Se trata de un recurso que nos facilita la oportunidad de traducir las emociones en palabras; acción que nos permite sentirnos mejor tanto a nivel físico como mental

Arianna Ortiz Solano

Recuerdo el diario que tenía cuando era niña: portada color rosa, hojas con renglones delgados y un pequeño candado que me aseguraba que nadie más que yo iba a leer lo que escribía.

Todos los días, después de la escuela me sentaba a escribir. Rellenaba los renglones con anécdotas, historias divertidas, momentos tristes y cualquier otra idea que estuviera navegando por mi mente.

En ese momento, no tenía conocimiento del enorme poder que estaba teniendo la escritura en mi vida, únicamente sabía que esta práctica me resultaba satisfactoria y liberadora.

Probablemente muchas personas tienen un recuerdo similar al mío. Incluso no solo de la infancia, sino también de la adolescencia o bien, de la adultez.

Actualmente, la escritura es una práctica que se ha vuelto común a nivel digital; escribimos con lápiz y papel, pero también con el apoyo de una tableta u otro dispositivo electrónico. Cualquiera que sea la modalidad, escribir es un espacio seguro, donde no vamos a ser juzgados ni juzgadas y, por lo tanto, tenemos la posibilidad de expresar, de forma libre, lo que estamos pensando y sintiendo.

Se trata de un espacio que nos permite sentirnos vulnerables, pero con la seguridad de que lo que escribimos es solamente nuestro si decidimos no compartirlo.

El Dr. James Pennebaker, psicólogo social de origen estadounidense, plantea que la escritura expresiva es un recurso que nos facilita la oportunidad de traducir las emociones en palabras; acción que nos permite sentirnos mejor tanto a nivel físico como mental.

Esta herramienta tan simple, pero tan poderosa al mismo tiempo, puede generar transformaciones individuales y colectivas.

Pennebaker enfatiza en la importancia de externar emociones a través de la escritura como una forma saludable de transitar por situaciones de crisis. De forma tal que, dicho recurso, se convierte en una estrategia de comunicación que nos libera y evita que se acumulen sentimientos desagradables en nuestro cuerpo. 

Ahora bien, ¿cómo puedo practicar la escritura expresiva si no tengo el hábito de escribir?

Un buen camino podría ser empezar con una técnica llamada flow writing la cual consiste en colocar un cronómetro, y escribir lo que se nos ocurra, sin detenernos durante ese tiempo. No es importante si las palabras, oraciones o párrafos no tienen coherencia entre sí. Tampoco es necesario preocuparse por la ortografía, la gramática o la puntuación.

Se trata de escribir lo que estamos pensando y sintiendo en este momento, de la forma más honesta posible. Se sugiere poner en práctica esta técnica en un lugar tranquilo, con la menor cantidad de distracciones. Podemos realizar este ejercicio tantas veces como queramos y necesitemos.

Conforme pasa el tiempo, nos daremos cuenta, cómo vamos cambiando, a través de los que escribimos, de acuerdo a la etapa de la vida en la que estemos, el contexto que nos rodea y las experiencias vividas.

Una de las grandes fortunas de escribir es la posibilidad que tenemos, más adelante, de leer nuevamente lo que estábamos pensando y sintiendo en un momento determinado de nuestra vida. Y con esto, revisar semejanzas o diferencias con lo que estamos viviendo actualmente; identificar si hemos cambiado o seguimos coincidiendo con lo que en alguna ocasión escribimos.      

La escritura expresiva es un recurso de fácil acceso que nos conduce a resultados extraordinarios una vez que nos atrevemos a practicarla con frecuencia. Hagamos de este instrumento, un hábito diario, que potencie nuestro bienestar.

En este mes de abril que celebramos el Día del Libro, este texto se convierte es una invitación abierta no solo para empezar un libro, continuar uno que no hemos finalizado o bien, ubicarnos del lado de la persona escritora, con el propósito de escribir, expresar y transformar.

Arianna Ortiz Solano tiene una Licenciatura en Psicología por la Universidad de Costa Rica y una Maestría en Psicopedagogía de la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología, y se desempeña como Directora de Permanencia Estudiantil en la Universidad Castro Carazo.