Evoco el ejemplo de mi padre y concluyo que cultivar el valor de la gratitud es un excelente propósito de año nuevo

José David Guevara Muñoz

Imposible olvidar la última palabra que me dijo mi padre: “Gracias”.

Mi viejo pronunció ese vocablo a principios de julio del 2020, precisamente el día en que mi hermano Alejandro lo llevó en carro a mi casa para que me despidiera de él pocas horas antes de que fuera internado en el hospital.

Corrían los tiempos más críticos de la pandemia generada por el Covid-19, por lo que conversé con mi tata a través de una de las ventanillas del carro. No queríamos exponer a aquel hombre de 81 años a los peligros del coronavirus.

Intercambiamos algunas palabras y casi al final de nuestro encuentro alcé a mi perro Gofio -a quien él quería mucho- para que lo viera. Papá sonrió.

Por último, le mostré una hoja en la que esa mañana había escrito “Te amamos, papá”. Pito, como le decíamos con cariño, sonrió de nuevo y dijo: “Gracias”.

No me extraña que esa haya sido la última palabra que le escuché antes de que muriera el 16 de julio de aquel año, pues David Guevara Arguedas fue siempre un ser humano agradecido. La gratitud lo distinguía.

Papá era un hombre lleno de gratitud.

Sí, papá fue una persona que tenía el hábito de dar las gracias. Siempre agradecido con Dios, la vida, la familia, los amigos, los vecinos, el chofer del bus, la geriatra, el panadero, la vendedora de maní, los recolectores de basura, la empleada de la librería, el verdulero, la mujer que le vendía las boinas y sombreros, el jardinero…

Lleno de gratitud por la bendición de disfrutar del amor de su esposa, la música de su acordeón, el jugo de las naranjas, la emoción del fútbol, las ocurrencias de los nietos, el sabor del café, el trazo de la pluma fuente sobre el papel, la compañía de los libros, la sinfonía de la lluvia, el placer de una siesta en la hamaca, la comodidad de la mecedora, la tertulia con sus hijos, el deleite de la docencia, el gozo de servir a los demás, el atol después de la cena…

Mi padre poseía un fino sentido para detectar las cosas buenas de la vida y dar las gracias por cada una de ellas.

Esa actitud marcó su vida, hizo de él un hombre optimista, positivo, constructivo, solidario, bondadoso, con sentido del humor y capaz de ver más allá de las simples apariencias.

La última palabra que me dijo honra con creces un modo de vida del que fui testigo por más de cincuenta años.

Evoco el ejemplo de mi tata cuando el 2023 apenas gatea y pienso que cultivar el valor de la gratitud es un excelente propósito de año nuevo.

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Editor de Gente-diverGente