Antes de ser divulgado, el contenido de toda comunicación debería ser sometido al filtro del ego, el cual consiste básicamente en responder con honestidad esta pregunta: ¿El mensaje que nos disponemos a transmitir está impregnado de la visión estratégica de nuestra organización o salpicado de vanidades personales?

La primera parte de la interrogante tiene que ver con claridad y nitidez: enfoque; en tanto que la segunda parte habla de confusión y distorsión: desenfoque.

Son dos caras de una misma moneda. De un lado, el escudo de lo esencial y sustancial (propósito), en tanto que del otro, la corona de lo impulsivo y precipitado (orgullo).

Así como el editorial de un medio de comunicación, la homilía dominical y una conferencia magistral no deben ponerse al servicio de rencillas estrictamente personales, la comunicación estratégica de las organizaciones no debe ser manipulada o desvirtuada con informaciones, reportes, réplicas o aclaraciones que respondan a actitudes narcisistas.

Cada uno de los mensajes emitidos debe ser un dardo lanzado teniendo en la mira única y exclusivamente el centro del tablero; caso contrario, se corre el riesgo de distraer a los diversos públicos con agujeros sin sentido en paredes que no forman parte del juego.

Resulta fácil y hasta emocionante tener presente lo anterior cuando se trata de comunicar nuevos productos y servicios, estrategias de responsabilidad social, compromisos con la sostenibilidad, políticas de inclusión y enfoques de género.

Sin embargo, el tratamiento de la comunicación se torna complicado cuando se trata de reaccionar fría y racionalmente ante denuncias, quejas, reclamos, ataques, rumores, mentiras y demás situaciones que perturban y alteran. Cualquiera sea el caso y si se estima conveniente contestar, el mensaje a transmitir debe estar impregnado de la visión estratégica de la organización y para nada salpicado de vanidades personales.

Es decir, incluso las experiencias más incómodas o injustas deben ser aprovechadas para poner de relieve la razón de ser de la empresa o institución. Lo que está en juego es el prestigio, el buen nombre de la organización, no el ego de alguien.

Activar el filtro de la vanidad contribuye a mantener al ególatra de Narciso en su lugar.

Comunicar es controlar el EGO.

Otros artículos publicados en la sección ComunicANDO, de Gente-diverGente:

Comunicar es sintetizar: https://gente-divergente.com/comunicar-es-sintetizar/
Comunicar es rectificar: https://gente-divergente.com/comunicar-es-rectificar/
Comunicar es abrazar la crítica: https://gente-divergente.com/comunicar-es-abrazar-la-critica/
Comunicar es premeditar: https://gente-divergente.com/comunicar-es-premeditar/
Comunicar es dar información relevante: https://gente-divergente.com/comunicar-es-dar-informacion-relevante/
Comunicar es sopesar: https://gente-divergente.com/comunicar-es-sopesar/
Comunicar es sorprender: https://gente-divergente.com/comunicar-es-sorprender/

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector de El Financiero
Periodista y consultor en Comunicación