Jaime Ordóñez, politólogo y abogado, publicó ayer en Facebook un breve texto en torno a la noción que nos legó el gran revolucionario cultural costarricense, don Guido Sáenz (1º de enero de 1929 -14 de diciembre del 2021), en cuanto a que el arte es consustancial a una democracia.

Pocos minutos después Julia De la O, bibliotecóloga, especialista en Estudios Latinoamericanos, exasesora legislativa y exfuncionaria del Ministerio de Educación Pública (quien aparece en la foto que acompaña a este artículo), comentó: “Él nos impulsó para hacer teatro en la biblioteca infantil Carmen Lyra con los niños de la calle. ¡Mucho nos impulsó!”

Sin pensarlo dos veces, agregué: “Mis hermanos y yo no éramos niños de la calle, pero resultamos beneficiados con ese hermoso programa. Muchas gracias por ese valioso aporte a nuestras vidas”.

Y Julia De la O remató: “Por supuesto que el servicio era para toda la niñez. El caso es que don Guido nos insistía que los involucráramos a ellos(as) en las piecitas de teatro que montábamos. Saludos y me alegro que sus hermanos y usted lo disfrutaran”.

Como suele decirse en las redes sociales, este intercambio de mensajes “me hizo el día”, pues fue grato descubrir que una de mis amigas en Facebook jugó un papel importante en las vidas de los hermanos Guevara Muñoz.

Resulta que Frank, Alejandro, Ricardo y yo llegamos a San José en compañía de nuestros padres, procedentes de Liberia, Guanacaste, en mayo de 1972; éramos un clan de carajillos en edad escolar, deseosos y temerosos de descubrir una ciudad capital que no nos resultaba tan amistosa como aquella tierra de ríos, playas, sabaneros, hornos de barro y caminos de polvo en la que habíamos vivido desde diciembre de 1969.

Afortunadamente mi madre, Elizabeth, descubrió pronto un rincón josefino que fue vital en nuestro proceso de adaptación a la urbe: la Biblioteca Infantil Carmen Lyra, que estuvo ubicada en los bajos del quiosco del Parque Central entre 1971 y 1993.

En ese pequeño paraíso leíamos, jugábamos, hacíamos nuevos amigos y participábamos en diversos programas, entre ellos el de teatro que mencionó Julia De la O.

¡De repente la biblioteca se transformaba en un escenario en el que los niños interpretábamos diversos papeles! Aprendíamos así a expresarnos y comunicarnos con palabras y lenguaje corporal, un conocimiento vital para la vida en sociedad.

Ese aporte fue vital para aquellos cuatro chiquillos que necesitaban romper el confortable cascarón guanacasteco y adquirir confianza para aprender a volar en los novedosos, inciertos y desafiantes cielos josefinos.

Mis hermanos y yo crecimos, y un buen día dejamos de asistir a la Biblioteca Infantil Carmen Lyra. No recuerdo que nos hayamos despedido y dado las gracias a las personas que siempre nos atendieron tan bien, pero bueno, nunca es tarde para dar gracias y me complace aprovechar esta oportunidad que me brinda la vida para agradecerle -a nombre de todos mis hermanos- a Julia De la O, y a través de ella a aquel maravilloso, generoso y bondadoso equipo.

Don Guido, gracias también a usted por haber tenido claro que el arte es consustancial a la infancia.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente
Exdirector de El Financiero
Consultor en Comunicación