Esa muletilla está presente en noticias, crónicas, boletines, discursos, comentarios, artículos de opinión, comunicados, homilías, textos en las redes sociales, circulares, semblanzas, entrevistas…

Ejemplo absurdo No. 1: Cuando Gabriel despertó aquella mañana, jamás imaginó que dentro de tres horas moriría atropellado por un ferrocarril de carga.

Ejemplo absurdo No. 2: Si María hubiera imaginado que el entero de lotería que le ofreció una anciana en la esquina suroeste del Mercado Central iba a ser el premiado, sin duda alguna lo habría comprado.

Ejemplo absurdo No. 3: Jorge y Carmen nunca imaginaron que su primer hijo llegaría a ser presidente de la República al cabo de cincuenta y cuatro años.

Cada vez que leo o escucho una oración similar, me pregunto: “¿En serio existen personas que piensan que la imaginación da para tanto, que es algo así como una bola de cristal?”

Respondamos con honestidad: ¿Quién sale de paseo imaginando que será devorado por un cocodrilo de tres metros exactamente quince minutos después de haberse zambullido en el río en que ha nadado toda su vida? (Oraciones como estas nos regalan algunos periodistas de sucesos).

Seamos serios al contestar: ¿Habrá un ser humano capaz de imaginar que sobre el techo de la casa que le heredó la abuela materna va a caer un meteorito una noche de diciembre a las 11:00 p.m.? (Con frases similares nos sorprenden diversos programas o secciones de curiosidades).

De veras: ¿Quién imagina (y acierta) su muerte, un accidente, un golpe de suerte, el hallazgo de un maletín cargado de dinero, el gol que va a anotar en el partido, el amor que encontrará en un bus, el viaje que se ganará en una rifa inesperada, el rayo que va a caer en la playa donde camina, la garza que va a atropellar camino a Guanacaste?

Casos absurdos, ¿verdad que sí? Y sin embargo, a la hora de comunicar hay quienes usan y abusan de la frase “jamás imaginó”.

Esa muletilla está presente en noticias, crónicas, boletines, discursos, comentarios, artículos de opinión, comunicados, homilías, textos en las redes sociales, circulares, semblanzas, entrevistas…

Incluso al mejor mono se le cae el zapote… si no que lo diga la escritora mexicana Elena Poniatowska (1932), quien en su libro de ensayos titulado Las indómitas afirma que Manuela Oaxaca, esposa de Francisco Quinn, “tampoco pudo imaginar” que su hijo Antonio Rodolfo Quinn Oaxaca, nacido en 1915, se convertiría en Anthony Quinn, famoso actor de cine.

“… tampoco imaginó”, dice Poniatowska en el siguiente párrafo, que años más tarde su hijo representaría el papel de Jesús Sánchez en la película basada en el libro Los hijos de Sánchez, obra del antropólogo estadounidense Oscar Lewis.

¿Quién puede imaginar este tipo de situaciones futuras, desenlaces, soluciones, derivaciones, remates, alcances, conclusiones?

Tan absurdo como sería redactar: Cuando el millonario empresario canadiense Hudson Joshua Creighton Allison abordó el Titanic el 10 de abril de 1912 en compañía de su esposa Bess Waldo Allison, su hija Helen Loraine Allison, y su hijo Hudson Trevor Allison, jamás imaginó que este buque se hundiría cinco días después tras colisionar contra un iceberg y que Trevor sería el único sobreviviente de su familia.

“Jamás imaginó”, una fórmula prefabricada que ensucia la comunicación, un lugar común que genera ruido, dos palabras harto manoseadas que denotan, precisamente, poca imaginación.

Eliminemos esa frase al comunicar. Sale sobrando. Estorba. No tiene sentido.

¿Verdad que usted no empezó este día imaginando que leería un artículo que comienza con tres ejemplos absurdos, termina con una pregunta y está ilustrado con un extraño pero sugestivo dibujo en blanco y negro?

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista con 35 años de experiencia
Asesor en comunicación