(Primera de una serie de 7 reflexiones sobre el valor de la divergencia)

Gracias a esos dos evangelistas, cobrador de impuestos, apóstol y judío el primero y -al parecer- médico griego el segundo, conocemos diversos detalles de la primera Nochebuena.

Claro, eso si nos apegamos a la tradición -refutada con argumentos históricos por distintos eruditos- de que todos los hechos de la historia que nos cuentan Mateo y Lucas ocurrieron en una misma noche: la del nacimiento de Jesús.

Ambos relatos son distintos.

Fue Mateo quien escribió sobre la concepción virginal de María, los planes de José para abandonar a su esposa y cómo un ángel le habló en sueños para que recibiera a su cónyuge.

En ese evangelio, primer libro del Nuevo Testamento, se habla también de los magos de oriente -cuyos nombres no se mencionan-, la matanza de los niños menores de dos años ordenada por el rey Herodes y la huida de José, María y Jesús a Egipto para ponerse a salvo de ese monarca.

Lucas, compañero de San Pablo en varias de sus giras misioneras, nos heredó la profecía de Zacarías -padre de Juan el Bautista- sobre la llegada de un Salvador y el empadronamiento ordenado por Augusto César.

Asimismo, del viaje de José y María a Belén, el nacimiento de Jesús, la visita y alabanza de los pastores que velaban sus rebaños, el coro de ángeles, y cómo la madre de aquel niño atesoró todos aquellos acontecimientos en su corazón.

Hay estudiosos de la Biblia que creen ver la marca de José en el relato de Mateo, y la huella de María en el de Lucas.

Los otros evangelios, Marcos y Juan, no aportan ningún dato sobre la primera Nochebuena. El primero de ellos arranca con la predicación de Juan el Bautista, mientras el segundo nos ofrece una interpretación enmarcada en la eternidad.

Lo cierto es que los textos de Mateo y Lucas son dos crónicas diferentes, redactadas con elementos que obedecen a distintas perspectivas, formas dispares de mirar y contar.

Como nos recuerda la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie (1977) en su ensayo El peligro de la historia única, publicado por Literatura Random House, no existe, en relación con cualquier hecho, solo una versión, sino múltiples.

En efecto, aún las versiones “oficiales” no son las únicas, pues responden a los intereses y visiones de apenas un grupo de la sociedad.

Por eso no creo en dogmas ni relatos infalibles, pero sí en una “realidad” construida, armada, con múltiples ópticas y puntos de vista.

Las crónicas navideñas de Mateo y Lucas -incluso los evangelios de Marcos y Juan- nos recuerdan la importancia de la divergencia, la complementariedad de las distintas visiones, el valor de las contradicciones, la libertad de elegir lo que se cuenta y lo que se excluye.

Esa multiplicidad sigue vigente, aplica a cada episodio de la cotidianidad. Diversos análisis, lecturas e interpretaciones en torno a la vida, la sociedad, el país, el mundo, la Historia…

“Cuando rechazamos el relato único, cuando comprendemos que nunca existe una única historia sobre ningún lugar, recuperamos una especie de paraíso”, expresa la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie.

(Mañana: los dueños del establo donde nació Jesús).

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Periodista independiente