los ciudadanos fuéramos tan brillantes como el elector genio, ese que nunca se equivoca, ese que lo sabe todo.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector de El Financiero
Consultor en Comunicación