Video: En un mundo con tantas miradas…
… ¿qué sentido tiene practicar la arrogancia de que habla el siguiente video? ¡Nadie posee el monopolio de la visión!
José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista independiente
… ¿qué sentido tiene practicar la arrogancia de que habla el siguiente video? ¡Nadie posee el monopolio de la visión!
José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista independiente
“La pornografía no contribuye a fomentar el respeto por la mujer, pues la presenta como una mercancía al servicio del hombre“
“Al fin y al cabo, el sexo era cosa de hombres. Nadie esperaba que le interesase a las mujeres”… palabras de Viola Rydal, “Villy”, esposa sumisa del acaudalado Edward Cazalet, en la novela Los años ligeros, de la escritora inglesa Elizabeth Jane Howard (1923-2014).
Esa novela, ambientada en la Inglaterra de los años 1937 y 1938, retrata las costumbres sociales de una época en la que muchos hombres pensaban que “si el matrimonio no es la carrera de la mujer, no resultará un buen matrimonio”.
Así, la vida que llevaba Villy se ajustaba a lo que sus hijos, marido y madre esperaban de ella. “No es que fuera infeliz, sino, sencillamente, que habría podido ser mucho más de lo que era”.
Comencé a leer esa historia publicada por el sello Siruela un día después de haber visto por televisión el documental Placer femenino, de la directora y guionista suiza Barbara Miller, estrenado el 8 de noviembre del 2018 en Alemania, y transmitido el sábado pasado por el canal NAT GEO. Duración: 1 hora con 41 minutos.
Me llamó poderosamente la atención el fuerte vínculo que encontré entre la vida de una mujer de papel y tinta y cinco mujeres de la vida real que luchan en pro de la liberación sexual y la autodeterminación de las mujeres.
Se trata, en primer lugar, de la somalí Leyla Hussein, psicoterapeuta que trabaja activamente para que la ablación (mutilación genital femenina) sea abolida.
En segundo lugar, la artista japonesa Rokudenashiko, quien ha sido condenada por obscenidad (crear arte basado en la vagina).
También, la exmonja alemana Doris Wagner, quien sufrió abusos por parte de un miembro del clero. Ella promueve relaciones románticas y sexuales sanas.
Asimismo, la india Vithika Yadav, activista de los derechos sexuales y de género en su país.
Por último, la escritora estadounidense-alemana Deborah Feldman, comprometida con la reivindicación de los derechos de las mujeres en comunidades ortodoxas.
Estas cinco mujeres saben, por experiencia propia, lo que es ser difamadas públicamente, apartadas de sus comunidades e, incluso, recibir amenazas de muerte.
No pude encontrar un sitio o plataforma en el cual tener acceso a este documental de Barbara Miller, quien también es licenciada en filosofía y psicología, por lo que comparto un vídeo de 5:30 minutos que hallé en Youtube y algunas ideas expresadas en Placer femenino y de las cuales tomé nota:
-La pornografía no contribuye a fomentar el respeto por la mujer, pues la presenta como una mercancía al servicio del hombre.
-¿Dónde están los hombres cuando las mujeres gritan auxilio? ¿Por qué no hacen algo al respecto?
-Muchas mujeres cortan sus cuerpos, los operan y los cambian para satisfacer las expectativas masculinas.
-¿Por qué los hombres sí son dueños de sus cuerpos y las mujeres no?
-Cuando los hombres eligen una carrera profesional no se preguntan si son bonitos, un tema en el que se ejerce mucha presión sobre las mujeres.
-Las mujeres masái, de Kenia, no sienten placer durante el acto sexual pues sus órganos genitales han sido lesionados.
-Se debe hablar de la mutilación genital femenina sin perder la compasión.
-Las mujeres deben apropiarse del hecho de que son dueñas de su cuerpo y destino.
-Es difícil que los hombres hablen de asuntos que cuestionan su masculinidad o las estructuras patriarcales.
-Todos disfrutamos del sexo. Las mujeres no son alienígenas.
-No puede ser que Dios odie a las mujeres como lo hacen las religiones.
-El cuerpo es algo natural.
–Todos tenemos que cambiar, es un esfuerzo que hay que realizar unidos. No se trata de arreglar solo a un género.
José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista independiente
En esa temprana etapa de la vida dicha sensación de inquietud ante posibles amenazas es más común de lo que creemos
Por Karen Acuña Picado (*)
Entre los adultos es común escucharnos decir frases como: “¡Qué estrés!” “¡Esta situación me hace sentir mal!” “¡La actitud de tal persona me molesta!” Y muchas veces las decimos sin que alguien nos haya preguntado cómo nos sentimos, tan solo para desahogar lo que pensamos, en especial en un momento de emergencia mundial.
Ahora, pensemos en los niños y niñas, ¿Cuántas veces los oímos decir estas frases? La respuesta probable es: nunca. Ahora, puede ser que sí oigamos las siguientes expresiones: “¡Tengo miedo!”, o “¡Estoy triste!” Sin embargo, la frase “¡Me siento ansioso o ansiosa!”, no forma parte de las frases comunes que usan para expresar sus sentimientos.
La psicóloga clínica española Kontxi Báez Gallo, expresó en el 2002, que la ansiedad es una sensación normal que experimentamos las personas en momentos de peligro o preocupación. Esta nos sirve para poder reaccionar mejor en momentos difíciles; motiva a estudiar para exámenes, o bien, para evitar una situación que nos ponga en peligro.
En la infancia, la ansiedad es más común de lo que creemos. Usualmente se manifiesta cuando se presenta alguna situación que el niño o la niña considera amenazante por alguna razón. Por ejemplo, cuando ingresan al sistema escolar por primera vez. Esto varía según las experiencias y habilidades que haya desarrollado para manejar sus emociones.
Como familia o cuidadores, es importante aprender a identificar aquellas conductas que se relacionan con sentimientos de ansiedad, brindando mayor atención a aquellas que perduran en el tiempo.
Algunas de las conductas a las que debemos prestar atención, según la psicóloga mexicana Flor de María Flores Álvarez (2021), puede ser ansiedad cuando notamos en los infantes inquietud sin razón aparente, cuando vemos que mueven sus piernas o manos sin control en momentos de descanso, cuando rechinan sus dientes o padecen de gastritis. O bien, otra señal es cuando los vemos morderse las uñas u otros objetos que tienen a su alcance.
Además, otras de las señales que menciona la psicóloga, es notar si están preocupados, agitados o tensos por la realización de actividades sencillas o de rutina. De igual modo, las pesadillas y llantos sin razón aparente, pueden ser parte de algunas conductas inusuales.
También, debemos prestar atención a las preguntas que nos plantean. Estas pueden ser parte de la necesidad de sentirse aceptados o seguros. Por ejemplo, “¿A qué hora vienes por mí?” “¿Vas a venir a recogerme a la salida?”, “¿Qué haremos después de ir al súper?” Como podemos notar, son preguntas que buscan respuestas para reafirmar algo que ya se sabe por ser actividades de rutina, no para aprender algo de su interés.
Recordemos que la ansiedad en los infantes es normal. Siempre y cuando el niño o la niña puedan aceptar sus emociones, sentirlas sin presionarse a sí mismos, y resolver su estado de ánimo sin necesidad de sentirse mal por mucho tiempo de forma tal que esto perjudique sus actividades diarias.
En caso contrario, es necesario acompañarles para que logren sentir sus emociones sanamente y sin sentirse incómodos. Esto se puede lograr si nos mantenemos tranquilos, respiramos despacio junto con ellos y les dejamos expresar sus sensaciones y pensamientos, para luego hacerles saber que los entendemos y comprendemos porque también nosotros nos hemos sentido igual, incluso por la misma situación, aunque seamos adultos. Es importante decirles que estamos para escucharlos y apoyarles, que está bien sentirse así, que es normal. Podemos abrazarlos o decirles que son importantes cuando sientan ansiedad y tengan dificultad para manejarla.
La ganancia de generar estos espacios con nuestros infantes, tiene un impacto positivo a largo plazo. Sin embargo, es vital buscar información o apoyo de especialistas para intervenir de forma responsable en la crianza de nuestros futuros adultos.
Karen Acuña Picado es una profesional que cuenta con formación y experiencia en las áreas de preescolar, enseñanza del inglés, administración educativa y currículo. Actualmente, se desempeña como Gestora Pedagógica desde el Laboratorio de Aprendizaje de la Universidad Castro Carazo.
L@ invitamos a ver el siguiente video de tan solo 50 segundos de duración y compartir su opinión sobre el tema que plantea.
MOSAICO HUMANO
(*) Por María Antonieta Chaverri Suárez
Reconozco que mi lugar como mujer es un sitio de privilegio.
Lo es porque mis abuelas fueron mujeres luchadoras y trabajadoras. Una en el campo y la casa con 10 hijos. La otra, distribuida entre las aulas, abriéndose camino en el pensamiento matemático e intelectual y formando a hombres y mujeres docentes, mientras velaba por su hogar.
De privilegio… porque mi madre siempre trabajó y no dejó de realizarse, ese era su deseo, y porque mi padre siempre le dijo “yo no te freno, vos tenés que realizarte andate a la gira…”. Y porque él siempre vio el trabajo como una forma de dignificación para hombres y mujeres, por lo que a mí tampoco me puso límites y yo no sentí nunca que alguno de ellos, padre y madre, tratara de influir en lo que yo debía ser.
De privilegio… porque mi esposo asume día con día su rol de padre y co-habitante de la casa, trabajando y dejando trabajar y educando para la igualdad.
De privilegio… porque he ido aprendiendo que se puede amar aún de las maneras menos convencionales, y amar de verdad, y desde ese amor siento apoyo constante y verdadero.
De privilegio… porque tuve grandes jefes varones que fueron mentores y maestros que nunca juzgaron mi emocionalidad, mi idealismo ni mis deseos profundos de ser madre y siempre me permitieron manifestar mis pensamientos con total franqueza y valoraron a mis aportes.
Como todas las personas, tengo sesgos y en el camino he reconocido que muchos de los míos son de privilegio. Antes no los veía, pero hoy los reconozco.
No que en mi familia todo haya sido perfecto y no hubiera brechas; no, hubo y hay muchas por cerrar, pero reconozco que he sido privilegiada.
Por mucho tiempo no lo supe y me parecían exageradas ciertas posiciones de mujeres y movimientos sociales. Hoy comprendo que los diferentes movimientos, en el tanto no estigmaticen ni denigren a nadie, son válidos porque no todas las historias son como la mía.
Los sesgos son atajos de la mente, pero reconocerlos es clave para tratar de gestionar nuestros pensamientos y acciones, lo cual toma tiempo.
“Soy repetidamente afortunada porque la vida me ha permitido recibir acompañamiento e inspiración de cientos de mujeres en la vida real”.
María Antonieta Chaverri Suárez, coach de liderazgo trascendente.
Pero, ¿qué viene después del reconocimiento para poder actuar en concordancia? Creo que viene la empatía.
Esa capacidad de ver que no todos y todas están en la misma posición que yo.
Es esa empatía la que ha hecho que miles de hombres en el mundo también reconozcan sus sesgos de privilegio por haber nacido hombres en sociedades diseñadas en gran medida por y para hombres. No es un tema de malos o buenos, es una realidad antropológica que se mezcla con las experiencias y realidades de cada quien.
Tal empatía es la que me llevó a emocionarme el pasado lunes 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, cada vez que escuché a mujeres que han salido adelante a pesar de todo y abren camino, así como a hombres que luchan por las mujeres. Es la empatía la que humedeció mis ojos mientras escuchaba historias de vida.
Es esa empatía la que hizo que me doliera el corazón al pensar en las mujeres que aún sufren mutilación genital, que no pueden hablar y creen que no pueden decidir, que son víctimas de violencia aún en sus círculos más íntimos, las que son vendidas o las que no tienen acceso al agua, la educación ni el trabajo remunerado.
Pero es también la empatía que hizo vibrar mi corazón al ver a hombres contando las historias de sus propios sesgos de privilegio, otros descubriendo una realidad que no eran capaces de ver y abriendo diálogos reales sobre lo que significa para la humanidad y el planeta que las mujeres tengan igualdad de oportunidades que por roles de género y estereotipos no han podido realizar.
Sigo siendo privilegiada porque estoy ahora en una posición para abrir camino y reconozco que eso también me sesga y me lleva a ser impaciente con otras personas. Sin embargo, tengo muy claro que el privilegio siempre implica responsabilidad para con quienes me rodean y para con quienes no tiene las mismas oportunidades que yo.
Y, como si fuera poco, soy repetidamente afortunada porque la vida me ha permitido recibir acompañamiento e inspiración de cientos de mujeres en la vida real, libros, arte. Mujeres adultas, jóvenes, niñas.
Mujeres en el campo, en zonas indígenas, en las aulas, en las calles, en plantas de producción, mujeres en política, en grandes empresas, en el servicio doméstico y en organizaciones de la sociedad civil. Mujeres sanas y las que luchan contra una enfermedad. Mujeres que crecieron como yo y aquellas, la mayoría, cuyos caminos ha sido mucho más duros.
Mujeres que sacan adelante a sus hijos e hijas, aquellas que han decidido no tenerlos, las que no pueden tenerlos o aquellas por amor han tenido que renunciar a ellos.
Estas fueron mis reflexiones desde la vulnerabilidad en un día en el que traté de asumir mi responsabilidad desde mi posición de privilegio. Porque para mí el 8 de marzo es un día para abrir camino con firmeza desde la empatía.
(*) María Antonieta Chaverri es Coach de liderazgo trascendente, formadora de mentores y asesora para empresas y organizaciones de diferentes sectores en temas como alineamiento estratégico, liderazgo, transformación cultural y diversidad e inclusión.
Por Marco Monge (*)
Estas imágenes hablan por sí mismas. Comunican, transmiten, cuentan… entonces, que cada quien las lea como guste.
Muestran instantes y rostros (algunos conocidos) que formaron parte de la marcha que un grupo de empleados judiciales realizó ayer hasta la Asamblea Legislativa, para protestar contra el proyecto de ley de empleo público.
En sus manos quedan…
Marco Monge, fotoperiodista.
Ojalá TODOS nos metamos cada vez más dentro de los envoltorios que protegen el ambiente y nos salgamos, de una vez por todas, de los producidos con plástico
Se trata de un empaque comercial que mide, en centímetros, 42 de alto por 34 de ancho por 15 de grosor.
En ese espacio entramos quienes ya peinamos canas y jugábamos a bailar trompos o voltear cromos, y los llamados millennials, más afines a los smartphone y las tablets.
A los integrantes del primer grupo, del cual formo parte pues soy modelo 1961, ese envoltorio nos hace evocar aquellas bolsas de manila en las que los pulperos de antaño echaban diversos productos, los pesaban y se los entregaban a los clientes.
Recuerdo aún, en el San Ramón de los años sesenta, a Memo o doña Carmen asiendo esos empaques por uno de los lados de su abertura y agitándolo para abrirlo. Luego depositaban en ellos arroz, frijoles, maíz, azúcar o sal.
Lo mismo hacían los dependientes de los almacenes que vendían abarrotes. En esos envoltorios echaban, con la ayuda de una pequeña pala metálica, lentejas, cubaces, garbanzos y otros granos que extraían de sacos de yute (llamados “gangoche”) o grandes cajones de madera.
En muchos de esos negocios había por lo general un enorme y somnoliento gato que por las noches se encargaba de mantener a los roedores lejos de las mercancías.
No es que esas bolsas hayan desaparecido del todo, pues -por ejemplo- se han usado a lo largo de los años en los locales que venden café en grano o molido, maní, almendras, nueces, pistachos, crema, cebada y pinolillo en el Mercado Central de San José.
Me reciclaron la nostalgia
Sin embargo, de haber sido empleadas por una mayoría de establecimientos -entre ellos, panaderías, bazares, verdulerías, farmacias, librerías y mercerías- fueron desplazadas por los empaques de plástico. En algún momento se convirtieron en un producto exótico, a tal punto que diversos negocios empezaron a utilizarlos para envolver regalos.
Por eso experimenté una suerte de nostalgia hace pocos días cuando, al visitar el Auto Mercado ubicado entre Tibás y Moravia, me empacaron las compras en dos bolsas parecidas a las que conocí en mi infancia.
Se trata de bolsas hechas 100% de papel reciclado, las cuales pueden reutilizarse y desecharse sin ningún remordimiento de conciencia pues son biodegradables. El material con el que se fabrican cuenta con la certificación del Forest Stewardship Council (FSC), una ong con sede en Alemania.
El hecho de que contribuyan con la protección del ambiente hace que en ellas quepan también los millennials, esa generación que posee una conciencia ambiental mucho más desarrollada y comprometida que la que teníamos -a esas edades- quienes bailábamos trompos o volteábamos cromos.
Para estos jóvenes la defensa de la Tierra no es una moda o una pose, sino una tarea seria en la que demandan visiones y estrategias profundas y responsables por parte de empresas, candidatos electorales, gobiernos y comunidades.
Son ellos quienes velan, en muchos hogares, por la ejecución de acciones positivas como el reciclaje o el consumo de bienes biodegradables.
Ojalá cada vez más empresas y negocios, instituciones y organizaciones, gobiernos y partidos políticos, y consumidores nos metamos dentro de estas bolsas amigables con el planeta y nos salgamos de una vez por todas de los empaques de plástico.
Para finalizar, l@s invito a ver el siguiente video tal y como lo grabé en una playa de nuestro país.
José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista independiente
Evaluando estos doce meses, podemos diferenciar, en cuatro categorías, el desempeño de los países latinoamericanos en materia de minimizar el costo en vidas y el costo económico
Por Jaime García (*)
En el tercer mes del 2021 cumplimos un año desde que la pandemia del COVID-19 llegó a la región centroamericana. El 6 de marzo a Costa Rica; el 9, a Panamá; el 11, a El Salvador y Honduras; el 13, a Guatemala, y el 18 a Nicaragua.
A nivel mundial en esas fechas el número de casos confirmado era menor a los 200.000, y 80% de ellos estaban ubicados en Asia; un año después, hay 113 millones de casos, 45,07% de ellos en América y 32,60% en Europa, mientras que Asia tiene solamente el 18,91% de los mismos.
En términos de los fallecidos, pasamos de tener menos de 10.000 muertes, 62,46% en Asia; a tener más de 2,5 millones, estando el 48,18% en América, 33,46% en Europa y sólo el 14,27% en Asia. Como muestran los números, tanto el continente americano como Europa han sido severamente afectados en términos de casos y fallecimientos.
En este año aprendimos a aplanar la curva, usar mascarillas, mantener la distancia social, seguir protocolos, que no todos podían quedarse en casa, que la educación a distancia es un privilegio, que hay que lavarse las manos, usar alcohol en gel, que el turismo es frágil, que no necesitamos estar todos en el mismo lugar y a la misma hora para trabajar pero que seguimos siendo seres sociales, que la salud es más valiosa de lo que creíamos, que tener acceso a Internet es un bien básico, que los avances de 15 años se puden borrar en un año, que las instituciones y su calidad cuentan, que el empleo formal es clave para la resiliencia, que las fronteras se pueden cerrar incluso en los países más integrados, o que la ciencia puede hacer milagros y producir una vacuna de un virus nuevo en tiempo récord.
Pero también aprendimos que aunque las amenazas sean las mismas los contextos nacionales importan mucho en los resultados, el virus es el mismo pero los países no. Así, en América Latina, aunque sólo se cuenta con el 8% de la población mundial, se contabilizan hasta la fecha el 26,54% de los fallecimientos por COVID-19. Y en lo económico la región tuvo una caída de -7,4% del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que Estados Unidos registró una caída de -3,4%, Canadá -5,5% o la región del Euro -7,2%, de acuerdo a los datos del Fondo Monetario Internacional para el 2020.
Sin duda, la pandemia ha significado un alto costo en vidas, pero también en lo social y económico. Aunque también hay diferencias entre los países, evaluando este año de pandemia, podemos diferenciar desempeños en la región, de acuerdo a minimizar el costo en vidas y el costo económico. Así se encuentran 4 categorías:
Finalmente, a un año de pandemia y aunque en muchos países de la región ya se están vacunando las poblaciones más vulnerables, el proceso es lento pues la disponibilidad de vacunas no ha sido tan fluida como se estimaba en un principio (10 países cuentan actualmente con el 75% de las vacunas disponibles en el mundo). Así que como hemos mencionado anteriormente, el fin de la pandemia será lento y complicado, sobretodo para una región que ha sido muy golpeada por la crisis, tanto en lo humano como en lo monetario.
Es tiempo de seguirse cuidando, adaptando, y reinventando; pero también de revisar lo que ha funcionado y lo que no ha funcionado en cada país durante este año de convivir con el virus. Ser autocríticos para mejorar el desempeño, y nuevamente, minimizar el costo en vidas y los costos económicos, ya veremos al final de esta crisis, qué países son los que pueden proteger mejor sus poblaciones y su prosperidad.
Jaime García. Director de Proyectos del índice de Progreso Social de CLACDS/INCAE
Por Marco Monge (*)
Sí, el título de esta galería fotográfica es una paráfrasis de las palabras de la pintora mexicana Frida Kahlo (1907-1954): “Pies, para qué los quiero si tengo alas para volar”.
La hora de las voces y los clamores fue ayer, lunes 8 de marzo, durante la marcha realizada en San José con motivo del Día Internacional de la Mujer; ahora es el turno de los símbolos y las imágenes.
Una vez más, el fotógrafo Marco Monge nos traslada desde la pantalla hasta la calle, desde el dispositivo tecnológico hasta el asfalto. Caminamos con las flechas del teclado o el desplazamiento del mouse.
El pasado 1º de marzo compartió 26 fotos de la vigilia realizada por el movimiento Ni Una Menos… Vivas nos queremos… el 5 de febrero pasado, también en la capital.
L@ invitamos a navegar en “El abecé de una luz llamada MUJER”: https://gente-divergente.com/el-abece-de-una-luz-llamada-mujer/
Ahora nos obsequia 31 fotografías que no tienen voz, pero gritan…
Bloque 1:
Bloque 2:
Bloque 3:
Marco Monge, fotoperiodista.
Son muchas las virtudes que admiro de mi madre, pero una de las que más me impresiona es su enorme capacidad para escudriñar el alma humana. En cuestión de pocos minutos, ella percibe qué tan confiable o de cuidado es una persona.
Esa mujer, Elizabeth Muñoz Madriz, cuenta con una especie de semáforo que le indica con quiénes se puede avanzar (luz verde), quiénes son de cuidado (luz amarilla) y con quiénes hay que frenar en seco (luz roja).
He aprendido, a lo largo de los años, a prestarle mucha atención a lo que dice el sexto y agudo sentido de mi mamá.
Además de inteligente, estudiosa, lectora, creativa, ingeniosa, crítica, emprendedora, valiente y responsable -entre otras virtudes-, esta dama es perspicaz.
La gente labiosa, aduladora, con poses prefabricadas e histriónica choca contra un muro de concreto cuando se relaciona con la progenitora de cuatro hijos y abuela de dos nietas y dos nietos.
Le recomendamos la galería fotográfica: El abecé de una luz llamada mujer https://gente-divergente.com/el-abece-de-una-luz-llamada-mujer/
No es fácil, ¡para nada!, meterle diez con hueco a esta mujer que estudió educación cristiana y bibliotecología.
Mi padre, quien ahora vive en nuestras memorias y corazones, era un hombre noble dado a creer en los demás de buenas a primeras, por lo que en múltiples ocasiones fue su esposa quien le abrió los ojos sobre los riesgos o peligros que entrañaba un Fulano o una Sutana.
Enrique, Raúl, Vittorio, Johnny, Wálter, Francisca y muchos otros nombres de gente poco transparente o vivazos que procuran aprovecharse de la bondad y nobleza ajenas.
Cada vez que Elizabeth le decía a David que tuviera cuidado con determinado individuo, la primera reacción de mi padre era defender a la persona en cuestión, pero al cabo de algunos días o semanas terminaba por admitir que ella tenía razón.
Mi mamá es zahorí, esa palabra que el Diccionario de la Lengua Española define como “persona perspicaz y escudriñadora, que descubre o adivina fácilmente lo que otras personas piensan o sienten”.
Le recomendamos el artículo: Ecofeminismo, mujeres protagonistas del cambio ecológico. https://gente-divergente.com/ecofeminismo-mujeres-protagonistas-del-cambio-ecologico/
Es importante aclarar que esta mujer es perspicaz mas no suspicaz, vocablo que se refiere a la gente que vive en estado permanente de sospecha y desconfianza.
No, ella no forma parte del nocivo club de quienes ven dobles intenciones en todo, corrupción en todo, trampas en todo… también es capaz, ¡mucho!, de detectar bondad, generosidad, altruismo, solidaridad, honestidad.
Me gusta la perspicacia de Elizabeth, una actitud sumamente sana y necesaria en un mundo plagado de lobos con piel de oveja en política, economía, finanzas, religión, empresas, comercio, periodismo, publicidad, derecho, consejería…
En el Día Internacional de la Mujer celebro a las damas que, como mi madre, cultivan el espíritu crítico (no la chota), analizan, escudriñan, evalúan, dudan, confrontan, valoran, sopesan, cuestionan, debaten, argumentan, preguntan, piensan.
Soy uno de los orgullosos hijos de una mujer con espíritu crítico: Elizabeth la perspicaz. El mundo necesita más mujeres así, que no crean a ciegas en lo todo lo que leen, ven o escuchan.
José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista independiente