En un plano educativo, esta herramienta ayuda a mitigar las falencias que encontramos en los estudiantes como resultado de la cadena de eventos desafortunados que han caracterizado el contexto educativo del país en los últimos años

Karen Acuña Picado

La palabra diagnóstico, es un término familiar cuando lo asociamos a una experiencia nuestra con la visita al doctor.

Asistimos a una cita médica porque hay un malestar, o bien, idealmente por prevención. Llegamos al consultorio, respondemos a una serie de preguntas, nos hacen un chequeo físico de ser necesario, y procuramos externar nuestro sentir o bien la razón que nos impulsó buscar ese criterio experto.

Posteriormente, una lista de exámenes clínicos son parte de la experiencia para recibir un diagnóstico adecuado junto con las posibles soluciones que ayuden a mejorar nuestra calidad de vida. Esta situación implica continuar rutinariamente para un seguimiento y conocer la evolución de nuestra salud en un período que puede estar comprendido por semanas, meses o incluso años.

Si ubicamos la palabra diagnóstico en un plano educativo, es necesario integrar esos pasos no solo de forma preventiva, sino para lograr mitigar aquellas falencias que podemos encontrar en las personas estudiantes como resultado de la cadena de eventos desafortunados que han caracterizado el contexto educativo del país en los últimos años.

Antes de la pandemia, en la primera semana de clases, después de las actividades rompe hielo y de presentación, cada docente elaboraba al menos una actividad con el fin de recolectar información que guiara la toma de decisiones respecto a los temas y experiencias de aprendizaje en las que participarían las personas estudiantes, lo cual era parte de una acción evaluativa llamada diagnóstico.

A modo de contexto, se puede tomar como referencia el concepto de diagnóstico educativo que aportan las españolas Carmen Buisán y Ángeles Marín en el 2001 en su libro Cómo realizar un Diagnóstico Pedagógico, donde lo definen como un proceso que trata de describir, clasificar, predecir y explicar el comportamiento de un sujeto dentro del marco escolar. Incluyen un conjunto de actividades de medición y evaluación de un sujeto o de una institución con el fin de dar una orientación.

El diagnóstico puede ser instrumento de reflexión que impulse una actitud proactiva por parte del estudiantado para reconocer su progreso a través del año.

Sin embargo, ese momento específico de la planeación docente, es necesario que ahora de regreso a la presencialidad física, sea consistente para que esa información que se recoge, tenga presencia no solo al inicio del curso lectivo, sino de forma frecuente a través del año aprovechándolo como una posibilidad más para acercarse a la persona estudiante.

Ahora bien, para devolver ese protagonismo al diagnóstico, es necesario realizar varias acciones que ayuden a mantener sobre la mesa esta mirada evaluativa. Para iniciar un diagnóstico debe contemplar el rol que tendrán las personas estudiantes y sus acompañantes del aprendizaje: antes, durante y después de su aplicación.

El diagnóstico no debería ser estático, sino que puede ser instrumento de reflexión para las personas involucradas e incluso impulsar una actitud proactiva por parte del estudiantado para reconocer su progreso a través del año.

También dentro de la evaluación se deben contemplar aquellas áreas que tienen el potencial de mejorar y aquellas otras que permiten al estudiante destacar positivamente. Esto permitirá seleccionar diferentes escenarios que sean terreno fértil para potenciar estas áreas.

Para ello debe existir constancia y comunicación asertiva entre el centro educativo y el hogar. Por ejemplo, si es necesario que la persona estudiante aumente su capacidad para analizar, se deben acordar espacios de discusión a partir de la observación de una noticia de un acontecimiento mundial, o bien ofrecer experiencias de aprendizaje que impliquen indagar para extraer información relevante sobre un tema en específico.

El diagnóstico no solo nos permite recolectar información sobre lo que recuerdan nuestros estudiantes en cuanto a conocimientos adquiridos del año anterior, sino que también nos brinda la oportunidad de podernos enfocar en aquello que sí saben explicar y hacer, siendo esta la opción más viable para que este tipo de evaluación trascienda como el punto de partida idóneo para acompañar a cualquier persona que se encuentre construyendo su proceso de aprendizaje.

Karen Acuña, es una profesional que cuenta con formación y experiencia en las áreas de preescolar, enseñanza del inglés, administración educativa y currículo. Actualmente, se desempeña como Gestora Pedagógica desde el Laboratorio de Aprendizaje de la Universidad Castro Carazo.