Me refiero al sillón rojo que se utiliza al final de cada edición de El show de Graham Norton, un programa de televisión que transmite el canal británico BBC One y que en Costa Rica veo a través de Film & Arts.

Se trata de un espacio de amena y divertida conversación entre el conductor, el actor irlandés Graham Norton, y un grupo de celebridades de muy diversos campos: cine, música, literatura, gastronomía, política, deportes, etcétera.

Por esa producción han desfilado, entre otras figuras, los actores Meryl Streep, Harrison Ford, Tom Cruise y Tom Hanks, las cantantes Dolly Parton y Miley Cirus, la política Hillary Clinton y su hija Chelsea, y Lewis Hamilton, piloto de Fórmula 1.

La transmisión cierra con una persona, seleccionada de entre la audiencia televisiva, que se sienta en un sillón rojo y cuenta una anécdota divertida; es una especie de examen en el que quien aprueba recibe el aplauso del público presente en el estudio, mientras que los reprobados son lanzados de espaldas mediante un mecanismo que se activa con un botón rojo al alcance de la mano de Graham Norton.

Aunque se trata de una dinámica divertida, podemos aprender cuatro lecciones que nos da el sillón rojo en materia de comunicación, sea esta personal, institucional o corporativa.

  1. El mensaje debe ser transmitido con gracia. No hablo de charlatanería o de comportarse como un guasón con el interlocutor o los diversos públicos, sino de afabilidad, ingenio y agrado. Hay que condimentar el discurso, no servir un plato insípido.
  2. El mensaje debe ser breve. En los cruces viales de la comunicación es mejor optar por el camino directo, la ruta sin atajos, desvíos o rodeos. Hay que transitar por el carril que hace posible la circulación fluida, sin distracciones que demoran. Asegúrese de llevar el quick pass a mano.
  3. El mensaje debe ser presentado con elegancia. Sí, con buen gusto y distinción. No se trata de asumir tonos, poses y vocabularios impostados, sino de ser respetuoso con el contertulio o la audiencia, demostrarles cuán importantes son y cuánto valen para nosotros. Prohibido ser chabacano.
  4. El mensaje debe ser divulgado con naturalidad. Espontaneidad. Sin ingredientes artificiales ni componentes prefabricados. El público percibe cuando Tío Conejo se hace pasar por el Rey Midas.

He notado que quienes respetan esas cuatro lecciones tienen mayores posibilidades de aprobar el examen del sillón rojo.

¿Por qué no pensar en la realidad como un sillón rojo que pone a prueba cada día nuestra capacidad de comunicación? ¿Por qué no invertir tiempo y recursos, y trabajar en reducir el riesgo de ser lanzados de espalda?

Comunicar es transmitir con gracia, brevedad, elegancia y naturalidad. Antes de comunicar, imagine que está sentado en el sillón rojo de Graham Norton.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector del periódico El Financiero
Consultor en Comunicación