Dos horas de silencio al día pueden contribuir a la regeneración de nuestro cerebro, o neurogénesis

Por Liana Rojas Binda

Sí, querida lectora y querido lector. No hay un error en el título de esta entrega. Soy lo que en Costa Rica llamamos “una tarabilla”: una persona que disfruta hablar ¡hasta por los codos!

Por esta razón, para mí siempre ha sido un reto tratar de no interrumpir continuamente a las personas con las que converso. Como docente, además, siempre me ha resultado difícil crear espacios para que mis estudiantes se expresen. Es por eso que hoy busco explorar el poder curativo del silencio en esta columna, y les comparto tres tips para aumentar los períodos de silencio en nuestras clases.

Como feliz coincidencia, llegó a mis manos un artículo de la publicación en línea UPLIFT, con valiosa información científica sobre el poder “regenerador” del silencio. Según este texto, numerosos estudios demuestran que cuando las ondas sonoras ingresan a nuestro cerebro y activan la amígdala, la parte del cerebro asociada a la memoria y las emociones, el cerebro libera las hormonas del estrés, causándonos problemas como presión alta. ¡Esto sucede también mientras dormimos!

Además, se menciona otro estudio que indica que dos horas de silencio al día pueden contribuir a la regeneración de nuestro cerebro, o neurogénesis. Finalmente, se incluye un hallazgo muy interesante de un tercer estudio, esta vez sobre el efecto de la música relajante. Este hallazgo indica que las pausas de dos minutos de silencio entre ruido y música daban a los sujetos un efecto incluso más placentero que los períodos de música relajante.

¿Y cómo podemos relacionar estos hallazgos con la docencia? María Eugenia Flores, mi querida profesora de práctica docente y mentora, nos inculcó desarrollar conciencia sobre el balance entre el tiempo de habla docente (“teacher talk”) y el de las personas estudiantes (“student talk”). Con este balance, logramos brindar suficientes espacios para que las personas estudiantes se expresen. En aras de trabajar para lograr este balance, y además, incrementar los momentos de silencio sanador en nuestras clases, les comparto tres tips.

Primer tip:
En nuestro plan de lección, escribir en rojo lo que vamos a decir las personas docentes (instrucciones, ejemplos, etc). En otro color, anotar los aportes que esperamos recibir nuestras personas estudiantes. ¿Vemos demasiadas anotaciones en rojo?

Segundo tip:
Grabar una de nuestras clases, cronometrar el tiempo de nuestras intervenciones y luego promediar con el tiempo de las intervenciones de los estudiantes.

Tercer tip:
Incorporar breves pausas silenciosas en nuestra clase, durante las cuales podemos asignar revisión silenciosa de un ejercicio, o colaborar grupalmente, pero en silencio,  en  una lluvia de ideas, por ejemplo.

Utilizar estas tres estrategias en forma intencionada, nos puede ayudar a usar a nuestro favor el silencio en la mediación pedagógica, impactando favorablemente nuestra salud, y la de nuestros estudiantes. 

Con respecto a mi confesión, ser una tarabilla causa inconvenientes a mis interlocutores, no solo a mis estudiantes. Como reconocer nuestras limitaciones es de valientes, debemos reconocer el gran valor de la escucha profunda (otro tema también importantísimo en la docencia y las relaciones sociales), e identificar las oportunidades de sanación que estamos dejando de lado al no aprovechar el silencio.

Tratemos de reprogramarnos, especialmente en estos días en los que contamos con mayores posibilidades de estar en silencio. Les dejo entonces con una última reflexión:  

 

Liana Rojas Binda es una profesional con formación académica en el campo de la enseñanza del Inglés. Cuenta con más de 25 años de experiencia docente. Actualmente se desempeña como Directora del Centro de Idiomas de la Universidad Castro Carazo. Ha participado en proyectos editoriales con Santillana y Oxford University Press.