“La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”,
San Agustín

-¿Qué tal si hay elementos importantes que no he tomado en cuenta a la hora de emitir mi opinión?

-¿Estará sesgado mi criterio por mi historia de vida, temores, prejuicios, creencias que he aceptado sin ningún tipo de cuestionamiento?

-¿Lo mío es opinar o simple y sencillamente repetir estribillos y consignas?

-¿Será hora de someter mis ideas a una exhaustiva y honesta revisión personal?

-¿Habrá que sacudir y quitarle algunas capas de moho a algunas de mis posiciones sobre determinados temas?

“El que se erige en juez de la verdad y el conocimiento es desalentado por las carcajadas de los dioses”.

Albert Einstein

-¿Estaré aferrado a un punto de vista que en algún momento tuvo cierta validez pero ahora resulta insostenible?

-¿Por qué me molesta que otros piensen diametralmente opuesto a mí? ¿Qué tiene eso de malo? ¿Acaso no es sano debatir para comprender otras perspectivas?

-¿Será que me creo infalible?

-¿Me habré dejado llevar por la falsa ilusión que me vende Facebook de que la mayoría de las personas razonan como yo? ¿Qué gracia y riqueza tendría un mundo en el que todos pensáramos igual?

-¿Quién dice que todo el mundo tiene que coincidir con mi lectura e interpretación del entorno? ¿Acaso todos hemos recorrido los mismos caminos?

“Cree a aquellos que buscan la verdad, duda de los que la han encontrado”.

André Gide

-¿Hago un auténtico esfuerzo por tratar de entender la posición contraria a la mía?

-¿Será que me he vuelto tan arrogante, vanidoso y narcisista que creo tener siempre TODA la razón?

-¿De dónde ese afán enfermizo de pretender callar o alejar a quienes piensan distinto, o querer ganar todas las discusiones? ¿Quién dice que se trata de ganar? ¿No he entendido, a estas alturas de la vida, que todos perdemos en un debate de egos?

-¿Por qué ese hábito de calificar de “imbécil” o “poquita cosa” a aquellos que ven el mundo con otros ojos?

-¿Cuánto de lo que afirmo y defiendo se enfoca en los argumentos del otro y cuánto en ataques personales?

-¿Cuán constructiva es mi actitud al discrepar? ¿Difiero para edificar o para exhibirme y lucirme?

“Lo que más admiro en los demás es la ironía, la capacidad de verse desde lejos y no tomarse en serio”.

Jorge Luis Borges

-¿Están cargadas mis divergencias de argumentos y planteamientos o de juicios y condenas?

-¿Por qué me cuesta tanto pasar la página cuando me siento derrotado en el campo de batalla intelectual?

-¿Qué nota obtendría en una prueba de humildad?

-¿Y qué tiene de malo admitir mi error, aceptar que el criterio ajeno es mejor? ¿Cuál es el pecado de cambiar de opinión?

-¿Y si estoy equivocado y no me de dado cuenta?

-¿Con cuánta frecuencia me hago este tipo de preguntas?

Se vale discrepar