¿Qué tienen en común un famoso televangelista, de casi cuatro décadas atrás, y un expresidente de los Estados Unidos, aún sediento de poder?

Pedro Rafael Gutiérrez Doña

Aún recuerdo, como si fuera hoy, a un tele-evangelista estadounidense de fama mundial llamado Jimmy Swaggart. 

Su ministerio se posicionó hace unas tres décadas, en los principales ranking de teleaudiencia en Estados Unidos, llevando el mensaje de los Evangelios a más de 3.000 estaciones de cable; sus prédicas fueron vistas por más de 500 millones de personas alrededor del mundo.   

Sus millonarios sermones lo llevaron a establecer puentes de ayuda en alimentos y bienes a un sinnúmero de países alrededor del planeta.

Corría el año 1986 cuando Swaggart en una de sus predicaciones denunció a los pastores Jim Bakker y Marvin Gorman, por tener relaciones extramaritales, pecadora razón por la que fueron expulsados de la organización religiosa de las Asambleas de Dios. 

En respuesta a su denuncia, el hijo y el yerno de Gorman lograron lo que pocos podrían imaginarse: fotografiaron a Swaggart entrando y saliendo de un motel en Louisiana, con una joven llamada Deborah Murphee.

Las fotografías fueron mostradas al predicador advirtiéndole que si no se retractaba de la denuncia que había hecho de Bakker y Gorman, harían públicas las imágenes a los líderes de la congregación. Swaggart les pidió tiempo y un año después de profundo silencio, la denuncia se llevó a cabo.

El 21 de febrero de 1988, frente a miles de espectadores, Jimmy Swaggart apareció con lágrimas, aceptando su error y pidiendo perdón a sus millones de fanáticos, derrumbando así su valioso ministerio.

A escasos días por cumplirse 36 años de aquel ruidoso escándalo, los principales titulares de la prensa estadounidense, nos anuncian un hito en la historia de los Estados Unidos, al ser demandado y acusado penalmente un expresidente el país: Donald Trump.

La responsable de la demanda es una actriz porno llamada ‘Stormy Daniels’, cuyo nombre verdadero es Stephanie Clifford, quien asegura que en el 2006 tuvo relaciones sexuales con el entonces candidato a la presidencia.

Enterados de la situación, Trump y su abogado Michael Cohen, negociaron el pago por el silencio de la actriz porno, entregándole personalmente el jurista, un cheque por unos $130.000.

Mientras esto acontecía, el millonario Trump estaba casado con su tercera esposa, Melania, quien 4 meses después daría a luz al primer hijo de su relación llamado Barron. 

Asegurado el silencio de la señora Clifford para la campaña del 2016, Trump rompió relaciones con su abogado y cubrió con tierra -como lo hacen los gatos- la evidente gravedad del asunto.

Hoy que los deseos histriónicos de Trump se lanzan con fuerza para reelegirse nuevamente como candidato presidencial, sus esperanzas se ven interrumpidas para poder llegar sin obstáculos a la Casa Blanca. Cohen su abogado, quien en el pasado era la sombra de él,  manifestó en una ocasión que ‘estaba dispuesto a meter el pecho por Trump, si en algún momento le disparasen’.

Pero ahora las cosas son diferentes; quien fuera su mano derecha hace unos cuantos años, hoy se convirtió en el testigo más importante de la parte acusadora, sosteniendo que el pago que le realizó a la estrella porno, era para que guardara silencio. 

Trump y su equipo de campaña han afirmado que los hechos son falsos y que todo se debe a una trama de sus adversarios políticos para obstaculizar sus deseos presidenciales nuevamente. Lo cierto del caso y de comprobarse los hechos, Trump como cualquier otro ciudadano, tendrá que responder ante los tribunales.

Aquél quien fuera el mejor tele-evangelista de una época, sucumbió ante las trampas de la vida, y ahora, arrepentido de su desvío, vive una vida alejado y en paz. Mientras tanto, en la otra esquina de salón, el millonario Donald Trump se pasea por el filo de la navaja; quien no hace mucho fue el presidente del todopoderoso Estados Unidos, hoy se encuentra atrapado entre un ardiente conflicto de faldas y una clara y penosa violación a la Ley Electoral, ambas espinas mortales.

Pedro Rafael Gutiérrez Doña es periodista